Recopilamos testimonios de nuestros personajes más envidiosos.
Veremos con detalle la búsqueda de sufrimiento, la comparación y el drama.
También el camino de evolución.
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Testimonio 1 del E4
«Desde muy pequeña, mis padres me enviaron a internados, donde no recibí mucha atención. Mi madre fue especialmente estricta y la forma en que me trataba a menudo me hacía sentir insegura y poco valorada. Recuerdo que en uno de los internados, una monja me trató mal, lo que me hizo sentir aún más sola y abandonada. Me pegaron en más de una ocasión. Me comparaban con mis hermanos y decían que era una mocosa insolente. Mis tías me trataban fatal y no me dejaban jugar con mis primos.
Cuando me hice mayor, mi vida no fue fácil. Estuve siempre muy enferma, lo que me obligó a dedicar gran parte de mi tiempo y energía a cuidar de mi hija. Mi marido me trataba bien, pero a menudo me sentía incomprendida emocionalmente. A pesar de todo, mi único objetivo en la vida era criar a mi hija. Sin embargo, me di cuenta de que lo estaba sobreprotegienda tanto que no le dejaba hacer casi nada.
Mi vida se concentró en ver crecer a Ema y poco más. No he tenido nunca amigas de verdad. Esto hizo que mi hija sufriera. Con el tiempo, poco a poco, fui volviéndome un poco más alegre y menos controladora. Comencé a entender que mi hija necesitaba espacio para crecer y descubrir el mundo. Desde hace pocos años, aprendí a valorarme y a valorar a los demás. Ha sido un trabajo duro de terapia. Probé con más de 10 terapeutas hasta que entendí que no iba a encontrar nunca a uno que me comprendiera de verdad. Me conformé con uno y, al final, fue bien. Descubrí que la vida no era solo criar a mi niña, sino también disfrutar de cada momento y de las personas que me rodeaban.
Hoy me quejo menos e intento empataizar con otras personas. Ahora tengo un grupo de lectura con el que solemos quedar y hemos hecho buenas migas. No soy la alegría de la huerta, pero mis nuevas amigas, me tienen aprecio!!
Hoy, a mis 71 años, me considero una persona fuerte y resiliente, que ha superado muchas dificultades en mi vida. Aunque mi infancia no fue fácil y mi juventud estuvo marcada por la enfermedad y la sobreprotección hacia mi hija (le he pedido perdón y me siento en paz), he logrado salir adelante y encontrar cierto equilibrio en mi vida.
!!Ya no es todo un drama!!.»
CM
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Testimonio 2 del E4
«Fui una niña no deseada. Mis hermanos tenían 15 y 20 años cuando yo nací y desde pequeña estuve durante largas temporadas en casas de tías y también en colegios interna. Yo quería ser un chico y que mi papá me viera como mis hermanos mayores. Jugaba a fútbol, me peleaba en la plaza como un chico más y, hasta la adolescencia, mi vida pasó con una tristeza de fondo que me ahogaba hasta límites increíbles. Lloraba todas las noches con la ilusión de que mi padre vería al día siguiente las lágrimas en la almohada y entendiera mi sufrimiento. Pero, mi padre estaba demasiado pendiente de dirigir una pequeña sucursal de un banco para pararse a ver estas pequeñeces.
Mis tías me llamaban «La llorona». Por un lado, me quería mantener fuerte y, por otro, tenía una extrema fragilidad. En el colegio fui la rara. No hice muchos amigos y con que no me molestasen yo ya estaba contenta. No me interesaba aprender. Me aburría mucho en clase y sacaba malas notas. Por suerte, en la adolescencia cambió todo. Entre en un bachiller artístico y encontré, por primera vez en mi vida, muchos profesores que me entendieron y sacaron lo mejor de mí. Creaba sin parar, tenía una curiosidad desbordante y las lágrimas se fueron transformando en poemas. Por un momento, pensé que la vida tenía sentido.
