
La mayoría de la gente que llega al eneagrama tiene demasiadas ganas de ubicarse en un eneatipo. Esto hace que no se den el tiempo necesario para entender bien la teoría del eneagrama y, en realidad, tampoco a ellos mismos.
Además, hay muchos rasgos de la forma de ser de cada personaje que se repiten en varios eneatipos. Esto hace que, en muchos casos, sea realmente complicado saber el eneatipo con el que nos podemos identificar y, de hecho, suele haber un momento del proceso en que parece que podemos ser casi todos.
Sobre todo esto, vale la pena reflexionar. ¿Nos acompañas?
Partiendo de la base de que hay eneatipos que son diametralmente opuestos y que nadie se podría confundir, por ejemplo un 8 y un 5, hay otros que sí pueden resultar más similares. A veces, el parecido es meramente “formal” y cuando de verdad rascas más allá de la superficie, se ve un fondo muy diferente; pero, en algunos casos, tenemos eneatipos, o mejor dicho, subtipos de eneatipos que se asemejan mucho.
En este post, no vamos a entrar en todas las relaciones (esto lo hacemos en nuestro Eneagrama de las relaciones), pero sí que podemos dar algunas pinceladas.
Cuando el eneatipo 2 se viene arriba, sobre todo en subtipo sexual y social, puede parecer un ocho.
El dos tiene la particularidad de poder estar aparentemente tranquilo y muy suave y en un pis pas ponerse como si fuera a estallar de rabia e ira.
De hecho, de dice que el dos está ocheando cuando su orgullo es más palpable de lo habitual. Por ello, hay gente que se ubica en el ocho y no en el dos.
Y ochos no hay tantos como se piensa. El ocho ha tenido una infancia, normalmente, desestructurada y sin límites, mientras que el dos, generalmente chica, ha sido el ojito derecho de papá y su infancia fue aparentemente feliz. Por aquí, se quitan muchas dudas. El subtipo dos conservación, lejos de ochear, lo que hace es cuatrear mucho. Es decir, su tendencia a evitar el conflicto y ser como una niña grande, le hace tener una energía mucho más suave que sus compis de suptipos y podría recordar al eneatipo cuatro. Esconde tanto su orgullo que pareciera no tenerlo y ser tan sólo una niña caprichosa. Su palabra clave, o pasión satélite, el privilegio, es casi tan potente como la pasión principal.
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Curiosamente, algunos nueves también se pueden llegar a ver en el eneatipo dos, aunque, de partida, tienen un funcionamiento diferente. Sin embargo, los orgullosos ponen la mirada en el otro. El dos lo hace para ver a quien puede ayudar (y tener deudas pendientes) y el nueve busca personas con las que confluir y olvidarse de sí mismos. Esto lleva al eneatipo dos a situarse en una figura de salvador que no es lo mismo que el servicial nueve, pero puede tener ciertos ecos.
En este sentido, es importante recordar que, aunque tanto el nueve como el dos parece que están igualmente ayudando, hay una diferencia clave. El dos va invadiendo y viendo quién tiene algún problema para ayudarle, mientras que el nueve es solicitado por otra gente para que ayude y, aunque no quiera (por su dificultad de decir no) termina ayudando.
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