Recopilamos testimonios de nuestros personajes más miedosos.
Veremos con detalle la búsqueda de seguridad, su relación con la duda y su eterna angustia vital.
También el camino de evolución.
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Testimonio 1 del E6:
«Durante toda mi infancia mies esfuerzos se centraron en ser un niño bueno. Mis notas siempre fueron buenas, nunca me metía en grandes líos y me gustaba mucho hacer deporte. Mis padres eran ambos bastante escrictos y controladores. No tenía mucha libertad y a la que me salía del guión, me llegaba de inmediato el castigo. No eran castigos muy extremos pero sí muy continuos. Recuerdo que siempre estaba pensando en jugar a fútbol. Me gustaban todos los deportes de equipo y aunque era de los buenos del equipo, nunca terminaba de destacar demasiado. En general, a lo largo de mi vida, he ocupado muy bien la posición de amigo del fuerte, amigo del jefe, amigo de la chica que me gustaba. Pero me costaba la vida pasar a un primer plano.
En la universidad me volví más disciplinado todavía. Comencé una una ingeniería y, aunque no me terminó de apasionar, la terminé con mucha disciplina. De hecho, me volví muy estricto con mis horarios y siempre tenía todo muy ordenado. A mis compis de clase les hacía mucha gracia mi manía por el orden. Me gustaba, y me gusta, tener todo bajo control. En este momento, me entraron mil dudas sobre mi futuro profesional y cuando menos me lo esperaba, me animé a hacer ciencias del deporte. Así que, encontré un trabajo de medio jornada en una ingeniería y comencé con lo que veía que podía ser mi vocación.
Durante estos años, me puse muy en forma y me obsesioné con tener una alimentación muy sana. Tan sana que me volví obsesivo con el tema. Además, andaba aleccionando a mis amigos sobre qué y cómo comer. Cuando terminé estos estudios, tampoco tenía claro qué quería hacer; pero, sabía que la ingeniería no era lo mío. Bueno no es que no lo fuera, se me daba bien y mis jefes estaban felices conmigo, pero yo sentía que me apagaba en este trabajo. Por ello, lo dejé. Fue un acto que me llevó mucha ansiedad. Estuve varios meses muy nervioso porque no veía por dónde quería ir en mi vida. Sentía la presión de la familia por seguir en lo conocido y seguro. La cuenta corriente siempre estuvo bien llena, pero, por aquel entonces, comenzaba a bajar y esto me daba mucha frustración.
Estuve un año que no sabía qué hacer con mi vida. Eso sí, el gimnasio y las artes marciales ocuparon gran parte de mi día a día entorno a los 30 años. Cada vez estaba más fuerte y comencé a imaginarme gestionando un gimnasio. De hecho, estuve a punto de meterme con unos amigos a montar uno; pero, justo entonces, aparecieron unos cursos para ser coach. Los hice y me gustaron. Luego llegó una formación más seria y la PNL.
Desde hace 5 años, venciendo todos mis miedos, me lance a una nueva aventura: ahora soy coach para gente que se quiere poner en forma. He conseguido unir mis dos pasiones y, de momento, ahí sigo. Muchos días, me entran dudas y quiero volver a lo seguro; pero, es entonces cuando me pongo más valiente y sigo adelante. El coraje, por primera vez en mi vida, se ve con claridad en mi vida. También he comenzado con una chica y esto me pone muy contento. De momento, todo va despacito pero me da que de aquí va a salir algo muy bueno. Me hace sacar mi parte más loca y payasa y !esto es algo que no es fácil!! En la convivencia, siento que todavía me pongo muy tenso y quiero que todo se haga a mi manera. Y entender que mi manera solo es una posibilidad está siendo un aprendizaje.
