La culpa no es una buena compañera de viaje, o por lo menos no es útil cuando lleva con nosotros más tiempo del que toca.
Un momento de culpa puede tener el sentido de hacernos recapacitar sobre lo que hemos hecho. A partir de ahí, suele ser algo muy cansino y que nos resta mucha energía.
Si te apetece saber más sobre este extraño sentimiento y cómo afecta a los diferentes eneatipos, estás en el lugar adecuado.
1 ¿Qué es la culpa?
Antes de entrar en harina, sería bueno recordar que la culpa es un claro arquetipo dentro de la tradición judeo cristiana que a muchos nos ha tocado vivir. Como tal, ha sido usado de manera precisa como mecanismo de manipulación.
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La culpa según Friedrich Nietzsche tiene el siguiente origen en impulsos que no son mostrados y son llevados hacia dentro generando una mala conciencia. “(…) Todo el mundo interior originariamente delgado, como encerrado entre dos pieles, fue separándose y creciendo, fue adquiriendo profundidad, anchura, altura, en la medida en que el desahogo del hombre hacia fuera fue quedando inhibido.
Aquellos terribles bastiones con que la organización estatal se protegía contra los viejos instintos de la libertad -las penas sobre todo cuentan entre tales bastiones- hicieron que todos aquellos instintos del hombre salvaje, libre, vagabundo, diesen vuelta atrás, se volviesen contra el hombre mismo”.
Con ello, la culpa es uno de los cimientos donde se sustentan diferentes mecanismos de defensa como la retroflexión.
Partiendo de la base de que las emociones y los sentimientos no son ni buenos ni malos, no sería correcto definir la culpa como un sentimiento negativo.
Cuando aparece la culpa conviene preguntarnos si podemos hacer algo por remediar el daño causado. Normalmente, es una sensación de que el otro se ha sentido dañado por algo que hemos hecho o dicho.
La culpa puede ser adaptativa (ponemos soluciones) o desadaptativa (nos volvemos locos con la carga que nos supone). También, en ocasiones, nos paraliza y nos lleva a la no acción desde el miedo.
La psicóloga clínica sanitaria, Celia Rodríguez Ruiz, se pregunta. “¿Qué hacer cuando nos sentimos culpables? Aunque el sentimiento de culpa tiene una función necesaria y sana, es importante liberarnos de las culpas que no son adaptativas. Cuando la culpa nos controla, entramos en un estado de malestar del que es difícil salir y hay que saber perdonarnos a nosotros mismos. No se trata de evadir nuestras malas conductas; la culpa adaptativa es sana, ser capaces de reconocer nuestros daños es signo de madurez y contribuye al bienestar. En cambio, si se trata de acabar con la culpa desadaptativa que nos controla y nos hace responsables de cosas que escapan a nuestros actos.”
Así, si la culpa nos sirve para ponernos las pilas a la hora de buscar una reparación de la ofensa que, por lo que sea, sí hemos cometido, claramente no es algo negativo, sino positivo.
Otra cosa es que, realmente, hayamos causado este malestar nosotros. En verdad, nosotros no tenemos el poder de hacer nada en el otro; es el otro el que se siente “mal” con lo que nosotros hayamos pensado y dicho. Si él siente estrés, ansiedad o se auto-desprecia, en el fondo, es algo suyo y responde a la complejidad de su personalidad.
Y otra cosa todavía más importante es, qué nos pasa a nosotros cuando el otro nos devuelve la causa por la que le hemos ofendido. ¿Reaccionamos a la defensiva, nos auto-culpamos de inmediato o nos hacemos los locos? Cada persona es un mundo en su reacción y, a la vez, cada eneatipo tiende a reaccionar con patrones similares.
Tampoco conviene olvidar cómo nos sentimos cuando nos auto-culpabilizamos con lo que nos pasa a nosotros mismos sin necesidad del otro
La tendencia a la auto-culpabilización es bien grande y muchas veces “el otro” no tiene que hacer nada para que nos sintamos fatal.
