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El origen de la personalidad

La personalidad es esa careta que construimos en la infancia para poder sobrevivir al sistema. Con este personaje el niño intenta conseguir el máximo cariño y seguridad de sus personas de referencia o más cercanas.

Entender cómo se construye esta personalidad es importante para comprendernos en el aquí y ahora.

Si te interesa el tema, estás en el lugar adecuado.

1  Las figuras materna y paterna 

Cada vez está más claro que lo que nos ocurre en los primeros años de vida es decisivo en nuestra forma de ser actual. Venimos al mundo con un ADN vital al que llamamos temperamento.

Según la terapeuta Karen Horney: «Un componente genético que viene inscrito en nuestro ADN que se refiere más bien al tono vital del cual emerge el comportamiento que utilizaremos para hacer frente a los distintos hechos de la vida, que algunos denominan el temperamento».

Ahí, se marca si el niño apunta a extrovertido – introvertido o si huele a emocional – racional. A este temperamento se van sumando los acontecimientos de la vida y la relación con las figuras materna y paterna es decisiva en la consolidación del carácter. Desde la bionergética sabemos que éste queda definido entre los 7 y 9 años.

Según Wilhelm Reich, el carácter viene a ser: “el modo habitual y fijo de reaccionar el individuo ante situaciones conflictivas parecidas a las que se le presentaron en la infancia, en la que el miedo al castigo u otras penas obligaron al niño a disminuir su respiración, tensar su musculatura y limitar su actividad interna y externa para evitar la ansiedad que la expresión libre de sus sentimientos le acarreaba”.

«Aunque en el tiempo que pasamos en Arica en la segunda mitad del año 1970 no recibimos información teórica nueva, el íntimo conocimiento de los cuarenta y pico compañeros que estábamos allí contribuyó seguramente al hecho de que, como consecuencia del retiro profundamente transformador en soledad intercalado en ese período, pude de pronto empezar a ver la estructura de la personalidad de los demás de un modo semejante a como un buen caricato capta los trazos esenciales de los rasgos físicos de una persona. A este despertar de un «ojo clínico» debo todo cuanto he sido capaz de aprender acerca de los tipos de personalidad y sobre la personalidad en general a partir de entonces, y fue también determinante de la experiencia intelectual de un creciente amalgamamiento de cuanto información iba adquiriendo sobre el tema».

Claudio Naranjo

A partir de aquí la personalidad (suma de carácter y temperamento) va matizándose y al terminar la adolescencia somos lo que somos para siempre. Es decir nos identificamos con un eneatipo y este evoluciona pero NO cambia. El eneatipo es el personaje que esconde nuestra esencia, nuestro YO real. De hecho, en vez de decir «soy un tres o un siete», sería más preciso decir: «esto, el eneatipo, es justo lo que no soy. Lo que soy está detrás de este disfraz».

2 Nuestro ego 

Así que, el trabajo consiste en bajar el volumen a nuestro ego (ver post) e intentar que nuestra alma tome el mando de operaciones. Para ello, nada mejor que volver a conectar con el niño puro y lleno de dones que un día fuimos. Es todo un proceso y conviene no tener prisa. La coraza que tenemos se ha construido con el goteo de miles de pensamientos, acciones y emociones, y hacerla saltar por los aires de un plumazo tampoco es un buen plan.

Nuestra vida está marcada por los mensajes del infancia, introyectos o identificaciones. Muchas veces, por similitud o por ir a la contra no somos tan libres como nos hemos pensando. Nuestra historia, en muchos casos, está marcada por seguir los pasos de papá o mamá. O bien al contrario, pesarnos los rebeldes de la casa, cuando en el fondo nuestra libertad sólo pasaba por ir en dirección contraria a la de nuestros progenitores. En general, hemos sido bastante esclavos del pasado y es ahora el momento de afrontar la verdadera libertad. Libertad que no libertinaje, que viene desde lo que realmente somos, desde poner en juego nuestros dones. Desde dejar de vivir la vida que otros esperan para nosotros. Este es el punto en que como papás y mamás debemos reconocer esos talentos de nuestros hij@s y facilitar que los desarrollen.

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3 El miedo a ser nosotros mismos

Com bien dice Joan Garriga: «Como hijos somos lo que son nuestros progenitores, heredamos de ellos la mayor parte de las actitudes, carácter y talentos; poder aceptar la herencia que hemos recibido y no rechazarla, nos pone en el mundo con todas nuestras capacidades. A veces, nuestros padres se ponen exigentes y sobre-protectores o tienen actitudes que nos dañan y ahí no queremos ser como ellos. Cuando los rechazamos estamos rechazando algo de lo que nosotros también somos y, por tanto, nos amputamos posibilidades (actitudes, capacidades y talentos) propias que nos podrían ayudar desarrollarnos.» Ver aquí

Así, como hij@s nos toca, en el caso de no haberlo hecho hasta ahora, descubrir nuestro potencial, fluir y ser lo más útiles posibles al mundo. Eso sí, el miedo a decepcionar suele estar siempre latente, pero no queda otra que arriesgarse y vencerlo.

Con todo ello, conviene ir poco a poco re-descubriendo nuestro YO real.

Para profundizar en este tema os animamos a leer el libro de las 5 heridas de la infancia de Lise Bourbeau y, también, Infancia, la edad sagrada de Evânia Reichert.

 

Y por supuesto, no dejar de profundizar en la mirada de la bionergetica que viene a cuadrar cada fase del carácter con una herida de la infancia. En nuestra opinión, es mejor tomar este encaje de manera orientativa y no darle una certeza absoluta.

“La madurez del hombre es haber recobrado la serenidad con la que jugábamos cuando éramos niños.”

Frederich Nietzsche

Autores: Agnieszka y Lorenzo (Haiki)

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