TESTIMONIO eneatipo 7. La evitación del dolor.

Recopilamos testimonios de nuestros personajes más golosos y gulosos

Veremos con detalle la búsqueda de experiencias, su temor al compromiso y su pasión por la gula.

También el camino de evolución

Testimonio 1 del E7:

«Desde pequeña era bastante traviesa. Muy inquieta y siempre en las nubes. El cole no me interesaba nada y tenía una salvaje dentro que solo quería subirse por los árboles.  Siempre había una sonrisa en boca y, aunque tenía bastantes pataletas, se me vía una niña muy risueña. Era espontánea y creativa. Desde que tengo uso de razón me recuerdo cantando y, más adelante, tocando cualquier instrumento. Nunca me interesaba hacerlo muy bien. Lo que quería era tocar rápido lo que fuera: pasaba de la guitarra al piano y del piano a la batería. !Todos me encantaban!! Con mis madre la relación era bonita, pero con mi padre tenía muchas broncas. Yo no lo supe hasta muy mayor, pero él era una persona alcohólica  y no me trataba muy bien. Pasaba días enteros fuera de casa y muchas veces no sabía ni responder a preguntas muy básicas. A mí me enfadaba mucho y pasé vergüenza de un padre así. En la adolescencia los conflictos se multiplicaron. La relación entre papá y mamá era un desastre y un día que intentó entrar borracho en casa vi como la quería pegar. Yo entré en su defensa y y hubo más de un golpe.

Eso sí, si alguien me preguntaba, yo decía que siempre estaba bien. Jamás contaba nada de mis miserias a nadie. Yo era la chica feliz y tenía que mantener mi estatus!! Por aquel entonces, yo comencé a consumir. Tenía claro que no me convertiría en una borracha como él, y me concentré en todo tipo de drogas. Salía mucho, desfasaba más y tenía muchos amigos. Siempre me llevé mejor con los chicos que con las chicas. Me sentía uno más y ellos siempre me aceptaban y respetaban. A los 18 años aprovechando que tenía que comenzar la carrera, me fui muy lejos de casa y esto me dio mucha paz. Comencé un grado medio de audiovisual y sin pegar ni golpe lo fui sacando. Hice mi primer corto con 20 años y comencé a destacar bastante. El problema era que organizaba un proyecto y antes de terminarlo ya estaba metida en el siguiente. No acababa las cosas y aunque era muy brillante esto me comenzó a pasar factura. En el mundillo pronto me pusieron el san Benito de la artista loca. Parecía no darme miedo nada y con casi nada montaba un proyecto increíble. Eso sí, con la misma gracia que hacía realidad lo imposible, lo que para otros era muy fácil para mi era un mundo. El dinero entraba y salía con la misma facilidad.

Las drogas fueron a más. Me metí en un círculo peligroso de prácticas sexuales de riesgo unidas a bastante cocaína. Para mí, era el plan perfecto. Me invitaban a todo y yo me dejaba querer. Me juntaba con gente que no conocía de nada para cosas muy riesgosas sexualmente hablando. Me podía haber pasado cualquier cosa; pero, creo que había un angelito haciendo horas extras conmigo. No hacía ascos a nada, mientras fuera novedoso y tuviera varios tiros garantizados. Me enganché a la sensación de meterme una ralla gigante y luego tener sexo salvaje. Fueron años inconscientes de mucho desgaste. Para sobrevivir entré en una empresa de audiovisual para hacer la parte menos creativa, pero que podía hacer sin demasiado problema. Mi cabeza estaba en cualquier sitio menos en el trabajo.

