“(…) hay que seguir siendo buscador, pero en cierto sentido llega un momento en la vida en que uno ya no está en busca… Durante mucho tiempo, por ejemplo, yo ya no estaba exactamente en búsqueda, sino en espera. Es un estado distinto, cuando uno sabe que ya está por quebrarse el cascarón, como que se estuviera empollando un huevo que se va a abrir, o estar por nacer… Yo he sentido eso por muchos años, y muchas veces lo he explicado como que uno va por un río que está por desembocar en el mar, y ya se huele el olor del mar…
Entonces, la diferencia de un estado de buscador es que uno está haciendo algo por su búsqueda, está leyendo libros… A mí, mi maestro espiritual -porque tengo un maestro espiritual hace un par de años-, me dijo que dejara de meditar y de leer libros espirituales. Y en realidad, era coherente con lo que me estaba pasando internamente. Llega un momento en el budismo, en especial en el tibetano, que se llama la etapa “state of no learning” (not more learning), de no más aprendizaje. Uno ya no tiene interés en saber más cosas, ni en hacer esfuerzos por llegar a ninguna parte…
Es como que la vida espontáneamente lo sigue creciendo a uno -porque no es que el crecimiento termine; mientras hay vida hay crecimiento-, pero no es un crecimiento buscado o hecho a través de esfuerzos de práctica”.
“(…) El SAT es un fruto maduro de mi vida, se gestó a través de muchos años, ha tenido unos cuarenta años o más de evolución, y se ha ido perfeccionando. He dado muchos de mis últimos años a perfeccionar a la gente que ha colaborado conmigo, para que el SAT pueda subsistir aunque yo no esté. Ese cuidado que he dado a mis colaboradores es para dejar una comunidad armoniosa, de gente que no sea demasiado prima donna, demasiado competitivos unos con otros; es muy difícil. En ciertos países no lo he logrado, pero hay un cuerpo, una facultad de una cuarentena de personas en el mundo que tienen una muy buena relación unos con otros, que saben bailar juntos y de ahí surge una coreografía espontánea. Eso es un fruto maduro, que no sé cómo me va a involucrar en el futuro.
Creo que me voy a seguir involucrando viendo a la gente que pasa a través del SAT y llega a un cierto punto, porque tengo algo que transmitir, no tanto de carácter instructivo ni de actividad terapéutica, sino que es más por presencia. ¿Qué forma le voy a dar a eso? Pienso que no será la forma que conozco ahora, porque todo evoluciona y sobre todo porque me siento en una transición de un estado a otro. Eso es buena parte de mi trabajo”.
“(…) para que una persona se desarrolle en forma más amorosa necesita tener más amor por sí misma. No se puede amar al prójimo sin amarse a sí mismo, y aunque se repite el precepto cristiano “Ama al prójimo como a ti mismo”, la gente no se da cuenta que se odia a sí misma, que se rechaza, que se desvaloriza, que se avergüenza de sí misma, que se culpa a sí misma. Cada uno tiene un policía o un capataz metido en la cabeza, y si no se cambia ese régimen interno de autoacusación, de autodesprecio, de autopersecución incluso, es muy difícil amar al prójimo.
Ese aspecto de la educación debería ayudar a la gente a estar en armonía consigo misma, apreciativa consigo misma, a tratarse bien, a ser amiga de sí misma… A eso lo llamo el aspecto emancipatorio, porque tiene mucho que ver con la libertad. Mientras uno se está acusando, culpando, exigiendo, uno no es libre de la sociedad; está haciendo eco de las voces de los padres, que le dijeron “tienes que hacer esto, tienes que hacer aquello”.
Uno tiene que querer a su niño interior; la educación no ayuda a querer al niño interior, se encarniza contra el niño. No hay una voluntad de que los educandos sean más felices, parece completamente irrelevante que se le enseñe a la gente a ser más feliz. Así es que serían dos cosas: ser más libre y feliz, tener más fe en las preferencias espontáneas, que incluyen lo lúdico, los intereses espontáneos, los deseos de los niños”.
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Autores del post: Agnieszka Stepien y Lorenzo Barnó (Haiki)
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* Sobre Agnieszka Stepien y Lorenzo Barnó (Haiki):
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