El futuro lo imagino con menos culpa y con más placer en mi vida. Cuando me suelto un poco enseguida me siento culpable. Es como si tuviera un juez interno muy severo. Tan severo que no me deja conectar con un mundo interior que sé que está pero que no lo termino de contactar. En algún retiro, a base de dejar la cabeza fuera de la sala, sí consigo conectar con mi cuerpo, saber lo que siento. Pero es algo muy puntual y sé que mi camino va por ahí. Por sentir más y pensar menos.»
S.E
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Testimonio 2 del E6:
«Nací en un pueblo pequeño y mi infancia la recuerdo en un contacto permanente con la naturaleza . Aun hoy, si un fin de semana no vuelvo al pueblo, es como si me faltara algo. Mis padres trabajaban de sol a sol en el campo y además tenían una carnicería que llevaban con más familia. Los recuerdo siempre preocupados. Mi madre caía cada tanto enferma; así que, desde muy pequeño, aprendí a no molestar. No tenía a quién reclamar nada pues las atenciones eran las justas. Mi hermano era bastante violento; nos queríamos mucho, pero no era fácil la convivencia. Yo era el pequeño y se puede decir que si no recibía un torta de mamá, me caía una bronca de papá. En el colegio tenía amigos y sacaba buenas notas. Jugaba en el equipo de fútbol y en la adolescencia tuve muchos problemas por una timidez excesiva. Lo pasaba fatal y me moría de vergüenza. Cada vez que un profesor me hacía salir a la pizarra me ponía rojo como un tomate y el corazón parecía que me fuera a explotar.
Durante muchos años esta sensación me acompañó y me limitaba mucho. Me gustaba leer, jugar a videojuegos y, sobre todo, estar con los amigos. Si había algún problema en el grupo me replegaba. Me costaba mucho encarar cualquier tipo de conflicto. Cuando tuve que elegir carrera, me pudo el miedo y busqué la seguridad de una carrera con futuro. Estudié Económicas y me fue bien, pero yo quería haber estudiado algo mucho más «humano». Por suerte, nunca es tarde y ahora estoy terminando Psicología a distancia. Tuve varias novias durante la carrera y lo pasaba fatal cuando la relación terminaba. Siempre me decían que era muy frío y que no me entregaba. Y es cierto, durante estos años tuve una tremenda desconfianza en el mundo. No sentía que podía abrirme de verdad. Siempre había un límite. Si la otra persona quería saber demasiado de mí, yo me sentía invadido. Por suerte, más adelante, haciendo la formación de Gestalt, conocí a la que hoy es mi mujer. No ha sido una relación fácil; pero, vamos de la mano aprendiendo y mejorando. Ella es muy intensa y demandante y, eso mismo, me da mucha vida y, a la vez, me cuesta bastante. Hace seis años tuvimos nuestro primer hijo, mientras yo todavía trabajaba en el banco. Fueron dos años muy difíciles. Yo estuve muy ausente y mi mujer estuvo a punto de dejarme. Luego nació nuestro segundo hijo y, al poco, el primero enfermó gravemente. Fueron meses durísimos. Casi lo perdemos. No he vivido nunca tanto dolor. Y tampoco tanta alegría como cuando se fue recuperando. Durante este tiempo, pedí excedencia en el banco y me entregué en cuerpo y alma a la familia.
La vida me dio este regalo envenenado. Gracias a ello, pude aprender a valorar lo importante y decidí no volver al banco. Ahora vivimos más humildemente, pero tengo todo el tiempo para mí y para mi familia. Además, he hecho muchas formaciones del mundo de crecimiento personal y ya estoy comenzando a trazar mi futuro profesional por estos nuevos mundos. Es toda una aventura, pero no me faltan ganas e ilusión. También, es cierto que ,echo de menos la seguridad del banco, pero, la incertidumbre no me para. Sé que no será fácil y no descarto tener que volver a un trabajo fijo, pero ahora tengo la energía puesta en intentarlo. Mi mujer me apoya y tengo fe en que puedo ayudar a otras personas a aprender a vivir mejor. Quizás no tengan que sufrir tanto como he sufrido yo para llegar a conocerme un poco.»
Miguel E. M.
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