Eneagrama y terapia.

El eneagrama es el mapa del tesoro y la joya que se esconde en el cofre eres tú. Es un «atajo» para conocernos mejor.

El territorio es tanto nuestra esencia como nuestro ego. Pisar tierra implica trabajar en uno mismo.

Para ello, es necesario mucho tiempo de auto-observación. Es clave ser honestos y contarnos verdad.

Si estás buscando un acompañamiento o comenzar un proceso terapéutico a la luz del eneagrama, echa un ojo por AQUÍ.

Antes de entrar en harina nos gustaría recalcar que una cosas es ir a terapia y otra el proceso terapéutico.  Todo aquello que nos lleve al auto-anilisis (por ejemplo el eneagrama) también nos llevará a un proceso de crecimiento personal. Muchas veces, no hace falta una relación terapéutica con un terapeuta y otras es imprescindible. Depende del momento y del caso.

En palabras de Claudio Naranjo en Carácter y Neurosis: «No sólo nos conminaban las antiguas y santas tradiciones a conocernos a nosotros mismos, sino que, podríamos decir, el impulso autoterapéutico (y, mas generalmente, el impulso de optimizar nuestra conciencia) es una respuesta natural, saludable y sabia ante las dificultades de la vida. Tengo gran conciencia del enorme valor de la relación personal en la sanación de los problemas relaciónales y de la necesidad de algunas personas de atravesar tanto un período de relación terapéutica como un período de regresión terapéutica en el contexto de estas relaciones, antes de que la sanación pueda acontecer. Pero quiero resaltar que, incluso en una situación interpersonal, es el individuo quien, en definitiva, realiza el trabajo. Podemos decir que la psicoterapia asistida es una situación especializada que ayuda mucho a dirigir el estudio de uno mismo, pero lo que descubrimos sobre nosotros mismos y cómo tomamos lo que descubrimos depende, a fin de cuentas, de nosotros. Por ello, durante muchos años de mi vida he adoptado lo que llamo una disposición de «trabajo con uno mismo»  e incluso he transmitido mi enfoque de que, en nuestro tiempo, la psicoterapia debería considerarse sólo  una ayuda complementaria y no un sustituto del autocuidado.»

«Hasta que lo insconsciente no se haga consciente, el subconsciente seguirá dirigiendo tu vida y tú le llamarás destino».

Carl Jung

Taller PRESENCIAL de ENEAGRAMA y TRABAJO SOBRE SÍ

“Uno no puede ayudar a otro si uno no se humaniza ni empatiza. Lo que sana es el vínculo, incluso en el mismo consultorio. A veces, un paciente sólo habla y yo no le digo nada, y al salir va ya sanando porque se generó un vínculo de afecto. No sé si está bien o mal, siempre es un ruido interno, pero es genuino, porque si no lo es, no lo quiero”. Lorena Pronsky

1 ¿Si ya tenemos el eneagrama para qué necesitamos la terapia?

Para iniciar el viaje de vuelta a casa hace falta coraje. Para continuar en la nave cuando soplen los huracanes, necesitamos fe. Fe en que, al final de la tempestad, habrá calma y luz. No es tan obvio que cuando termine el proceso estaremos mejor. Tampoco es claro qué entendemos por mejor.

Además, por desgracia y a pesar de haber mejorado como sociedad, todavía hoy quien va a terapia es, en cierta forma, estigmatizado en ciertos sectores o por el círculo de amigos.

Desde la ingenuidad de los comienzos podemos pensar que nos transformaremos en alguien sin problemas y que el cambio será rápido. Cuando ya llevas un tiempo en esto, entiendes que es justo lo contrario. Normalmente, es todo muy lento y depende de muchos factores la evolución. El puerto al que cada uno llega es diferente.

Navegar solos en aguas tan profundas y peligrosas es posible, pero quizás no es lo más recomendable. Si nos duele la rodilla, lo normal es ir al doctor. Si, por ejemplo, nos dice que tenemos el cruzado hecho polvo, asumiremos que necesitamos la ayuda de un especialista para mejorar. Lo mismo ocurre con nuestro proceso de crecimiento personal. En eneagrama en sí mismo nos ayuda a radiografiar cómo estamos y nos da pistas para evolucionar. Pero su alcance llega hasta ahí. El propio Claudio Naranjo, consciente de ello, desde los años setenta en sus SATs de Esalen mezclaba la herramienta del eneagrama con otras muchas como la meditación, el teatro terapéutico o el movimiento auténtico.