!Qué mal nos solemos tratar!
Jorge Bucay en “Vivir sin culpabilizar”, dice: “los hechos parecen señalar que las raíces de la culpa han sido sembradas en nosotros durante la infancia y, por lo tanto, no parece ser a priori un verdadero sentimiento sino una respuesta aprendida. (…) la culpa es un bozal que sólo le cabe al perro que no muerde”.
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Nuestra parte inconsciente de nuestro cerebro es la que lleva el peso de la mayoría de nuestro día a día y la culpa fue inoculada en ella a modo de introyecto. Estas voces que nos hemos tragado y que nos recuerdan aspectos negativos de nuestra forma de ser, nos acompañan muchas veces desde la infancia.
Desde la culpa se llega con facilidad al victimismo (especialidad del eneatipo 4) o a victimizar (especialidad del eneatipo 1).
Con ello, hay una tendencia casi innata a sentirnos culpables o bien al contrario a echar balones fuera. Muchas veces, vemos que la cosa se complica y en vez de asumir la responsabilidad de lo que nos toca, buscamos al culpable fuera. De hecho, buscar culpables en vez de soluciones, podríamos decir que es uno de los deportes nacionales (y !!nos da igual cuál sea tu país!!)
Como bien apunta Wayne W. Dyer, autor del superventas “Tus zonas erróneas”: “De su personalidad puede culpar a sus padres, sus genes, su infancia, sus hermanos, su nacimiento. Su apariencia puede ser culpa de la genética, de los fabricantes de alimentos, de los publicistas, del entorno. Es una lista interminable. La alternativa a buscar culpables es la propia responsabilidad: hay que enfrentarse a la vida desde el propio yo. Puede que no le hayan educado para asumir la responsabilidad de los acontecimientos de su vida. Pero si no está dispuesto a interrumpir el juego de ir repartiendo las culpas, estará incapacitado para iniciar su búsqueda espiritual. Cuando usted culpa a algo externo por las circunstancias que atraviesa, le entrega el control de su vida a ese fenómeno externo. Depender de lo externo significa abandonar el yo espiritual. La búsqueda de este yo se lleva a cabo en un ámbito interior de serena sabiduría.”
Con todo ello, como siempre, recordamos que el camino de sanación, más allá de nuestro eneatipo, está hacia dentro.
Siempre habrá alguien a quien culpar, pero hacer el ejercicio de auto-responsabilizarnos de lo que nos pasa nos hace estar en nuestro eje. Si llevamos esta actitud al extremo nada ni nadie podrá hacernos sentir culpables. Nuestra autoridad interna estará por encima de los deseos del otro. Esto no es arrogancia ni narcisismo, es validarnos desde la confianza y el auto-cuidado.
La culpa es un sentimiento particular, no es una emoción básica como el miedo o la alegría. Es algo aprendido y que, normalmente, tiene más que ver con otra persona que con nosotros mismos. De la mano de la culpa, suele aparecer el castigo y el autocastigo.
Sin embargo, en general, no somos tan buenos como nos creemos adivinando cómo se sintió el otro con lo que supuestamente hicimos. Así, hacemos películas que, a veces, no se ajustan a la realidad.
A su vez, somos muy duros con nosotros mismos y la culpa suele ir de la mano del juicio y la fustigación. Cada eneatipo, en realidad cada persona, este tema lo encara diferente, pero es algo que nos conviene tener muy presente, pues nos da muchas pistas sobre nuestros comportamientos.
Para saber más sobre el tema os animamos a ver este vídeo del gran Jorge Bucay:
«El autorespeto es defender la dignidad por encima de la necesidad de aprobación». Jorge Bucay
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2 La culpa en los eneatipos
No todos los eneatipos viven la culpa de igual manera. Para algunos de ellos, como el seis y el uno, es algo que tiene un peso decisivo y para otros, como el siete o el ocho, en principio, tiene poca presencia.
