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El RECONOCIMIENTO en los Eneatipos

Aunque bien sabemos que el eneatipo con más ansia de reconocimiento es el eneatipo 3, nuestros vanidosos no tienen la exclusividad. Son los que más lo buscan; pero, como vamos a ver, nadie está libre de esta búsqueda.

Lo que sí varía es la intensidad y el tipo de reconocimiento. Es decir, mientras a un vanidoso le va la vida en ser visto y reconocido, otros tipos de ego se la juegan por otro lado; pero, igualmente, en algún grado, buscan ser vistos. Además,  la forma que tenemos de buscar este reconocimiento tiene que ver directamente con nuestro eneatipo.

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1 Qué es la búsqueda reconocimiento

Todos necesitamos sentirnos vistos y valorados. Es humano. Saber que nuestras acciones tienen un cierto impacto y que somos importantes para otros alimenta nuestra autoestima y nos conecta con el mundo.
Pero esta necesidad de ser vistos, cuando se convierte en parte estructural de nuestra identidad, ya no es simplemente humana: es una señal clara de identificación con el personaje del ego. Si esto no se nos va de las manos —decimos— no tiene nada de neurótico. Pero el ego no nace solo de los excesos, sino del miedo más profundo a no ser nada sin ese reflejo externo.

Cuando esta necesidad se vuelve excesiva, cuando el deseo de agradar, destacar o ser admirados se transforma en una condición para sentirnos bien con nosotros mismos, estamos entrando en una trampa psicológica. En palabras de Claudio Naranjo: “el sentimiento de desvalor no puede dejar de ser un reconocimiento de la vieja herida que ha dado lugar a una sobrecompensación neurótica”. Este reconocimiento, lejos de ser algo que nos libera, nos encadena: es una mirada hacia fuera que busca llenar un vacío interno que no se resuelve con aplausos ni con “likes”.

De hecho, más allá de nuestro tipo de ego, nuestros tiempos de instagram nos potencian esta parte patológica. Y la cultura, sin saberlo, celebra máscaras como si fueran verdades. Muchas personas, al crecer, aprenden a adaptarse a lo que los demás esperan de ellas. No por autenticidad, sino por supervivencia emocional. Complacer, rendir, provocar admiración… todo con tal de sentirse alguien en la mirada del otro.

Pero vivir para ser visto termina desconectándonos de lo que somos. O más exactamente: nos anestesia, nos duerme. Nos convertimos en personajes que han olvidado el contacto con su alma a cambio de ser aceptados. Esta búsqueda excesiva muchas veces tiene que ver con que de pequeños no recibimos este mínimo de validación por parte de papá y mamá. Muchas veces, fuimos vistos por lo que hacíamos (o dejábamos de hacer) y esto hoy nos sigue afectando. Nos volvemos esclavos de la imagen, temerosos del rechazo y dependientes de una validación externa que nunca es suficiente.

El verdadero riesgo está en perderse a uno mismo. En vivir desde una máscara que promete amor, pero solo da agotamiento. Esta dinámica no solo deteriora nuestras relaciones o genera ansiedad: nos lleva a una tristeza sorda, a una desconexión vital.
En un proceso terapéutico profundo no se trata de “quitar el ego”, sino de reconocer con ternura esas heridas tempranas que nos hicieron sentir que no bastábamos.
Pero también, se trata de duelo. Sanar no es sentirse mejor. Es dejar morir lo que creímos ser.
Y desde ahí, aprender a valorarnos sin necesidad de brillar para los demás.
Sanar implica mirar de frente lo que nos dolió y dejar de pedir afuera lo que solo puede reconstruirse dentro.

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La búsqueda de reconocimiento en función del eneatipos:

2 La búsqueda de reconocimiento en función del eneatipos (resumen)

El reconocimiento en el eneatipo 2

El que seduce por conexión

Necesita ser reconocido por: SER NECESARIO

Autoconcepto: “Soy una persona generosa.”

Búsqueda neurótica:  Ser necesario para recibir amor

El reconocimiento en el eneatipo 3

El que vende logros

Necesita ser reconocido por: SER VALIOSO

Autoconcepto: “Soy lo que logro.”

Búsqueda neurótica: Destacar.

El reconocimiento en el eneatipo 4

El que vive para ser único

Necesita ser reconocido por: SER ESPECIAL

Autoconcepto: “Soy una persona incomprendida.”