Eso sí, a partir de aquí, la propia neurosis de cada eneatipo se las ingeniará para encontrar la excusa para no ir a terapia.

La vida es una fiesta de disfraces y nuestros egos quieren seguir disfrutándola sin que nuestra esencia aparezca en escena.

Los sietes no entenderán que ellos tienen algo que cambiar. Los doses querrán ser los terapeutas de todos sin saber ni lo que implica ser terapeuta. Los ochos no sabrán ni de qué les hablas cuando les dices que quizás no son tan auténticos como se creen.

Eneatipo siete en terapia. !Cualquier cosa, antes de entrar en su sombra!!

Por ello, animamos a usar el eneagrama acompañado de algo más y si ese extra es terapia será perfecto. Ahora toca encontrar el mejor terapeuta posible. Desde nuestra experiencia, no es importante que tenga un título u otro, lo importante es su propio desarrollo y que, de partida, haya cierta sintonía entre terapeuta y paciente. Si está especializado en terapia Gestalt, en nuestra opinión, es un avance (ver aquí). Y si sabe mucho de eneagrama y Bioenergética (ver aquí), mejor que mejor.

Por suerte, conocemos muchos y muy buenos terapeutas; así que, si estás leyendo esto y ves que necesitas ayuda no dudes en escribirnos a haiki@haiki.es y te recomendaremos alguien de confianza.

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«Si la mayoría de nosotros permanecemos ignorantes de nosotros mismos, es porque el autoconocimiento es doloroso y preferimos los placeres de la ilusión.»Aldous Huxley

FORMACIÓN online de ENEAGRAMA

2 ¿De verdad necesito ir a terapia?

2.1 A terapia van los locos y los que están fatal, no?

Hay mucha gente que piensa que quien va a terapia está un poco para allá y que, de hecho, él o ella no irá nunca. Incluso hemos oído a supuestos terapeutas diciendo que quien no va  a terapia es gente normal y los que van es porque están muy mal. En nuestra opinión, una de las mejores maneras de avanzar en este maravilloso mundo del eneagrama es en un proceso de crecimiento personal desde la terapia.

La mayoría de la gente, lo sepa o no, maneja un nivel medio de neurosis y, por lo tanto, le puede sentar muy bien acudir a terapia y conocerse un poco mejor. Es más, es muy recomendable acudir cuando estás «bien» y no esperar a estar patas arriba. En cualquier caso, el éxito del proceso terapéutico dependerá a partes iguales de la buena actitud del cliente – paciente y la pericia del terapeuta.

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«(…) Personalmente, este extendido mandato de los terapeutas a sus pacientes de no intentar clarificarse ellos mismos me parece una expresión de autoritarismo implícito, inseguridad y alianza encubierta con un monopolio de expertos, y creo que no podemos permitirnos esto en unos tiempos en que nuestra difícil situación colectiva depende en gran medida de la transformación humana individual y, en que tampoco podemos permitirnos dejar de despertar el potencial y la motivación de los individuos para trabajar consigo mismos en la medida en que sean capaces.
Aunque es cierto que la intelectualización puede competir con el proceso terapéutico, sea en la mente del individuo o en la relación terapéutica, sospecho que el autoanálisis se relegó al olvido principalmente como resultado implícito del autoritarismo psicoterapéutico de la profesión, sobre todo en los años anteriores al humanismo. Asimismo, constituye una expresión de la actitud monopolizadora del psicoanálisis como institución, de acuerdo con la cual cada analista le dice a sus analizados: «no acudas a ninguna otra parte en busca de ayuda» y, lo que es más, «no intentes sanarte por ti mismo: yo lo haré por ti.»

Claudio Naranjo.

SESIONES de ACOMPAÑAMIENTO INDIVIDUAL

2.2 Dificultades para acudir a terapia

Con todo ello, por desgracia, hay dos factores por los que ir a terapia es algo poco habitual. Por un lado, esta creencia de que quién acude a un terapeuta está «loco» y que, objetivamente, el coste de la terapia puede ser una barrera para muchas personas.

Por un lado, está el derecho del terapeuta a ganarse la vida dignamente poniendo un precio a las sesiones. Este precio no suele ser bajo, pero tampoco es que se hagan de oro. Hay muchos gastos y tiempo invertido en cada paciente que no se ven en la hora de terapia.  También, mucha formación y responsabilidad sobre el paciente que ha de ser recompensada de alguna forma.