TRIADA EMOCIONAL
Eneatipo 2:
El eneatipo 2 se siente alguien bueno, alguien que está en la ayuda al otro. Además, no suele reconocer con facilidad sus errores; así que, ante este panorama no se sienten muy culposos.
El dos ambición o social, en un estado de neurosis medio, es incapaz de ver que puede haber hecho algo por lo que sentirse culpable. Alguien tan “omnipotente” no falla.
El dos conservación, como buen subtipo contra-dos, sí que está mucho más en contacto con la culpa, pudiendo llegar a pedir perdón aunque no sea muy clara su culpa.
Sin embargo, ver agachar la cabeza al social y al sexual es poco probable. El orgullo corre por sus poros de forma explicita aunque, curiosamente, muchas veces ellos no lo vean.
Eneatipo 3:
Los treses quieren hacer las cosas bien y lograr mucho para ser reconocidos. Si estamos hablando de un tres social, puede que se olvide de revisar sus actos y no tenga tiempo de remordimientos ni culpa.
Por contra, el tres conservación y el sexual, sí que sienten culpa si han fallado a las expectativas del otro.
También, es habitual ver al tres metido en la culpa si ha contactado con su partes más instintivas. De hecho, el camino de sanación del tres pasa por acercarse a su propia autenticidad y para ello ha de olvidarse por un tiempo de tanto “tengo que” y pasar al deseo (sobre todo el tres sexual y conservación). Asumir que inevitablemente podrá aparecer la culpa está bien. Es decir, conviene pasar a la acción aunque su superyo esté diciendo: “tienes que ser buena, hacer lo correcto”.
Eneatipo 4:
Los cuatro viven una culpa extraña por sentirse malos. Se han creído que no son personas dignas de ser queridas y, por lo tanto, piensan consciente o inconscientemente que algo malo habrán hecho.
La culpa genera en ellos una tortura constante que suma un plus a su sufrimiento habitual. En la habitual vergüenza del subtipo social, también hay una culpa muy marcada.
Desde ahí, les llega la culpa por no ser lo suficientemente válidas. No es una culpa por algo concreto que han hecho al otro.
Sobre todo el 4 social suele victimizarse bastante. El cuatro sexual también, pero de manera más puntual y es ahí cuando puede aparecer con todo su odio en escena.
Eso sí, si el otro le falla a un envidioso, son especialistas en hacer sentir culpable a la otra persona. Su frase lapidaria sería algo así: “Mira como me sacrifico y sufro por tu culpa”.
Como bien sabemos, cuando el cuatro está a tope con su propia neurosis, necesita dar pena como sea para captar aunque sea unas migajas de atención.
TRIADA MENTAL
Eneatipo 5:
No suele tener muchos motivos para sentirse culpable. Si le dejan ir a su aire, no interactúa mucho con el mundo y, desde su cueva, suele estar tranquilo en este sentido.
Aun así, son personas que tienden a una cierta perfección y si no la consiguen pueden aparecer sentimientos culposos.
No es la perfección del tres o de uno, es una perfección a su manera. Ellos se acostumbran a que las cosas son de una forma y no les gustan los cambios ni las aventuras.
También es cierto que, su dificultad al contactar con la emoción, hace que esto no sea demasiado dramático.
Aun así, en ocasiones sentirán que no llegan, que no son suficientes, que no han sido capaces de ser mínimamente empáticos y esto le puede hacer sentirse culpables.
A su vez, son gente muy delicada y con piel fina; así que, aunque parece que no hacen caso a lo que se les dice, una contestación brusca de alguien cercano les puede llevar a sentirse culpables.
Eneatipo 6:
El seis vive en el futuro anticipando acontecimientos. Además, tiene la mala costumbre de imaginar cómo se siente el otro (proyecciones), incluso entrando en la paranoia. Muchas veces se equivoca y tiende a pensar lo peor.