Búsqueda neurótica: Ser diferente para compensar la sensación de carencia.

El reconocimiento en el eneatipo 5

El que se protege con distancia

Necesita ser reconocido por: SER AUTOSUFICIENTE

Autoconcepto: “Soy una persona autónoma y sabia.”

Búsqueda neurótica: Independencia para no depender de nadie.

El reconocimiento en el eneatipo 6

El que busca certezas

Necesita ser reconocido por: SER PREVISOR

Autoconcepto: “Soy una persona controladora y responsable.

Búsqueda neurótica: Seguridad

El reconocimiento en el eneatipo 7

El que vende alegría.

Necesita ser reconocido por: SER ENTUSIASTA

Autoconcepto: “Soy una persona vital”

Búsqueda neurótica: Evitar el dolor a través de la distracción y los estímulos.

El reconocimiento en el eneatipo 8

El que vende dominio

Necesita ser reconocido por: SER PODEROSO

Autoconcepto: “Soy una persona segura de sí misma. Nada ni nadie puede conmigo.”

Búsqueda neurótica: controlar desde la fuerza.

El reconocimiento en el eneatipo 9

El que desaparece para no molestar

Necesita ser reconocido por: SER TRANQUILO

Autoconcepto: “Soy una persona buena y calmada. No molesto a nadie”.
Búsqueda neurótica: evitar conflictos y no exigir demasiado.

El reconocimiento en el eneatipo 1

El que impone justicia

Necesita ser reconocido por: SER ÍNTEGRO

Autoconcepto: “Soy una persona moral. Sé cómo deberían hacerse las cosas”.
Búsqueda neurótica: Ser bueno evitando el error. Tener la razón.

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3 La búsqueda de reconocimiento en función del eneatipos (versión extendida)

El reconocimiento en el eneatipo 2

El que seduce por conexión

Necesita ser reconocido por: SER NECESARIO

Autoconcepto: “Soy una persona generosa.”

Búsqueda neurótica:  Ser necesario para recibir amor

El eneatipo 2, tan identificado con el orgullo, muchas veces tiene, curiosamente, como punto ciego esa misma pasión. Muchos E2 se reconocen en este patrón, pero no terminan de ver el trasfondo real de su orgullo. En sus versiones más neuróticas, tampoco captan que su aparente generosidad puede funcionar más como estrategia que como entrega auténtica. Tienden a verse como altruistas por naturaleza, sin advertir que su dar está muchas veces teñido de manipulación emocional. Salvar a los demás suele ser uno de sus introyectos.

Si les preguntamos por su búsqueda de reconocimiento, probablemente reaccionen con cierto desprecio, como si no fuera con ellos. Incluso pueden sentirse ofendidos, como si cuestionar su “bondad” fuera una falta de respeto. Pero esta negación es parte estructural del personaje: se escudan en una entrega supuestamente desinteresada.

La realidad, sin embargo, es muy distinta: el E2 necesita ser visto como alguien indispensable, capaz de salvarnos cuando lo necesitemos -o incluso sin necesidad-. En su imaginario profundo, ser imprescindible para los demás es lo que justifica su valor y existencia. Quieren ser reconocidos como quienes conectan genuinamente con las personas. Aunque otra cosa es que realmente lo sean. Esa imagen de «cuidador ideal» puede alejarlos de sus propias necesidades, que suelen estar reprimidas o proyectadas.

Claudio Naranjo lo expresa con claridad: “En éste tipo de ego, es fundamental la estrategia de dar, al servicio tanto de la seducción como de la autoelevación… La persona adula a aquellos que, por proximidad, satisfacen su orgullo y desdeña a la mayoría de los demás con superioridad altiva” .

En ese sentido, su entrega muchas veces funciona como un mecanismo de seducción encubierta: te doy para que me necesites, te ayudo para que no me ignores, te salvo para que me reconozcas (y me debas una). Y cuando no reciben el agradecimiento esperado, es habitual que surja el resentimiento, aunque no siempre puedan admitirlo.

El reconocimiento en el eneatipo 3

El que vende logros

Necesita ser reconocido por: SER VALIOSO

Autoconcepto: “Soy lo que logro.”

Búsqueda neurótica: Destacar.