También, tuve más de una relación sentimental muy tóxica. Repetía el patrón de novio o novia que estaba literalmente en la mierda y yo, supuestamente, le salvaba. La realidad es que, poco a poco, yo también me iba al fango. Las pocas veces que aparecía alguien «normal», me aburría y le ponía los cuernos. Sin buscarlo quedé embarazada y esto lo cambió todo. La vida me dio una hostia de impacto, pues en el mismo momento me quedé en la puta calle.  Me echaron del curro y todavía tengo grabada la imagen de verme embarazada pensando qué iba a ser de mí. No tenía apoyo familiar y todos mis amigos estaban peor que yo. Nada parecía tener sentido. Durante varios meses, estuve en comedores sociales arrastrando lo que comenzó a ser una pequeña depresión. Sólo me mantenía con fuerzas el saber que pronto sería mamá. Un colega me acogió en su casa y, al final, pedí ayuda económica a mi madre.  Di a luz a una preciosa niña y me fui recuperando muy bien del parto. Llevaba meses sin consumir y tenía claro que este era el nuevo camino. Mi pasado se hacía añicos y pude llorar la pena de lo ver lo que había hecho.

Aun así, cuando Alba fue creciendo la tentación de la noche volvió a hacerse presente. De hecho, tuve varias pequeñas recaídas y pasaba meses comiendo supersano y haciendo deporte a muerte, con otros de salidas nocturnas. Por suerte, con 30 años volví a quedar embarazada y aunque el padre no fue un gran apoyo, me volví a estabilizar. Al poco de nacer Luz me enamoré como loca de una amiga de la infancia. Ella es actriz y comencé a ayudarle con su proyecto. De ahí, me picó el gusanillo de la actuación y me metí en la escuela Coraza. Conocí el eneagrama y me cambió la vida. Fueron años aprender a ser actriz y de conocerme en la formación Gestalt.

Hoy compagino algún papel secundario con mis vídeos. Desde hace un año trabajo en proyectos creativos y que tienen en cuenta factores sociales. He hecho dos docus que han ido muy bien.  Creo que mi vida ahora empieza a ser plena y consciente. Sigo con mis miserias y muchas noches sueño que me drogo hasta las trancas. Este tema siempre estará ahí, pero cuando no freno  por mí, lo hago por mis niñas.

Ahora solo quiero paz y tiempo para mí. Ya no busco emociones fuertes y sé que puedo comprometerme. No olvido que la cabrá tira al monte y, por ello, me alejo todo lo que puedo mi antigua vida. Podía haber acabado fatal como muchos de mis amigos y, sin embargo, aquí estoy. Haré lo que sea por no desperdiciar la vida que ahora tengo. » S.S

Testimonio 2 del E7:

«Nací en el seno de una familia de clase media alta. Nunca nos faltó de nada y yo fui hijo solo. Recuerdo mi infancia sin grandes sobresaltos. Papá trabajaba mucho y era exigente. No era especialmente afectuoso. Mi mamá era todo lo contrario, estaba siempre pendiente de mí y su frase estrella era: «eres el motor de mi vida». Yo, durante muchísimos años, me la creí e hice todo lo posible porque ella estuviera bien. Tenía una forma de ser muy frágil y cualquier cosita la alteraba. Con ello, me las apañé para parecer siempre un niño bueno. Jugaba al juego de estar en las faldas de mamá aun siendo ya adolescente y, la vez, intentaba hacer lo que quería, aunque fuera mintiendo o engañando un poco. Con 15 años monté mi propio negocio de cómics en el instituto. A pesar de que era bastante creativo, lo que hice fue copiar, tal cual, una publicación francesa. En aquel entonces, no había internet y supuse, como así fue, que nadie se enteraría. Prácticamente calcaba los dibujos y los traducía con cierto ingenio. La gracia era que los protagonistas del cómic pasaron a ser los propios profes. El cómic se vendía como churros y me hice muy popular con ello. Al final, se enteró el director y me cayó una buena bronca; pero, para entonces, yo ya había vendido durante un año más de 500 cómics y había recibido el aplauso de mis compañeros. Es un buen ejemplo de lo que fueron varias ideas que se me ocurrían por aquellos años. En el cole e instituto fui bien, sobre todo en las asignaturas que, por lo que fuera, me interesaban. Leía revistas de intriga de la época, como Más allá y Muy interesante y llegué a ganar un certamen de cuentos de misterio. T