Además, como sabemos, el seis tiene pasión por el miedo y la duda y ambos son primos hermanos de la culpa.
En palabras del terapeuta Luis Salinas: “La profunda inseguridad del tipo 6 tiene su origen temprano en la necesidad de renunciar a los propios impulsos a fin de ser aceptado por el entorno familiar, unida al hecho de que esa renuncia, ese hacerse «bueno» consigue tanto la aceptación del entorno como un cierto apaciguamiento de la culpa.”
Así que, es uno de los eneatipos que es carne de cañón a la hora de sentirse culpable.
En el caso del subtipo social, todo esto se magnifica pues tiene una necesidad imperiosa de hacer lo correcto, de cumplir con el DEBER. Si algo falla dentro de sus cálculos, la culpa caerá como una losa.
Claudio Naranjo apunta: “El defecto principal detrás del clima emocional de la suspicacia es lo que se podría llamar «autodemonización»: una autoacusación que implica una visión culpable de sí. El miedo mismo es, implícitamente, un miedo a la transgresión, a la culpa, al castigo y la condenación que implica salirse de lo que prescribe una tácita autoridad en el mundo interior”
Si es un seis contrafóbico quizás siente la culpa menos a menudo, pero de manera más intensa.
Por contra, el seis social estará más en contacto con una culpa continua.
Eneatipo 7:
De partida, los golosos son bastante autoindulgentes aunque habrá que matizar. Son personas que pintan la vida de rosa y su tendencia natural les lleva a evitar el dolor.
Claudio Naranjo nos recuerda que: “está la autoidealización, que en la mente de la persona del tipo VII está ligada a la negación de la culpa y también a una actitud narcisista y a sus demandas. Puede vérsele como autopropagandístico, aunque el individuo autocomplacido cree en su versión idealizada de sí mismo”
En el siete social la cosa no está tan clara y con sus ganas de santidad sí que puede entrar en la culpa. La siente cuando no ha actuado como el niño bueno por el que se quiere hacer pasar.
Además, muchas veces el siete social se mete a salvar el mundo y si su causa no va bien la culpa puede aparecer.
Los otros dos sietes suelen liarla parda, pero prefieren mirar para otro lado, en vez de afrontar su responsabilidad por lo que han hecho.
TRIADA VISCERAL
Eneatipo 8:
Los lujuriosos tienen claro lo que desean y saben que poniendo en juego su potencia suelen conseguir sus objetivos. Por el camino, suelen dejar más de un cadáver. No tienen muchos remilgos ni reparos para saciar sus deseos. No se paran a sentir ni el miedo ni la culpa. Les falta empatía y les sobra soberbia. No hay un código moral que les haga plantearse que son culpables de lo sucedido.
Además, ellos se sienten auténticos y, desde ahí, no hay cabida para la culpa. De hecho, sentirse culpable sería un acto de debilidad y eso no va con ellos.
El terapeuta Jordi Gil apunta: “El ocho es un justiciero con carta blanca. Es una venganza impune, no existe la conciencia de hacer algo malo, al no haber ni empatía hacia al otro, ni hacia uno mismo. No empatía equivale a no culpa. La moral es personal. Existe un derecho de hacer lo que uno quiere y regirse desde unos valores propios”.
Aquí es importante incidir que esto es así desde la visión de Claudio Naranjo. En otras visiones del eneatipo 8 como la de Borja Vilaseca, la cosa cambia bastante.
Eneatipo 9:
En general, con los bonachones del eneagrama. No saben lo que quieren pero tampoco suelen hacer nada malo a nadie (!!más allá de ellos mismos!!). Con lo cual, la culpa aparece cuando comienzan a tomar conciencia de lo mal que se tratan a ellos mismos. Ahí es donde la culpa les puede servir para dar el primer paso en la dirección de quererse un poco más.
También, cuando después de aguantar carros y carretas, explotan, les aparece la culpa por su reacción violenta.