Es decir, es complicado para el paciente entender el coste de la hora de terapia. Y las sesiones no suelen ser pocas para llegar a buen puerto. Incluso si el coste no es demasiado alto, pongamos 50 euros por sesión, y tenemos dos citas al mes, nos vamos más de 1.000 euros al año. Si un proceso terapéutico puede durar entre uno y tres años, vemos que, para muchas economías, es un desembolso grande. De hecho, en algunos casos insalvable.

Igualmente es cierto que, en otros casos, la gente, aun estando muy necesitada de terapia, prioriza gastar la pasta en otro sitio. 

Y ¿Debería haber un sistema sanitario gratuito que posibilitara estas sesiones? Seguramente; pero, a día de hoy, es algo impensable.

También es cierto que, sabemos de buena tinta que hay más de un terapeuta cobrando mucho menos de lo que podría y otros haciendo precios muy especiales para algunos de sus pacientes.

En cualquier caso, el terapeuta no es, ni tiene porque ser, una ONG. Así,  lo mismo que puede ser muy aplaudible que alguien ayude terapéuticamente a otro con bajo coste, en nuestra opinión, no es para nada criticable que otros se enroquen en las tarifas que estiman justas. Con todo ello,  vemos esta web que te puede interesar si vas justo de dinero (aquí)

La terapia a la que nos estamos refiriendo es individual, pero, no hay que olvidar que otra de formas de terapia es en modo grupal. No son excluyentes; de hecho, pueden ser totalmente complementáis. Si te interesa el tema, te animamos a echar un ojo a este post (ver aquí). Y como dice uno de los terapeutas gestálticos nacionales más reconocido, Paco Peñarrubia:

«(…) El grupo gestáltico favorece y alienta la expresión del impulso sin juzgarlo ni abortarlo (de eso se encargan las defensas), aporta además la posibilidad de diseñar experimentos y ejercicios para vivirlos más allá de las cortapisas habituales, de forma que se va generando una cultura expresiva donde no sorprende la manifestación de emociones extremas o de descontrol controlado por el grupo, en un proceso de confianza y despenalización. Se trata de acercarse a lo temido por lo desconocido, a lo reprimido y peligros para el propio autoconcepto -y aquí caben tanto las fantasías destructivas como el hambre de amor-.»

Además, no podemos olvidar que determinados sistemas como Río abierto, 5 ritmos o constelaciones familiares, necesitan del grupo ara poder llevarse a cabo.

Tanto en el trabajo individual como en el de grupo es importante entender que, por un lado, la clave está en lo que está pasando en el aquí y ahora y, a la vez, ser capaces de radiografiarnos con la máxima verdad mirando a nuestra infancia (ver aquí). Esto incluye no dejar ningún cabo suelto de esos primeros años de vida y, también, entender que los asuntos turbios o incompletos de nuestros antepasados nos afectan de manera inconsciente en nuestra vida actual. Siguiendo esta idea, Alejandro Jodorowsky, en el libro Mis antepasados también duelen, comenta:

“Igual que un pastor con su rebaño yo tengo que devolver a mi familia (no sólo física) al camino. Purificar las necesidades, los deseos y las emociones. Esta es la misión: un trabajo de curación del árbol y no, como alguien podría imaginar, una liberación el árbol. No se trata de esperar una supuesta autonomía… Es como si quisiera ser autónomo de la sociedad, del mundo, del cosmos. ¡Autónomo de mi respiración! Es imposible. Incluso si me hago ermitaño, continuo perteneciendo a la sociedad y al mundo.”

El trabajo de Jodorowsky emparenta claramente con el de Bert Hellinger y sus Constelaciones Familiares. Por suerte, por aquí cerquita tenemos uno de sus más brillantes herederos: Joan Garriga (ver entrevista aquí).

Por otro lado, determinadas técnicas como, por ejemplo el psicodrama, no se pueden aplicar con facilidad si no hay un grupo que haya generado cierta confianza.

“El autoconocimiento no es un fenómeno puramente cognitivo. El autoconocimiento pasa por un proceso que es como un descenso a los infiernos, que duele; para reconocer cómo es uno, tiene que reconocer que uno no es ese personaje ideal que cree ser cotidianamente, ese personaje que uno le muestra a los otros. Cómo es uno de verdad, se va descubriendo poco a poco. Pero el viaje por el autoconocimiento pasa por encontrarse con la sombra, que es lo asqueroso, lo pecaminoso, lo prohibido y lo demoníaco.  Y quien no se encuentra con el diablo dentro de uno mismo, todavía está muy a medio camino en el viaje interior, no ha viajado en serio, se ha quedado muy superficialmente…”

Claudio Naranjo

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2.3 Cada eneatipo frente a la terapia.