Nuestros vanidosos son, sin duda, los especialistas del eneagrama en la búsqueda de reconocimiento. Necesitan ser vistos y validados constantemente, y en su versión más neurótica, si no reciben ese reconocimiento, se enfrentan a un inmenso vacío interior. De hecho, incluso cuando lo obtienen, suele no ser suficiente: siempre quieren más. En consecuencia, harán más para conseguirlo. Es como un pozo sin fondo; una satisfacción que nunca termina de calmar su ansiedad por destacar.

De una forma u otra, quieren ser vistos como personas eficaces y eficientes.

Gran parte de este reconocimiento que sí suelen obtener es pan para hoy y hambre para mañana. No se asimila internamente, porque su sistema de valores está basado en la apariencia más que en la autenticidad. Por eso, apenas pasa el efecto de haber sido admirados o reconocidos, ya sienten que deben volver a rendir, a impresionar, a demostrar. Este esfuerzo incesante puede llevarlos a una desconexión emocional profunda, donde sus acciones ya no responden a lo que sienten o desean, sino a lo que creen que les dará valía ante los ojos de los demás.

Además, en función del subtipo, buscarán un tipo de reconocimiento más estruendoso o más silencioso. El subtipo social tenderá a buscar logros visibles y medallas sociales; el sexual, a impactar emocionalmente con carisma o atractivo (complaciendo excesivamente); el conservación, a sostenerse desde un hacer eficiente, sin llamar tanto la atención, pero esperando recibir la palmadita en la espalda.  Como explica Claudio Naranjo: “Más que una falta de veracidad en relación a los hechos […] hay en la vanidad una falta de veracidad en relación a los sentimientos y una simulación”.

Esto nos lleva a comprender que su drama no es solo querer ser vistos, sino no saber quiénes son más allá de la imagen. Su mundo interno se organiza alrededor de un «yo ideal» que debe encarnar para sentirse digno. Por eso, en contextos donde no pueden destacar o donde sienten que otros brillan más, tienden a experimentar frustración, comparación o desconexión de sí mismos. 

El camino de transformación del eneatipo 3 pasa precisamente por soltar esa imagen idealizada y aprender a habitar su autenticidad, con todo lo que ello implica: errores, dudas, pausas. Solo cuando se permiten dejar de actuar un personaje exitoso, pueden descubrir una dignidad más profunda y estable, que no depende de lo que logran ni de cómo son vistos, sino de ser simplemente quienes son.

El reconocimiento en el eneatipo 4

El que vive para ser único

Necesita ser reconocido por: SER ESPECIAL

Autoconcepto: “Soy una persona incomprendida.”

Búsqueda neurótica: Ser diferente para compensar la sensación de carencia.

Son personas que muchas veces navegan en el fango de las emociones. Desde edades tempranas, sienten que algo esencial les falta, que el mundo reparte abundancia a otros, pero los deja a ellos vacíos. Conectados intensamente con la carencia, lo poco o mucho que les llega parece caer en saco roto, pues nunca termina de llenar un vacío existencial más profundo. Y es precisamente desde esta vivencia de insuficiencia que se desarrolla en ellos una búsqueda intensa por ser reconocidos como únicos y especiales. No son los únicos que se sienten así, pero ellos no pueden ser reconocidos como uno más. Ser uno más es vivenciado como una tragedia emocional; no pueden aceptar ser parte del sistema sin destacar por su diferencia, su intensidad o su profundidad. De ahí su lucha: que su sufrimiento sea visto, que su diferencia sea validada, que su singularidad no pase desapercibida. De hecho, podríamos decir que más por ser vistos como especiales, lo que, en realidad, buscan a toda costa es huir de lo vulgar. 

Buscan ser vistos como personas sensibles, como almas profundas, capaces de sentir lo que otros no pueden sostener.

Nuestros envidiosos son emocionalmente intensos, y como tales, les gusta ser vistos. Están en las antípodas de lo superficial y banal.  Es más, rechazan muchas situaciones en las que intuyen que las conversaciones no serán  profundas. Esa intensidad emocional, que para otros puede ser exagerada o dramática, para ellos es una forma de autenticidad. Su identidad se construye en torno a la tristeza, la melancolía y una cierta exigencia hacia la vida y los demás. Y es que un E4 vive en la contradicción: quiere todo, pero siente que no tiene nada. Percibe un ser valioso dentro de sí, pero a la vez carga con una convicción íntima de estar dañado, roto o inadecuado. Todo en ellos es polar, extremo, paradójico.