De hecho, en el proceso de sanación del nueve, conviene contar con que, por momentos, se irá al extremo opuesto y sus límites serán demasiado férreos. Es lo que tiene haber vivido sin permitirse decir NO y siempre estando al servicio de quien le llama.
Eneatipo 1:
Nuestros queridos iracundos saben mucho de culpa, culpabilizar y culpables. Les encanta tener la razón y ello les lleva a situaciones extremas. Ellos ven una situación y, rápidamente, entienden cómo se han de hacer las cosas. Mientras se sitúan en su atalaya de la perfección, ven a mucha gente haciendo todo, todo, mal (mal para ellos).
A partir de ahí, enjuician y encuentran muchos culpables.
Este mundo caótico y desordenado que les toca vivir, les lleva al enfado. Si lo muestran, luego, se sentirán culpables de dejarse ver como personas iracundas. Es una culpa muy bruta, muy intensa, se machacan a tope.
Si cuando les viene la rabia, la reprimen, van generando una represión interna que les contacta con la culpa de sentirse malos por conectar con esta emoción. Ellos, dignos portadores de la verdad y del bien, debieran estar por encima de lo mundano.
Siguiendo esta idea el terapeuta Jordi Pons afirma: “Su incapacidad para alcanzar la perfección alimenta un sentimiento de culpabilidad por no estar a la altura y también alimenta a su ira contra las imperfecciones del mundo. Por lo general, la ira se expresa como impaciencia, frustración, molestia y criticidad de juicio”.
«El hombre puede soportar las desgracias que son accidentales y llegan de fuera. Pero sufrir por propias culpas, ésa es la pesadilla de la vida.» Oscar Wilde
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SESIONES de ACOMPAÑAMIENTO INDIVIDUAL
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3 Salir de la culpa.
Con todo ello, vamos viendo que la culpa tiene muchos matices y ante situaciones similares, en función del eneatipo, reaccionamos de manera muy diferente.
En cualquier caso, también vamos intuyendo una serie de mecanismos que a todos nos ayudan a lidiar con la culpa de una manera menos fatigosa.
Podríamos empezar por evitar la reacción rápida a la hora de buscar culpables. Tan sólo con pararnos un momento y respirar, la situación cambia. Antes de acusar, nos conviene hacernos la siguiente pregunta: ¿Qué parte de responsabilidad puedo asumir yo en esta situación?
Si no hay un tiempo para repasar la escena vivida es muy complicado tener claro de qué nos podemos responsabilizar y de qué no. Puede haber cosas objetivas por las que nosotros podamos pedir perdón y buscar soluciones y otras que no. Dilucidar esta cuestión requiere mucha ecuanimidad y templanza.
Otro buen “truco” es evitar las frases directas tipo: “ves, siempre haces todo mal”. Mejor, si tenemos que hacer ver al otro algo concreto que lo hagamos de manera más sutil, por ejemplo en modo de pregunta. Si el otro se siente atacado, será la mejor manera de no llegar a buen puerto.
Usar técnicas de PNL o comunicación no violenta para ser más empático, siempre es un buen plan. Aprender a escuchar de verdad y a conversar desde el corazón es todo un reto.
Si no lo hacemos, quizás, habremos traslado el sentimiento de culpa al otro, pero no habremos ganado nada.
Siguiendo con Wayne W. Dyer: “(…) desplace su atención de la culpa a la suprema presencia de su interior. Ahí, encontrará equilibrio, amor, solaz, aprendizaje y solución: por el sencillo método de poner toda la atención en la emoción interna, en lugar de culpar al otro. El amor que active, para usted mismo, dentro de sí, comenzará a radiar al exterior cuando continúe su búsqueda. Pronto habrá amor donde antes hubo culpa. Recuerde que culpar es un vano ejercicio. Culpar a lo que le rodea constituye un vano ejercicio porque dondequiera que vaya, usted sigue estando presente.”
La forma en que nos hablamos y hablamos al mundo es decisiva en la manera de encarar este peliagudo tema.