No hay que olvidar que la mayoría de terapeutas no saben nada de eneagrama -y aun así, evidentemente, pueden ser maravillosos profesionales-. Algunos saben y tampoco les gusta usar esta herramienta por no condicionarse. Otros tantos sí conocen bien este mundo y lo usan. No lo hacen para categorizar a nadie desde el eneagrama, sino para comprender mejor al otro y poder ayudarle con más eficiencia. De hecho, como todo en la vida, la confianza es un factor clave en el proceso terapéutico. Si el paciente no se abre, mal plan. Si el terapeuta no tiene un mínimo de empatía, barco hundido. El efecto pigmalión (ver aquí) está en el aire. Se trata de que si el terapeuta, realmente, confía en la sanación del paciente, las posibilidades de éxito aumenta. Si consciente o inconscientemente no lo hace, aunque la responsabilidad de lo que ocurra es de quien acude a terapia, se reducen las posibilidades de que todo vaya bien.

Así, en esto de la terarapia es tan importante tener una persona amorosa que nos acompañe en el proceso y, a la vez, poder dedicar tiempo a nuestra propia auto – observación.

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Por eso, y por mucho más, es clave que el terapauta, más allá de sus conocimientos técnicos, tenga un buen ojo para dar a cada paciente lo que necesita. No es lo mismo tener un eneatipo 9 en terapia que un 7. Más allá de que los temas a tratar serán, generalmente, diferentes, la forma en que se gestiona el proceso terapéutico conviene que sea también personalizada. Si un terapeuta tiene en consulta alguien que huele a eneatipos 4, 5 o 9 tendrá que tener mucho cuidado en cómo se sienten de vistos (o no vistos) en el aquí y ahora de la consulta. Es decir, usar el propio material diario para poder ayudar al paciente a ser consciente de su tendencia a la invisibilidad y la carencia.

Si los pacientes son tipo 1, 3 o 6, seguramente será un buen plan confrontarles con su exceso de corrección, eficiencia y rigidez y animarles a ver qué les pasa con lo placentero. Y esto nuevamente, se puede confrontar en el aquí y ahora. ¿Qué pasa cuando a un eneatipo Iracundo se le hace esperar sistemáticamente 15 minutos para entrar a terapia? Seguro que esto le está moviendo en este aquí y ahora y, desde ahí, pueden salir muchas cosas.

No es lo mismo afrontar un proceso terapéutico con un eneatipo 7 que con un 8. Un goloso va a necesitar tiempo para entrar en harina. Si el terapeuta es un poco ansioso, el 7 se replegará y puede que abandone la terapia. De igual forma, si el terapeuta se deja llevar por los cantos de sirena de sus discursos y no le ayuda a concertar e ir a lo relevante, la terapia podrá ser muy entretenida pero poco eficaz.

Si el paciente es un eneatipo 8, se tendrá que poner todo el amor del mundo para ayudarle a contactar con su propia vulnerabilidad. Un lujurioso, seguramente, no necesita más confrontación; necesita una persona amorosa que le ayude sacar su parte inocente y sentirse, por fin, en confianza.

También, se podría entrar en cómo fijaciones como la seducción entran en juego. Un eneatipo 2 va a poner, de partida, toda la carne en el asador en estos terrenos seductores. Es algo más fuerte que él. Además, como le pasa al eneatipo 7, primero tendrá que validar internamente la autoridad del terapeuta. Esto de autorizar la autoridad es imprescindible para arrancar el proceso. Dar por sentado que alguien está por encima suyo no es plato de buen gusto para el orgulloso. Luego, como decimos, a buen seguro que intentará seducir y manipular al terapeuta. Si éste no lo tiene claro, puede resultar una marioneta del propio paciente. Todo esto se mueve en plano bastante inconsciente, con lo cual no es tan sencillo que se haga forma. De hecho, puede parecer que el proceso va bien, pero el dos no ha conseguido bajar de su pedestal y reconocerse en sus «trampas generosas».

A su vez, podríamos entrar en el tema de los subtipos y cómo algunas personalidad como un cuatro sexual o seis contrafófico, también necesitan un cuidado especial.