ambién, quería estar en un grupo de rock. No se me daba muy bien ningún instrumento, tampoco le puse mucho empeño; así que, pensé que lo mejor era ser el cantante. Frontman me decía yo. Nos juntamos varios amigos y comenzamos a ensayar. Aquello sonaba a rayos. Un desastre absoluto, hasta que se me ocurrió una idea. Tenía un disco de un grupo desconocido de Heavy Ruso y comencé a sacar los acordes de esas canciones y llegaba al local de ensayo como si fueran mi creaciones. Les decía que me llegaban en sueños. La cosa es que, así, sí pudimos armar unas cuantas canciones que «eran nuestras» y comenzamos a dar conciertos. También, comencé a versionear temas de Los Pecos, Las grecas y Perales (lo que oía mi madre) a ritmo de Rock y llegamos a salir hasta en Radio 3. Además, mi madre estaba encantada de escucharme cantar sus temas preferidos. Y todo esto combinado con jugar a Futbol, entrenar atletismo, clases de escultura y un sinfín de actividades.

Con todo ello, llegué a la Universidad y comencé a estudiar Ingeniería. El primer año sólo pensaba en salir y no aprobé casi nada. Cambié de carrera a bellas artes, pero, el resultado fue similar, no aparecía por clase y cada vez consumía más drogas. Al principio, sólo era alguna raya los sábados, pero en segundo de carrera también me metía durante la semana. Llegué a estar muy desquiciado y mi eterna sonrisa se transformó en mal humor. También, comencé a comer sin control y dejé de hacer deporte. Sólo me interesaba lo que generase emociones fuertes. Hice varías veces Puenting. Así, estuve dando tumbos como dos o tres años. Mis padres seguían pagando la fiesta, pero la relación ellos se fue poniendo muy tirante. Muy a su pesar, llegó un día en el que me dijeron que no me iban a dar más dinero y que ya era mayorcito para tomar las riendas de la vida. Varios amigos también desaparecieron de mi vida y no conseguía tener una relación estable con ninguna chica. Con las que más duraba es con las que también les iba la marcha nocturna, pero aquello era todo aire. Al mes nos aburríamos y comenzaban infidelidades o desplantes. Llegué a tocar fondo. Un día me vi en el espejo con una resaca terrible, 20 kilos de más y sin nada en la vida a lo que agarrarme. Lloré y lloré durante días. Nada tenía sentido y estaba tirado en la cama todo el día.

Por fin, comencé a leer libros de otro tipo. Cayeron en mis manos El poder del ahora y Las nueva revelaciones. Otro amigo me pasó un libro sobre Narcisismo y así fui entendiendo que podía vivir diferente. Comencé a trabajar para una agencia de publicidad y conseguí cierta estabilidad. Hice muchos cursos y cursillos de marketing y comunicación y descubrí un nuevo mundo en el que podía poner en juego toda mi creatividad.

Volví a hacer deporte y retomé el Judo que hice durante varios años en la adolescencia. Me puse fuerte, tanto físicamente como mentalmente, y, sobre todo, entré en un proceso terapéutico que me permitió entenderme mejor. A día de hoy, se puede decir que he cambiado mucho. Me cuido más, me quiero más y me puedo relacionar con el mundo desde otro sitio. Siempre tengo tendencia a seducir y brillar, pero soy capaz de poner un límite. En las relaciones me implico más y no descarto formar familia con la chica que estoy saliendo ahora. Llevamos un año y ella quiere que nos comprometamos a más. Yo no sé si salir corriendo o ir a por todas. Me da miedo y, a la vez, sé que me pongo en una posición muy infantil. No lo veo claro, pero, por lo menos, me planteo cosas que antes eran impensables. Para empezar he sido fiel durante toda la relación, lo cual ya es un logro importante. Aun con todo, no sé lo que la vida me deparará.»

Gonzalo G.E

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