Pero a los 17 años murió mi padre. Fue un golpe muy fuerte. Nunca fue cariñoso conmigo; pero, a su manera, me defendía de mi madre. Ella era muy severa y todo lo que yo hacía le parecía mal. Con la muerte de mi padre entré en un dolor eterno. La única forma que encontré de superarlo, o más bien taparlo, fue saliendo sin parar a las noches.
Bebía sin control hasta perder la conciencia. Use todo tipo de drogas y todo me venía bien a un nivel sexual. Así llegué a la universidad y comencé Bellas Artes. El arte estaba siempre presente en mi vida; pero, con tanto descontrol, no conseguía sacar la carrera. En aquella época mi salud se fue viniendo abajo y, por suerte, toqué fondo pero estoy aquí para contarlo. Durante más de un año estuve con una depresión terrible.
No entendía nada y pensé varias veces en quitarme la vida. Todo era un pozo negro y estaba más sola que nunca. No sé cómo salí de ahí. Bueno sí lo sé. Un día llegué por casualidad a un grupo que llevaba un Franciscano sobre el sentido de la vida. Algo que, de partida, era lo que menos me interesaba del mundo. Pero, como por arte de magia, ese ángel en la tierra creyó en mí. Me apoyó y nos mostró un camino de crecimiento personal. Con los meses me fui recuperando, ya no consumía nada, comencé a hacer deporte y aprendí a conectar con el cuerpo desde el movimiento y la música. Con ello, poco a poco, fui restableciendo mi vida.
En el amor siempre me he visto en la demanda continua, mendigando el cariño de los hombres y follando por una migajas de amor. A pesar de que yo me veía como la rebelde compré todos los boletos del amor romántico. Durante mucho tiempo, aguanté carros y carretas a un chico que menos pegarme fuerte, me hizo de todo. Aun así, yo pensaba que era mi media naranja y que si me dejaba moriría. No lo creía, estaba segura. Por suerte -ahora lo veo así-, apareció otra chica y me puso los cuernos durante meses. Yo lo sabía, pero hacia como que nada. Al final, un día me echó de casa y me vi otra vez en el fango. Mi yo era muy frágil y no pude pasar el duelo. No podía estar sola y comencé a tener muchas relaciones con chicas.
Mi obsesión era enrollarme con ellas para que quisieran estar en pareja conmigo, pero siempre me daban la patada. Estaban unos días y se cansaban de mí. Yo les pedía todo desde el principio y ellas, como es normal, no estaban dispuestas a ello. Y, así, fui buscando la intensidad emocional y luchando por el poder en la pareja durante toda mi vida. Aun hoy es un poco así. Por lo menos lo veo y puedo entender que no me sienta bien. En realidad, no es así, hay un cambio.
Ahora entiendo que me puedo enamorar y no tiene por qué ser para siempre. Me quiero un poco más y sé que quiero ser madre. Es un tema que me, por un lado, me ilusiona mucho y, por otro, me aterra. Tengo ganas de devolver a la vida lo que la vida me dio a pesar de que yo no durante mucho tiempo no supe valorar.
Ya no demando tanto y, sobre todo, valoro lo que recibo. Me gano la vida con dignidad, pero sé que el arte tiene que tener un espacio más claro en mi día a día. No tengo prisa, pero me imagino con un futuro más lindo. Y sólo eso, ser capaz de desarme lo mejor, también, es un cambio. Después de tratarme como una mierda siempre, ahora quiero algo bueno para mí. Puede parecer poco, pero para mí es mucho. También, sé que nunca más volveré a estar con nadie que me traté mal y esto también es el regalo que me llevo de estos años de aprendizaje. En fin, que estoy abierta a la vida y, aunque sé de mis limitaciones, también sé que tengo mis dones. Seguiré buscando el amor sano y verdadero. En ello estamos.»
Julia M.C
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