Incluso cuando reciben atención, a menudo no la registran como suficiente, o la desprecian porque no es exactamente como esperaban. Sienten que nadie puede comprender del todo la complejidad de su mundo interno, y eso alimenta aún más su sensación de soledad y diferencia. Y con todo esto salen al mundo, envueltos en un halo de sensibilidad y dolor, esperando ser reconocidos por todo lo explicado: por su complejidad, su emotividad, su mirada singular. Necesitan que alguien vea detrás de sus máscaras tristes, que reconozca no solo su herida, sino también su belleza. Pero para que eso ocurra, a menudo deben dejar de aferrarse a esa imagen de ser únicos por su dolor, y abrirse a la posibilidad de ser simplemente humanos.

El reconocimiento en el eneatipo 5

El que se protege con distancia

Necesita ser reconocido por: SER AUTOSUFICIENTE

Autoconcepto: “Soy una persona autónoma y sabia.”

Búsqueda neurótica: Independencia para no depender de nadie.

Es uno de los tipos de ego que menos busca el reconocimiento de forma explícita. De hecho, en determinados momentos, les puede dar exactamente igual lo que los demás piensen de ellos. Recordamos que, sorprendentemente, en los avariciosos de sí mismos hay una especie de orgullo encubierto, una autosuficiencia que se refugia en el saber como fuente de seguridad existencial. En cualquier caso, puestos a elegir, querrán ser vistos y reconocidos como personas independientes, competentes, que saben mucho de algo. Suelen cultivar una imagen de persona culta, reflexiva y, en apariencia, equilibrada. Sin embargo, este supuesto equilibrio emocional es más una desconexión que una armonía real. En realidad, están profundamente disociados del cuerpo y del sentir, y visten esta distancia con un manto de serenidad que muchas veces resulta engañoso, tanto para los demás como para ellos mismos.

Les gusta ser percibidos como alguien lógico y analítico; es decir, se refugian en la lógica como una manera de no sentir, y esperan ser valorados por su lucidez más que por su presencia emocional.

Con ello consiguen materializar su plan vital: mantenerse al margen del mundo, crear una distancia constante entre ellos y el resto. En su estado neurótico habitual aislarse del mundo viene a ser su plan sin fisuras.  Como si fueran observadores de una película en la que no quieren actuar. Se protegen del dolor, de la necesidad y del juicio de los otros, refugiándose en la mente como una fortaleza inexpugnable. Este rechazo anticipado del deseo de ser vistos no implica que no lo tengan, sino que han aprendido a no expresarlo. Y como no esperan recibir, tampoco se arriesgan a mostrarse. El E5 muchas veces renuncia al vínculo antes de que exista. Su estrategia no consiste en sobresalir, sino en protegerse. Pero en el fondo, también anhelan que se reconozca su singularidad, su profundidad intelectual, su autonomía.

En su forma menos neurótica, este tipo puede ofrecer una sabiduría profunda, una mirada aguda que, si se atreve a mostrarse, puede ser enormemente transformadora para los demás. De hecho, conviene recordar que su virtud, curiosamente, termina siendo la generosidad. Una generosidad real, no como la del E2, en la que compartir aunque tan solo sea un poco de todo lo que sabe, es una maravilla.  Pero para eso, necesita dar un paso al frente, romper el silencio protector y asumir el riesgo de estar presente.

El reconocimiento en el eneatipo 6

El que busca certezas

Necesita ser reconocido por: SER PREVISOR

Autoconcepto: “Soy una persona controladora y responsable.

Búsqueda neurótica: Seguridad

Son personas que neuróticamente venden una seguridad que, en realidad, no tienen. Construyen un personaje inflado de certidumbre porque, precisamente, lo que no soportan es que el mundo es un lugar profundamente incierto. Para no vivir sometidos a ese vértigo interno, se parapetan detrás de estructuras firmes, ideas sólidas o vínculos jerárquicos. Si estas referencias son para ellos fiables se pueden volver muy obedientes, como una especie de soldados leales y dependientes. La duda que los habita es tan estructural que no pueden permitirse mostrarla; por eso, el personaje que presentan es justo lo opuesto a su fragilidad.  Eso sí, si las referencias que dieron por buenas, fallan, se mostrarán ambivalentes y pueden entrar en pánico interno. Desde ahí, intentan controlar la vida en todos sus frentes. La búsqueda de normas, figuras de autoridad o sistemas cerrados les permite tener esta sensación de que el caos no va a devorarlos. En el fondo, buscan un refugio frente a su ansiedad. Su necesidad de seguridad los vuelve altamente reactivos frente a todo lo que perciben como amenazante.

