TESTIMONIO eneatipo 3. La búsqueda del reconocimiento de la eficiencia.

Recopilamos testimonios de nuestros personajes más vanidosos.

Veremos con detalle la búsqueda de reconocimiento, la eficiencia y la necesidad de ser el mejor.

También el camino de evolución.

Testimonio E3 Social-conservación

«No tengo demasiados recuerdos de mi infancia. Fui un niño con entorno familiar estable y que cualquiera diría que tuve una infancia feliz. La realidad dista mucho pues la apariencia marcó en gran parte mi niñez. Mis padres trabajaban sin parar y no tenían mucho tiempo para nosotros. Mi hermano y yo competíamos por sacar las  mejores notas. Yo era el mayor y el más responsable de los dos. La frase que más repetía mi padre era «la única nota buena es un diez» y me acostumbré a ello.  Eso sí, si no ganaba o sacaba ese diez, lo pasaba fatal y, así, fui creciendo. Me hice el mejor del equipo de fútbol, y todos los profesores estaban encantados conmigo. Me portaba bien, no daba problemas y siempre destacaba. ¿Qué más se podía pedir? La realidad es que, mis padres eran muy distantes y nada cariñosos. Reñían entre ellos y nos decían que lo que pasa en casa no se cuenta fuera.  Yo repetí el patrón de mi padre. Seguí sus pasos al pie de la letra. A los 18 años, abandoné mi pasión por el fútbol para ser médico como él. El mejor médico. Y así hice la carrera, sin demasiadas emociones y con un gran miedo a la vinculación afectiva con las chicas. Todo mi esfuerzo se enfocó en el ser el número uno de mi promoción, como lo fue mi padre en su día y lo conseguí. 

Recuerdo el día de la graduación con un vacío infinito. Algo me decía que tanto esfuerzo no valía la pena. Todos se fueron a celebrarlo, pero yo no. Yo me fui a casa con mis padres y ese mismo día tuve la sensación de estar viviendo una vida que no era la mía. Recuerdo que por primera vez en mi vida lloré sin descanso. No podía parar, me parecía todo ridículo y no sabía lo que me pasaba. Por suerte, un amigo me dijo que él estaba en terapia y que era normal lo que me ocurría. Al poco, comencé a conocerme mejor y reconocer estos patrones infernales que habían anulado una gran parte de mí. A partir de ahí, volví a la vida. El trabajo sigue siendo demasiado importante para mí; pero, a día de hoy, sé parar y tener tiempo para mis dos niños. Y lo más importante, les animo a disfrutar de la vida y les digo que las notas no son demasiado importantes. Algo que parece obvio, pero que a mí me arruinó la vida.

Con mi mujer tenemos mucha tarea por delante. La parte más instintiva la tenemos muy olvidada y no sé cómo remediarlo. Pronto comenzaremos terapia de pareja y espero que esta parte del amor vuelva a tener su lugar. Un lugar que nunca fue muy importante, pero que, con los años, se ha ido difuminando. Es triste, pero es así. Aun con todo, hay un amor de fondo, un respeto y admiración que me dan esperanza en que esto todavía tiene sentido.»

Pedro E.T (E3 Social-conservación)

Testimonio E3 sexual – conservación

«Nací en una familia exigente, mi padre siempre esperaba lo mejor de mí y mi madre era muy perfeccionista. Desde pequeño sacaba muy buenas notas y si no tenía un 10 quedaba muy triste. Siempre fui un buen chico, obediente y responsable. Demasiado serio para mi edad. 

Cuando fui a la universidad, estudié Ingeniería y me obsesioné con ser el mejor del equipo de fútbol de la universidad. Entrenaba 4 horas todos los días. Más allá del entrenamiento del equipo, corría por la mañana y por  tarde iba al gimnasio. Me obsesioné con comer sano y no tomaba ni una cerveza con los amigos.  Esa obsesión me llevó a caer enfermo, me agoté tanto física como emocionalmente.

Con mi novia de aquellos tiempos era muy complaciente, siempre le daba todo lo que quería. Me gustaba gastar dinero en ropa, pero no alardear mucho. Después de terminar la carrera, entré en una gran ingeniería y trabajaba sin descanso, hasta que un día me desmayé. Ahí fue cuando decidí ir a terapia.

Lo primero que salió allá fueron mis ganas de que el otro siempre estuviera bien. Para mí era como un salvoconducto para ser aceptado y querido. No entendía que alguien me pudiera querer por mí mismo. Necesitaba entender el deseo y necesidad del otro y satisfacerla. Luego iba a por lo mío. Además, necesitaba mucha valoración de mi imagen. Si alguien me criticaba en mi aspecto físico, me dolía en el alma y si alguien me atraía debía cumplir demasiados puntos de mi lista de exigencia. Valoraba en exceso una buena condición física. También, a un nivel más profundo, necesitaba que la otra persona tuviera un cierto status social.

Las constelaciones familiares me ayudaron a sanar. Un año antes de yo nacer, mi madre había perdido un hijo y yo heredé su nombre. Que también era el nombre del padre de mi madre, mi abuelo. Esta persona murió muy joven y  todo el mundo decía que era el hombre más bueno del mundo. De alguna forma, esta carga de niño bueno, venía de ahí. De hecho, mi trabajo personal ha pasado por librarme de este san benito y ser más yo. Más yo también pudiendo ser un «un poco malo» cuando toca. Enfrentar el conflicto con la autoridad y no obedecer ha sido todo un reto.

Me di cuenta de que mi necesidad de ser el mejor en todo, también,  venía de mi padre y su presión constante, y de la perfección de mi madre. Con el tiempo, y más de un SAT, aprendí a ser menos exigente conmigo mismo y a darme cuenta de que está bien no ser perfecto todo el tiempo.

Hace 5 años, conocí a Alma, una mujer maravillosa que me ayudó a encontrar un equilibrio en mi vida. Juntos construimos un hogar cálido y amoroso, y ahora estamos esperando un hijo. Me siento agradecido por tener una pareja que me apoya y por haber encontrado la tranquilidad que tanto necesitaba. No sé como se llamará, pero NO como yo.

A mis 40 años, miro hacia atrás y veo lo mucho que he crecido como persona. Ya no me importa tanto ser el mejor en todo, sino más bien disfrutar de cada momento. Aunque por momentos siento la auto-exigencia, me siento feliz y agradecido por mi vida y todo lo que he logrado hasta ahora.»

D.C (E3 sexual – conservación)

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