Recopilamos testimonios de nuestros personajes más orgullosos.
Veremos con detalle la falsa generosidad, la manipulación y el deseo.
También el camino de evolución.
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Testimonios ENEATIPO 2
Testimonio E2 sexual- conservación:
«Recuerdo mi infancia como una de las etapas más felices de mi vida. Nací cuando mi hermana tenía 2 años y, según cuentan, ella tenía unos celos tremendos de mí. Yo era una princesita que siempre tenía algo gracioso que decir. Era muy mona y siempre me salía con la mía. Daba igual lo que de dijeran porque, desde que tengo uso de razón, en mi cabeza siempre se conseguían las cosas. Las imaginaba e iba a por ellas. No tenía miedo y esta decisión hacía que todo girase en torno a mi persona. Eso sí, lidiar con mi hermana no era fácil. Cuando papá y mamá se despistaban me trataba fatal. Era una tirana conmigo; pero, yo siempre encontraba el abrazo de papá. Con mi madre todo fue bien; pero, mi sensación era que se ausentaba demasiado. Desde ahí, yo ocupaba un roll que no era el mío: el de confidente de papá.
Esto fue en aumento en la adolescencia y seducir a papá y, en general, a la figura masculina era algo que hacía de manera natural. No podía pararlo. En el cole los profes me trataban con sumo cuidado pues les parecía muy frágil. Sin embargo, en la preadolescencia, sin llegar a sufrir bulling, sentía el vacío de las chicas. Muchas de ellas me tenían envidia; otras se sentían mal a mi lado pues la mirada de los chicos siempre era hacía a mí. Esto me creó la sensación de que siempre tenía que ser así. Y cuando no lo era entraba en una gran frustración.
En la adolescencia sentí que papá se alejaba de mí. Cuando tenía 15 años se fue de casa y dejó a mi madre por por una chica mucho más joven. Ahí vi que me queda sola en el mundo. No tenerle todos los días cerca, me hizo entrar en una pequeña (¿gran?) depresión. Su nueva novia era preciosa y yo no podía competir contra ella. Mamá siempre estuvo ahí; pero, yo me empeñaba en tratarla fatal. La culpaba de cualquier cosa que no salía como yo quería. Me convertí en una adolescente caprichosa y bastante insufrible.
Por esa época tuve problemas en el instituto. No estudiaba nada y las notas comenzaron a ir hacia abajo. Ahí, comencé a sentir que mi cuerpo era demasiado gordo y me obsesioné con todo tipo de dietas. Durante unos meses tuve anorexia y, finalmente, en COU entré en el caos más absoluto. Repetí curso, tonteé con muchos tipos de drogas y me volví muy complaciente con los chicos. Pasé de ser la que llamaban «de escaparate» a una chica fácil. Mi autoestima dependía de salir los sábados y saber que algún chico ponía interés en mí.
En la universidad todo esto pasó al siguiente nivel. y la depresión era clara. Comencé Trabajo social y lo dejé. Me puse a trabajar de camarera mientras soñaba con ser actriz. Así que, me fui a Madrid y comencé a formarme. La vida me puso del revés y tuve surfear muchas dificultades. Viví en un cuchitril durante tres o cuatro años y la princesa que fui se fue transformando en una mujer fuerte y muy sexual. Apareció una necesidad de conquista fuera de lo normal. Mi parte animal tomo mucho poder. Mi vida era conseguir que hombres y mujeres cayeran a mis pies. Además, me gustaba hacerlo sin esfuerzo. Confiaba en que tan solo por conocerme ya se enamoraran de mi personaje.
Por suerte, la formación para ser actriz incluía una capa de crecimiento personal que me salvó la vida. Conocí el eneagrama y pronto entendí mis patrones neuróticos. Me costó la vida ver mi orgullo pues yo me consideraba muy buena. Creía que ayudaba de verdad. Darme cuenta de mi exigencia al otro y de todo lo que esperaba en las relaciones fue el primer paso para cambiar. También, me encontré por primera vez, profesores que no eran seducibles. Ellos no estaban disponibles para mí y esto, por un lado, me generaba una gran frustración y, por otro, me ponían en mi sitio.