Buscan ser vistos como personas sensatas y cumplidoras.

Quieren ser reconocidos como personas que controlan la situación. Aunque por dentro no lo sientan, hacen lo posible por mostrar firmeza. En función del subtipo, esta apariencia puede tomar formas muy distintas: algunos buscan parecer inofensivos, incluso dóciles, para no provocar el ataque de nadie. Otros, en cambio, se presentan como figuras intimidantes, como si dijeran “mejor no te metas conmigo”. Esta estructura interna crea una doble tensión: por un lado, el miedo a la traición o al castigo los vuelve hipervigilantes, y por otro, su dificultad para confiar les hace cuestionar incluso a quienes más admiran. Por eso, su forma de buscar reconocimiento pasa también por la lealtad forzada, por mostrar fiabilidad y compromiso como una forma de comprar seguridad afectiva o social.

En su versión más centrada, el E6 puede convertirse en alguien que reconoce y elabora su miedo, volviéndose realmente valiente: no por ausencia de temor, sino por su capacidad para actuar a pesar de él. Pero mientras el miedo los gobierna, su necesidad de ser vistos como fuertes, confiables o peligrosos es solo una defensa ante la incertidumbre que nunca logran domesticar del todo.

El reconocimiento en el eneatipo 7

El que vende alegría.

Necesita ser reconocido por: SER ENTUSIASTA

Autoconcepto: “Soy una persona vital”

Búsqueda neurótica: Evitar el dolor a través de la distracción y los estímulos.

Nuestros especialistas en la seducción intelectual buscan ser reconocidos por varios motivos. Uno de ellos es ser el alma de la fiesta. Otro podría ser que, cuando pienses en ellos, tengas claro que siempre habrá un plan estimulante para hacer. En general, quieren que se les perciba como personas encantadoras, chispeantes, resolutivas y, sobre todo, capaces de convertir la vida en una experiencia fascinante. Su excesiva tendencia a la euforia le lleva a desconectarse de su verdadera realidad.

Buscan ser vistos como personas entusiastas.

Los E7 quieren ser reconocidos como alguien brillante, vibrante y lleno de vida. Pero ese entusiasmo puede convertirse en una máscara detrás de la cual se oculta una profunda desconfianza en la vida tal y como es. Si no hay intensidad, novedad o expansión, sienten que algo está mal, o peor aún, que ellos mismos están mal.

En función del subtipo querrán ser percibidos como los amigos de sus amigos, los que siempre tienen estimulante por hacer o los niños buenos del eneagrama.

Todo esto, sin embargo, esconde su problema con el compromiso y su necesidad neurótica de huir del dolor. Evitan como pueden el contacto con su propia tristeza, frustración o vacío existencial. Por eso, se arman con una batería de ideas, planes, alegría y ligereza. No les cuesta brillar en lo social, pero eso no significa que se sientan conectados internamente. Más bien, han aprendido a usar su energía como distracción. Claudio Naranjo aporta un matiz muy revelador: “El entusiasmo del eneatipo VII es un mecanismo de defensa contra la frustración: la hiperactividad de este carácter sirve para evitar tanto el vacío como el contacto con el sufrimiento” 

Así, su necesidad de reconocimiento no es tanto por lo que hacen, sino por lo que aparentan no necesitar: dolor, apego, lentitud. En el fondo, están pidiendo que alguien vea a través del espectáculo y los reconozca incluso cuando no están sonriendo. Pero como no se dan ese permiso, tampoco lo esperan de los demás. Y es que, detrás de tanta brillantez, suele haber un niño triste y asustado, que tuvo que fingir una vida de color de rosa para sobrevivir. Una infancia donde tal vez se sintió emocionalmente solo, incomprendido o no escuchado, y que resolvió huyendo hacia el mundo de las ideas, las fantasías y el optimismo forzado.

El camino del E7 pasa por volver al cuerpo, asumir un cierto aburrimiento, permitir la frustración. Solo entonces puede comenzar a habitar una alegría más auténtica, ya no basada en la negación del dolor, sino integrada con la vida en su totalidad. Con ello, tendrá más opciones de comprometerse, no solo con las personas sino también con los proyectos. Cuando nuestros golosos son conscientes de que ir de flor en flor no es la única opción, comienzan a vivir con una nueva serenidad que les puede traer una paz interna antes desconocida.