En cualquier caso, este mundo no es tan sencillo como lo hemos plasmado en estas líneas y requiere de mucha pericia por parte del terapeuta y de mucha entrega por parte del paciente.

«La terapia es ese espacio donde comenzamos a darnos cuenta que es posible resolver aquello que considerábamos imposible».

Fernando Sanchez Guscima

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3 La terapia como proceso

3.1 «Paciente» y facilitador.

Para el común de los mortales ir a terapia no debiera ser algo puntual y corto en el tiempo. No estamos hablando de casos con un problema grave (bipolaridad, esquizofrenia, trastorno limite de la personalidad…) que necesitan un diagnóstico preciso y una intervención muy concreta -y, a veces, muy rápida- para solucionar un problema.

 

Encontrar el terapeuta que te vaya bien no es tan sencillo.

Por un lado, como todo en la vida, hay terapeutas brillantes, otros que algún día quizás lo serán y otros tantos, que sin poner en duda su buena fe, son más flojos. Ocurre en la terapia y todas la disciplinas y profesiones. Aun así, un terapeuta, supuestamente muy top, no garantiza que sea el mejor para ti. Para empezar, quizás su sesión valga más de 100 euros la hora y esto sea mucho para ti.

Por otro lado, más allá de la excelencia, conviene que haya una cierta sintonía. Y todo esto no es tan fácil de detectar en un principio.  Si no tienes mucha experiencia recibiendo terapia, por eso mismo. Y si la tienes, lo normal es que te vuelvas muy exigente.

No todos los tipos de terapia son para todo el mundo ni para el momento que estás viviendo.

Por ejemplo, a nosotros la terapia cognitiva conductual (TCC) no nos interesa especialmente; pero, según a quien le puede venir de cine recibirla.

O quizás alguien quiera que, por lo que sea, su terapeuta sea especialista en Eneagrama. O pueden ser otro tipo de variables las que influyan como que sea hombre o mujer. O que las sesiones sean presenciales o vía zoom. Cada uno de estos parámetros para un paciente o cliente pueden resultar insignificantes y para otra decisivos.

A su vez, habrá alguien que necesite, o crea que necesite, algo muy confrontativo y un terapeuta Gestalt pueda irle muy bien. Pero quizás otra persona necesita alguien que le acompañe con una mirada mucho más pausada y amorosa. No es que el terapeuta Gestalt no pueda hacerlo, solo decimos que, a veces, son más cañeros que otro tipo de facilitadores. De hecho, nos ha tocado ver, muchas veces, propuestas muy locas y confrontativas que, curiosamente, parece que terminaron bien.  

En cualquier caso, nos gustan las palabras del psicoterapeuta, especializado en constelaciones familiares,  Joan Garriga cuando dice: «Tal vez nos falta fe en la vida, en la espontaneidad de los procesos, en lo experiencial, en el vacío y en el poder creativo y sanador del vínculo y del encuentro terapéutico. Como resultado, nos anticipamos con nuestras ideas acerca de la s cosas, o queremos interpretarlas para manipularlas. Así que los terapeutas también vivimos en l nuestra narrativa y lo cierto es que la mayoría de los relatos de los terapeutas cumplen un par de propósitos: calmar su propia inseguridad y alimentar las angustias infantiles que no ha sido integradas. El minotauro también nos persigue.»

 

Al tipo de terapia que nos estamos refiriendo es la que cualquier persona, sin ningún tipo de patología, puede precisar. Tod@s tenemos un nivel de neurosis medio y, por lo tanto, si es posible, darnos la oportunidad de ir poniendo orden en nuestra casa interna es una bendición. Esto no se consigue en tres sesiones y no hace falta que nos diagnostiquen pues no es ni siquiera posible. En realidad, no hay nada concreto que diagnosticar -más allá de aprender a conocernos mejor-. Lo importante es dar el paso para elegir un buen compañero de viaje (el terapeuta) en nuestro camino hacia nuestro mundo interno. En este sentido, no nos gusta demasiado la palabra psicoterapeuta o terapeuta, pues implica un posicionamiento de uno está arriba y otro, «el paciente«, está abajo. Implícitamente, se entiende: «Yo (terapeuta) te salvo de tu sufrimiento (paciente)». Y no, no creemos que han de ir por ahí los tiros. El facilitador, es quien tiene la autoridad, pero quien le contrata no es una persona pasiva -que tan solo recibe la ayuda-. Por eso, la palabra «paciente» no es clara. Cliente parece que no mejora las cosas, aunque a una mala, es más real. Real en el sentido de que uno contrata y paga y otro da un servicio.