Por ello, cambiar la manera en que nos contamos las cosas también es muy eficaz. En vez de preguntarnos ¿Por qué me pasa a mi? Mejor decirnos ¿Qué puedo aprender de esta experiencia? o cambiar el ¿Por qué yo? por el mucho más convincente ¿Para qué yo?
Mejor evitar todo tipo de frase como “es que…”; las excusas solo sirven para evitar encontrar soluciones.
Aun así, siempre habrá casos en los que las cosas no son tan sencillas; pero, en cientos de situaciones de nuestra vida diaria estas preguntas son muy útiles.
Con todo ello, vemos que más que buscar culpables conviene contactar con la parte más inocente de nosotros mismos y de los demás. Como dice, el Dr. Gerald Jampolsky, autor del libro Adios a la culpa: «La inocencia de los demás no se puede encontrar en su comportamiento pasado. Esta inocencia también puede ser difícil de ver en su comportamiento actual. Sin embargo, se pueden encontrar en la paz que está dentro de nosotros. Se ve más allá de la personalidad, más allá del comportamiento corporal, y más allá de nuestras asociaciones mentales. Es como una luz que brilla dentro de nuestro corazón y el corazón de la otra persona. Una vez que se vislumbra, es mucho más real para nosotros que la culpa, porque es más real. Todo lo que necesitamos hacer para liberarnos del dolor, pena, depresión, culpa, y otras formas de miedo es para llevar a cabo la búsqueda de la inocencia.»
Toca dar la vuelta a la tortilla y coger el mando de nuestras vidas.
No olvidemos que, una vez llegado a este punto, saber pedir perdón y ser agradecidos son antídotos perfectos contra la culpa.
La ventajas son infinitas, entre ellas convivir con la culpa de manera mucho más saludable. Eso sí, esto no llega de la noche a la mañana. Necesitamos tiempo para autoconocernos y valor para querer evolucionar.
¿Estamos dispuestos a ello?
FORMACIÓN online de ENEAGRAMA
Autores del post:
Agnieszka Stepien y Lorenzo Barnó (Haiki)
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Hola,
El artículo me ha dejado súper loca. Me explico: estaba pensando en si debía o no comentar un párrafo del mismo (en resumen, en quitarle la responsabilidad al otro de lo que hace o dice puesto que, en última instancia, soy yo el responsable de cómo actúo y cómo me tomo las cosas); cuando he llegado a la culpa del 3, me ha dejado traspuesta: “tengo que hacer lo correcto” y ya mi mente ha empezado sola a “a que soy un tres?” Porque yo no tengo consciencia de aparentar ni cambiar mi forma de ser (yo me considero muy auténtica, para bien o mal, hasta me vanaglorio de ello)…
Pero, haciendo memoria, suelo bajar la
Intensidad o incluso no demostrar si soy más o menos inteligente si veo que el
Nivel es más bajo, para que el grupo (clase, trabajo, amigos) me acepte. Cuando veo que no me aceptan, pues soy más auténtica. No sé si esto tiene sentido ¿?
Gracias
Tienes sentido, Fátima, pues, como vamos viendo el eneagrama es mucho más complejo de lo que parece.
Buen trabajo de reflexión!!
Muy bueno lo de la culpa! Perfecto ! Os felicito ! Mi madre es un 8 totalmente en esa versión que poneis ahí ! Claro, me imagino que la cuestión dependerá siempre del nivel de desarrollo de la persona, y ella es que es además una total narcisista, por lo que : 100% bingo ! Y encima de que me tocó además por padre un 4 cortacabezas (bastante Psicópata: Odio, como ahí tambien decís, sí…)! y que me necesitaron los dos como chivo expiatorio para la casa… ! No os digo nada más, chicos… !
Hola María.
Aunque todas las neurosis son igual de tremendas, es cierto que hay algunas que son más explosivas; así que, mucho ánimo con lo que te tocó.