El reconocimiento en el eneatipo 8

El que vende dominio

Necesita ser reconocido por: SER PODEROSO

Autoconcepto: “Soy una persona segura de sí misma. Nada ni nadie puede conmigo.”

Búsqueda neurótica: controlar desde la fuerza.

Nuestros personajes más feroces quieren ser vistos como tales. Personas contundentes que no tienen miedo a nada, o al menos así quieren parecer. Hacen del control una virtud y de la fuerza un estandarte. En su universo interno, mostrarse vulnerable es igual a quedar expuestos, y eso equivale a estar en peligro. Buscan dominar y controlar, y para ello rechazan su propia vulnerabilidad y también la del otro. No toleran la debilidad en quienes los rodean, pues les recuerda la fragilidad que ellos mismos no pueden permitirse sentir. Su defensa es la ofensa, su protección es el ataque. Por eso, muchas veces se confunden poder con dureza, y coraje con agresividad excesiva

Con este plan, despliegan un exceso de testosterona y agresividad que los lleva a ser más temidos que respetados. Imponen presencia, a veces con tan solo entrar en una habitación. Pero esa presencia, muchas veces, se construye sobre la represión de emociones más blandas y delicadas. La sensibilidad queda excluida, como si no fuera compatible con la supervivencia. Este blindaje los protege, sí, pero también los aísla. Porque en su intento de no ser dañados, terminan alejándose del amor real y de la conexión con los otros. Su mundo se convierte en una batalla permanente, donde todo se mide en términos de fuerza, poder y resistencia. Por eso, quieren ser reconocidos como personas potentes, autosuficientes, incorruptibles. Ser alguien que nadie pueda derribar.

Este escenario con tanto fuego cruzado les lleva a mantener una imagen de poder constante. Una imagen que gasta muchos recursos, tanto físicos como emocionales. Estar siempre al frente, anticipar las amenazas, defender el territorio… implica vivir en tensión. Y esa tensión impide que se relajen, que se entreguen, que bajen la guardia. Lo trágico de esta estrategia es que termina desconectándolos de la ternura, de la dulzura, de esa parte suya que también necesita ser cuidada y reconocida. Bajo el personaje del fuerte habita un niño que, quizás muy pronto en la vida, entendió que ser blando era un lujo que no podía permitirse.

Cuando un E8 comienza a confiar, a permitir grietas en su coraza, el mundo deja de ser un campo de batalla. Entonces puede aparecer una autoridad natural, no basada en el miedo, sino en el respeto profundo que despierta quien se muestra tal como es. Para todo ello, es necesario que se reconecten con su niño interno y puedan expresar sus emociones.

El reconocimiento en el eneatipo 9

El que desaparece para no molestar

Necesita ser reconocido por: SER TRANQUILO

Autoconcepto: “Soy una persona buena y calmada. No molesto a nadie”.
Búsqueda neurótica: evitar conflictos y no exigir demasiado

Nuestros perezosos de sí mismos, especialistas en fingir calma, buscan ser reconocidos como seres en paz. ¿Y por qué su calma no es real? Porque es una calma que viene de evitar el conflicto y, como tal, siempre que intentamos evitarlo, termina reproduciéndose ese mismo conflicto en nuestro interior. De ahí la tendencia del E9 a narcotizarse y olvidarse de sí. En cualquier caso, ellos suelen ser vistos como seres bonachones, siempre dispuestos a echar una mano y a conciliar si fuera necesario. Esto, que puede sonar medio bien, en realidad esconde su masoquismo y la desconexión con una mínima agresividad que les ayudaría a poner límites. Viven a menudo plegándose a los deseos del entorno, como si quisieran pasar desapercibidos para no molestar, para no alterar el supuesto equilibrio externo.