Con todo ello, la metáfora de compañeros de viaje nos parece más oportuna. En este caso, alguien tiene que llevar el timón y ese alguien será el «paciente», no el terapeuta o facilitador. Eso sí, que éste vaya en la misma embarcación, haciendo su trabajo de manera precisa, garantiza o aumenta las posibilidades de que todo vaya bien. Esta labor no depende tanto de la técnica del terapeuta como de su proceso de crecimiento interior.

Con todo ello, estaría bien tener una palabra más precisa para quien contrata los servicios que la de cliente o paciente. Mientras no se nos ocurre otra mejor, seguiremos llamando paciente a quien contrata pero con la connotación de que para que pueda hacer con éxito su proceso habrá de tener mucha paciencia.

El gran psicoanalista y humanista alemán Erich Fromm, comenta: «el paciente no viene a la terapia en busca de una solución, la búsqueda de solución es sólo el pretexto, lo que busca es una relación, una relación como quizá nunca ha tenido en su vida». Y en este punto, cambia mucho la forma en que cada terapeuta se implica en el acompañamiento. Conocemos maravillosos terapeutas que se dejan ver mucho; que, en algunos aspectos, son casi transparentes para el paciente. Terapeutas que tienen muchos detalles y que van mucho más allá de la sesión misma de terapia. También, terapeutas aparentemente más distantes y fríos, pero que tienen las cosas clarísimas y no pierden el norte ni por un segundo. En realidad, no esta tan importante el estilo del terapeuta como la capacidad de vincular con el paciente. Además, el proceso terapéutico es un maravilloso juego de !transferencias y contratransferencias!!

En cualquier caso, el tipo de terapia de la que estamos hablando requiere una implicación muy fuerte del terapeuta. Esto no son matemáticas, y, de hecho, desde gran parte del mundo de la psicología, una terapia como la Gestalt se considera una pseudociencia y, por tanto, no tiene ninguna validez. !De eneagrama ya ni hablamos!! Pero, en nuestra opinión, todo esto no es relevante, lo importante es si funciona o no. En este sentido, estamos convencidos de que, constelaciones familiares o terapias humanistas, más allá de lo que nuestra parte racional pueda entender, son fundamentales en el proceso de transformación. En palabras de Claudio Naranjo: «(…) me parece que el meollo de la psicología humanista viva fue una confianza en el despliegue organísmico y en la bondad de la naturaleza interior; una confianza en la intuición y una libertad de presupuestos teóricos preconcebidos, apoyadas en el entendimiento de que el arte del amor, como el arte de la terapia y el arte de la vida misma, preceden a todas las teorías que se puedan formular al respecto. Parte de esta nueva cultura consistió en que los terapeutas fueron entrenados vivencialmente más que nunca ( aunque esto ya hubiera estado presente en el psicoanálisis), y en que el criterio para ser empoderados se basó principalmente en una apreciación intuitiva de la capacidad terapéutica y no en términos académicos».

Por cierto, muchos nos preguntáis si podrías hacer terapia con nosotros. Ahora mismo, no existe esta posibilidad, pero si te interesa una sesión individual de eneagrama, puedes contactarnos por aquí.

SESIONES de ACOMPAÑAMIENTO INDIVIDUAL

 

3.2 La confianza en el proceso

No hay que olvidar que «ir a terapia» es un proceso y que, necesariamente, toca contactar con momentos dolorosos. Y, como en todos los procesos, hace falta paciencia, mucha paciencia. En este caso, las prisas son fatales. A su vez, vemos que mucha gente tiene expectativas demasiado altas y pretende llegar a un paraíso imaginario antes de tiempo. Por contra, es mejor apostar por la presencia en el aquí y ahora y valorar los pequeños pasitos.

Cuando nos damos cuenta de algo, ya es un tesoro. Pero para ello, necesitamos estar en calma y abiertos. Sin embargo, solemos ir a toda leche y no nos enteramos de lo que nos pasa. Así que, cada «darnos cuenta», toca celebrar.