Comencé a actuar y me gustó el escenario. Tanto que, poco a poco, me fui calmando y comencé a actuar con mucha más humildad. Sentía el síndrome del impostor y ya no estar tan inflada de ego. Desde pequeña había cantado; así que, comencé a mezclar pequeños monólogos con mis cancioncillas. Todo se dio de manera natural. y, tras varios años, de terapia, comencé a reconvertir el espectáculo a un híbrido entre entretenimiento y taller de crecimiento personal. No es algo sencillo pues no encuentro muchos referentes; pero, creo que voy encontrando mi sitio.
A día de hoy, me sigo viendo seduciendo a la «autoridad»; pero, lo bueno es que me pillo. A veces, consigo pararme, otras no. Pero, el progreso es claro. Manipulo menos y cuando me pongo muy generosa, me saltan las alarmas. Intento ser consciente de mis necesidades. y busco relaciones completas. No me importa si son para un día o un año; pero, quiero sentir la ternura y la vitalidad del hombre desde el minuto uno. Me entrego. y quiero que él se entregue. Me cuento que no quiero algo muy serio; pero, en. el fondo, sé que hay ahí un miedo al compromiso. Dicen que se me pasa el arroz para tener un hijo y puede ser que sea así; aún con todo, no renuncio a la maternidad y es un tema que ahora mismo me tiene atrapada.»
Chusa A.B. (E2 sexual- conservación)
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Testimonio E2 conservación:
«En mi infancia hubo una gran atracción por papá. Era su ojito derecho y siempre me sacaba a pasear de la mano. A mis otras dos hermanas no les hacia tanto caso. Yo era la pequeña y me sentía muy cuidada por él. A la vez, veía cómo mamá estaba siempre ocupada y sentía que me trataba mal. En realidad, hacía lo que podía y trabajaba como una burra; pero yo no sentía que me mirase. Poco a poco, fui entrando en competencia con ella y para mí era como una especie de guerra. Una guerra donde yo siempre vencía. Ella perdía los nervios y, entonces, me sentía como una reina. Con mis hermanas el trato no era fácil. Me llegaba mucha envidia de la mayor de mis hermanas. Ella fue doblemente destronada y nos trataba mal -era una copia de mamá-. Había muchas peleas. Con el tiempo aprendimos a convivir y ahora la relación con ellas es correcta. Con mi madre veo que tengo mucho que sanar.
En la adolescencia comencé a atraer a los chicos, pero nunca eran suficientemente buenos; así que, lo de «se ve pero no se toca», se convirtió en un mantra para mí. Me encantaba seducir y tener a los chicos a mis pies, pero luego me daba terror la intimidad.
En la universidad fui una alumna aplicada, estudié poco pero saque la carrera y encontré un trabajo bonito. El problema es que yo siempre quería más; de hecho, siempre lo quería todo. Era bastante ambiciosa y si no recibía cariño y un cierto reconocimiento, salía la niña chica a patalear. Así estuve muchos años, hasta que me atreví a emprender por mi cuenta. (…) Me ubico en el dos conservación y no tengo la energía y seguridad del social y sexual; así que, montar mi propio negocio me ha causado muchas inseguridades y miedos. Aun así, estoy en ello. Dando pasos pequeños pero seguros. (…)
También, he somatizado muchas enfermedades en mi vida. Eso sí, ni estando muy enferma pedía ayuda; para mí, era importante que mis amigos adivinaran lo que me pasaba y estuviera ahí. !Un lio!! Mi montaña rusa emocional me ha jugado malas pasadas y he tenido largas temporadas de baja por ansiedad. Durante años dormí fatal, levantándome a media noches con ataques de hambre.
Ahora estoy poniendo orden en todo este caos y he conocido un chico con el que me entrego y creo que podemos crecer mucho juntos. Me sigo viendo en el privilegio y en la niña caprichosa pero con menos intensidad. Aun así, mis ganas de seducir me siguen pasando malas jugadas.»
Anastasia R.N (E2 conservación)
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