Con todo ello, salen al mundo siendo personas aparentemente tranquilitas y calmadas. Pero esa calma es una superficie muchas veces rota por tensiones internas no reconocidas. Internamente, pueden estar llenos de contradicciones, rabia contenida o decisiones no tomadas; pero, prefieren no mirar hacia adentro. Por eso, su principal forma de lidiar con la vida es apagándose: dejando pasar, dejándose llevar, diluyéndose. Como señala Claudio Naranjo: “La pasión del eneatipo IX es la pereza, pero no una simple falta de actividad sino una ‘pereza existencial’, una desconexión del propio ser, una renuncia a la afirmación de sí mismo” 

Esta desconexión tiene consecuencias claras en su búsqueda de reconocimiento. No buscan brillar ni destacar; prefieren ser aceptados como parte del entorno sin sobresaltos. Les gustaría que los demás los vieran como buenos compañeros, fáciles, accesibles. Y es que ser vistos como “conflictivos” sería intolerable para su autoimagen. Por eso, uno de los mayores obstáculos del E9 es que no creen que tengan derecho a ocupar un lugar con fuerza. Su anhelo de ser reconocidos como tranquilos y sin problemas se convierte en una identidad cómoda, pero limitante. A menudo son reconocidos por lo que no hacen: no molestan, no interrumpen, no se enfrentan. Pero ¿qué pasa con lo que realmente desean, piensan o necesitan?

En su camino de desarrollo, el E9 necesita dejar de adaptarse por sistema y empezar a afirmarse con autenticidad. Es preciso que abandone la vida de grises que se acostumbró a llevar y ponga un poco de color. En vez de buscar la estrategia para pasar desapercibido, debe concentrarse en aparecer en escena, aunque sea por un ratito. Recuperar su energía vital, su deseo, su fuerza. Solo así podrán ser reconocidos no por su docilidad, sino por su presencia genuina: calmada, sí, pero también firme y viva.

El reconocimiento en el eneatipo 1

El que impone justicia

Necesita ser reconocido por: SER ÍNTEGRO

Autoconcepto: “Soy una persona moral. Sé cómo deberían hacerse las cosas”.
Búsqueda neurótica: Ser bueno evitando el error. Tener la razón.

Nuestros perfeccionistas ven el mundo desde la falta. Siempre hay algo que mejorar, y lo bueno —o lo peligroso— es que ellos saben cómo hacerlo. Incluso son capaces de ver en ellos mismos dónde está el error. De esta forma, están constantemente buscando que todo se haga de manera excelente. Obviamente, excelente según ellos. Y ahí está el problema. Todo es susceptible de mejora.  Son gente con muy buena voluntad, que quiere un mundo mejor, pero que no les gusta que las cosas se hagan de cualquier forma. Se han de hacer a su manera. Su idealismo y moralistmo se convierte en rigidez cuando la perfección, en vez de una aspiración, se transforma en un deber innegociable. Por ello, se venden como personas justas, buenas y que saben qué es lo correcto. Están seguros de que su verdad es la verdad y así quieren ser reconocidos. Su búsqueda de reconocimiento no pasa tanto por destacar, sino por ser vistos como referentes morales, personas íntegras, coherentes y responsables.

Este exceso de autoestima les lleva a madrear y padrear en exceso, como si tuvieran el deber de educar al mundo. Y eso, claro, los lleva con frecuencia a sentirse frustrados e inadaptados. ¿Por qué? Porque, aunque a ellos les parezca increíble, el mundo no está esperando un mesías que diga el camino a seguir. Viven atrapados en un conflicto interno entre su sano impulso espontáneo y la voz del deber. Y como no soportan fallar, se exigen a sí mismos incluso más que a los demás. De esta forma, es habitual que, a nada que esté nuestro E1 medianamente neurótico, le salga el tiro por la culata. Con ello, va a trasquilar y puede volver trasquilado. Es decir, salen al mundo a contar cómo hay que hacer las cosas y el mundo les recibe con una coz. Desde ahí, se desesperan porque no entienden cómo el mundo quiere seguir sumido en el caos en vez de acoger el orden y concierto que ellos prometen

Su imagen la mantienen a toda costa y por encima de todo. Ni siquiera la norma o la ley está por encima de ellos. Si ven clara su verdad, la intentarán imponer sin reservas. En el fondo, esperan ser reconocidos por su superioridad ética, por su dogmatismo e integridad, por su fidelidad a los principios… aunque eso los deje aislados y obsesionados con sus cosas de E1.

En el camino de centramiento del E1 tiene que poner el foco en el disfrute y la espontaneidad. Conectar con un cierto deseo genuino será importante. Y, sobre todo, para salir de su insoportable rigidez, ha de integrar para su vida el lema hacer las cosas “lo suficientemente bien”.

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Autores: Haiki

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