El siguiente paso puede ser compartir lo aprendido. No es lo mismo asumir que, por ejemplo, somos mucho más envidiosos de lo que nos imaginábamos que verbalizarlo y poner ejemplos concretos. Para esto hace falta una buena dosis de coraje. Puede ser contarlo al terapeuta, al grupo de trabajo o quizás a alguien cercano. En este punto la confianza es fundamental. Lo importante es mostrarnos desde la vulnerabilidad. Si somos capaces de ello, nuevamente, toca felicitarnos.

Y, finalmente, toca pasar a la acción. Si, por ejemplo, somos una persona muy introvertida y con una timidez alarmante, quizás vaya siendo el momento de comenzar a salir de la cueva. Como siempre decimos, no conviene hacerlo de golpe. Debemos ser capaces de sostener lo que venga; si abrimos un melón demasiado grande se nos puede atragantar. Mejor vamos pasito a pasito. Seguramente, en el caso de un cinco es suficiente, para arrancar, con escribir a un@s cuant@s amig@s cercan@s y abrirles un poquito el corazón. Algo sencillo, pero que les saque de la zona de confort. Todos podemos dar un pasito más; lo importante es tener claro en qué dirección darlo. Para ello, el autoconocimiento desde la herramienta del eneagrama es maravilloso y facilita mucho el camino. Eso sí, hay tener claro que en el viaje hacia uno mismo vienen curvas y pasaremos por momentos delicados.

En gran parte, de nosotros dependerá la manera en que nos enfrentamos al dolor y a su habitual compañero de viaje: el sufrimiento.

En palabras de Jeff Foster:

«(…) El dolor puede destruirte o puede centrarte. Puede sumergirte en el sueño y la depresión, o puede despertarte. Te puede convertir en una víctima, o puede ayudarte a sentir más poderoso, más alineado, más conectado que nunca con tu vida verdadera. No estoy diciendo que debas intentar que te guste tu dolor. Eso es poco realista. No estoy diciendo que te conviertas en un masoquista o en un intrépido guerrero. Eso es innecesario. No estoy diciendo, incluso, que debas dejar de ir con el doctor o con el sanador, con el terapeuta o con algún amigo que pueda ayudarte, que te ofrezca otro punto de vista con respecto a la razón de tu dolor. Te estoy pidiendo que escuches tu dolor para encontrar la inteligencia que hay allí. Que salgas de todas esas complicadas historias basadas en el miedo que envuelven tu dolor. Que dejes de pensar tanto en tu dolor, y optes por un poco de dulzura, y exploración. La aceptación no puede hacer que tu dolor empeore. Sólo te puede llevar hacia lo más profundo del inmenso misterio del sanar. Y algún día, no muy lejano, podrás ver en retrospectiva y agradecer a tu dolor por haber tenido la capacidad de mantenerte firme, curioso, abierto. Podrás darte cuenta que tu dolor no era un obstáculo en tu camino – que era realmente tu camino, y tu más grande maestro-.»

Vernos desde la sombra implica dejar de idealizarnos y contarnos verdad. Llegados a este punto, conviene recordar que la bella mariposa en su día fue tan sólo un gusano y que tuvo que hacer mucho el capullo para llegar a transformase en lo que hoy es.

Como apunta el psicoterapeuta Jordi Santamaria: «(…) Si no se atraviesa el dolor enterrado que nos condiciona, seremos esclavos de él sin saber quién nos domina siempre la existencia en último término. La gran travesía por el dolor de las entrañas. Mucho menos horrorosa de lo que tememos con pánico. Y así darnos cuenta de nuestra constante evitación, para aceptar algo de nosotros mismos asociado a un íntimo y respetable dolor. Irlo desactivando nos libera, y nos transforma. Hace más ancha la vida y hace tolerar mejor la incertidumbre. El miedo se va recubriendo de confianza y serenidad.«

Esta gran travesía es la que nos lleva a des-identifcarnos del personaje. Pero, mientras tanto, vivimos pegados a un ego que confundimos con nuestro verdadero yo (más sobre el ego por aquí).

 

Esto  es lo que Claudio Naranjo llama el “oscurecimiento óntico”. Nos negamos ver nuestra esencia y, por tanto, nos cortamos la posibilidad de brillar desde lo que son nuestros verdaderos talentos. Esta ceguera vital queda en evidencia en el proceso terapéutico. No es la única vía para ello, pero, sin duda, es una de las más eficaces. En este sentido, el médico psiquiatra, psicólogo y gran terapeuta Irvin D. Yalom insiste en la importancia de tener claro que esto no va de que el terapeuta haga nada especial sino de lo que él es capaz de facilitar. Es decir, se trata de allanar el camino para que el propio paciente encuentre su lugar en el mundo. Es muy difícil enseñar a amar alguien, pero sí es posible ayudar a quitar las barreras del camino que le impiden ser una persona amorosa y amable. Eso sí, para conseguirlo ambos tienen que ponerse el mono de trabajo, darse tiempo y saber que dejar de hacer las cosas como siempre es un salto en el vacío que no todos están dispuestos a dar. La buena mano del terapeuta también se nota en la hora de tratar a los diferentes tipos de personalidad. No se podrán hacer ciertas propuestas a un eneatipo siete en las primeras sesiones porque directamente se irá del proceso. También, es importante que el propio terapeuta haya hecho un proceso de transformación. Si, por ejemplo, se siente identificado con el eneatipo ocho, la terapia será una excelente oportunidad para mejorar su empatía y su cuidado al otro.

3.3 Asertividad y empatía.

“(…) También el terapeuta tiene que estar purificado y esto le permite que surja el impulso para el siguiente paso. Estos movimientos le llevan a soluciones que en determinados momentos sólo son posibles después de una comprensión, y las comprensiones son fruto de una larga disciplina y de la observación, y no se dan así como así. Si un terapeuta comprende los órdenes del amor, puede ver si un movimiento está o no en sintonía con ellos. No es suficiente que los clientes sigan su propio impulso. ” Bert Hellinger

El mito gestáltico que un terapeuta, por muy eneatipo ocho (o uno sexual) que sea, puede tratar a patadas o con mucha brusquedad a un paciente no se sostiene. Es tan sólo una opción y no es para todos los estómagos. Aun así, Claudio Naranjo comentaba que la férrea mano de hierro de Fritz Perls (padre de la terapia Gestalt), a pesar de la crudeza de la misma, le vino de perlas en su crecimiento personal. Por eso, cada caso es un mundo, pero estaría bien no dar por buenas ciertas actitudes terapéuticas que muchas veces faltan al respeto de los pacientes. De ahí, a no ser confrontativos, claros y asertivos hay un un mundo.

Siguiendo con el maestro chileno, Claudio Naranjo afirma en su maravilloso libro de Carácter y Neurosis:  «Dondequiera que el «ser» parezca estar, no está, y el ser sólo puede hallarse de la forma más improbable: mediante la aceptación del no-ser y de un viaje a través del vacío.» 

Con todo ello, nos gustaría terminar esta reflexión poniendo en valor a los muchos terapeutas que hemos conocido, que más allá de sus precisos conocimientos terapéuticos, se han puesto al servicio desde el cariño, cuidado y empatía. De hecho, nos sentimos muy afortunados de haber pasado por las manos de gente tan grande en lo suyo tanto en en el proceso SAT, como en Río abierto o en la formación Gestalt.

Y más allá de ir a terapia (o no), siempre podemos dedicar tiempo para nosotros mismos. Tiempo para meditar, tiempo para la auto-observación, tiempo para buenas lecturas sobre estos temas. Todo ello, con coste cero, nos ayudará a estar mejor y vivir la vida con más plenitud.

Si estás buscando un acompañamiento o comenzar un proceso terapéutico a la luz del eneagrama, echa un ojo por AQUÍ.

Te va  a gustar:

LA DIMENSIÓN ESPIRITUAL DE LA PSICOTERAPIA Y EL NUEVO CHAMANISMO (pdf)

Por Claudio Naranjo

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Libro recomendado

El don de la terapia Irvin D. Yalom

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Autor: Agnieszka y Lorenzo de Haiki

 

4 comentarios en “Eneagrama y terapia.”

  1. Puri Izquierdo

    Hola, aunque el curso me parece interesante, estoy un poco cansada de hacer formacion y dispongo de poco tiempo, pero le llevo dando vueltas a hacer terapia y me gusta mucho lo que dices, resuena mucho conmigo, conecto con tus palabras.
    No se si haces terapia, querría saber si es posible.
    Si no me equivoco soy un E1 ala 2
    Me cuesta la meditación, la relajacion, parar.. escuchar mi cuerpo…

      1. Solo quiero enviarte mis más sinceras felicitaciones por la calidad del contenido que comparten con tanto cariño. Se puede leer tu calidad humana aun a la distancia, que genial que compartan su viaje, mis mejores deseos para ustedes. Gente como vosotros iluminan la obscuridad de este mundo. Un fuerte abrazo desde México

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