¿Cómo fue la infancia de cada eneatipo del eneagrama?

A partir de los 9 años de edad queda consolidada nuestra personalidad, entendiendo la misma como la suma del temperamento más el carácter. A partir de ahí, el ego va cogiendo su lugar y, con el paso del tiempo, cada persona se va identificando con uno de los nueve eneatipos. 

A grandes rasgos, en estos primeros años, podemos, de manera orientativa, cuadrar una serie de patrones comunes por eneatipo que nos pueden ser muy útiles a la hora de entender cada personalidad.

«El único camino que nos mantiene sanos, fuertes e integrados y actúa de genuino pilar en el cual sostener la propia vida es la aceptación de lo que nos ha tocado vivir y esto también significa tomar y aceptar lo que viene de nuestros padres, familia y ancestros, incluso lo cruel y lo terrible, ya que es la única matriz de fuerza y dolor en donde podemos apoyarnos. Quién toma la realidad tal como viene y tal como es se siente bien y hace sentir bien a los demás porque sus comunicaciones no tienen exigencia ni manipulación, son expresivas, genuinas, autónomas y adecuadas al momento.»

Joan Garriga.

«La madurez significa recuperar la seriedad que uno tuvo en su infancia mientras jugaba».Friedrich Nietzsche

1 LAS HERIDAS DE LA INFANCIA

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“Nunca me he desprendido de la infancia, y eso se paga caro. La inocencia es un lujo que uno no se puede permitir y del que te quieren despertar a bofetadas”.
Ana María Matute

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2 LA INFANCIA POR CADA ENEATIPO.

Evidentemente, esto no son matemáticas y puede haber un margen de error. 

Lo que está claro es que, por ejemplo, mucha gente que se debiera identificar, por ejemplo,  con el eneatipo dos, se va al ocho. Sin embargo el ocho, ha tenido una infancia caótica y desestructurada, sin límites. Por contra, el eneatipo dos ha vivido una infancia aparentemente feliz, siendo, normalmente, un niño o niña que ha sido el preferido del progenitor de sexo contrario. Esto puede dar muchas pistas a la hora de aclararnos y entender mejor cada eneatipo.

Somos como somos porque fuimos como fuimos. O mejor dicho, nos identificamos con un personaje concreto porque construimos un carácter que determinó un tipo de ego. Nuestra neurosis es directamente proporcional al temperamento con el que vinimos al mundo y la forma de ser que fuimos moldeando para ganar el cariño y la seguridad del sistema familiar. Nos fuimos alejando de nuestra parte angelical y nos fuimos construyendo una cárcel. Una prisión funcional, pero que nos limita en el mundo.

En palabras del terapeuta y experto en eneagrama Jordi  Santamaria: «Nuestra forma de ser es en defensa de la propia vida, de las propias agresiones humanas, de papá y mamá entre otros. Al vivir, nos protejemos de la vida misma. La raíz de nuestra personalidad es que no nos hagan daño. El núcleo de nuestra conducta se basa en ello en último término. Nuestro molde es nuestro castillo, y también nuestra cárcel. Y esa es la principal razón del sufrimiento humano. Aparte del dolor propio que contiene la vida: enfermedad, muerte, dolor físico. Sufrimos anímicamente, mentalmente, porque sacrificamos nuestro potencial de satisfacción vital mediante nuestra coraza, nuestro carácter, nuestro Yo. Inhibimos nuestra espontaneidad, faltos de confianza natural, y pensamos, pensamos mucho. El «-Yo soy así!», soltado con autobombo y vehemencia, solo lo puede decir alguien que sufre mucho o bien hace sufrir mucho. Es el zénit del autoengaño. Nuestro molde, nuestro yo, es nuestra cárcel.» (ver aquí)

 

 

«La vida es hacernos. Y crecer como los árboles. Uno nace como una semilla, con unos genes pero es uno quien tiene que hacerse». José Luis Sampedro

El eneatipo con el que finalmente nos identificamos, no viene de serie. Es cierto que todo lo vivido en el vientre materno más nuestro ADN marcará fuertemente el posible tipo de ego. Pero no es menos cierto que, durante los 10 primeros años de vida se viven demasiadas historias como para pensar que no son determinantes en la configuración del carácter. Seguramente, incluso lo que vivieron generaciones anteriores, misteriosamente, termina condicionándonos en cierta forma en el aquí y ahora. La construcción de la personalidad es mucho más compleja de lo que podamos expresar en pocas palabras.

Como dice la experta en eneagrama, Melisa Santilli: «Hay discusiones acerca de cuándo se define el eneatipo, más allá de eso mi recomendación es no decirle el eneatipo a nadie, mucho menos a un niño o adolescente. Decir que alguien es de un eneatipo es un JUICIO que emitimos y que puede impactar en la identidad del otro, fundamentalmente si esa persona nos considera autoridad.
Por eso te recomiendo, es mejor utilizar el eneagrama para introspección y muy importante evitar encasillar o etiquetar a los demás.»

Con todo esto vemos que lo importante es la auto-observación y dejar tranquila  a la gente para que vaya descubriendo, poco a poco, su eneatipo.

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2.1 TRIADA EMOCIÓN

La infancia en el eneatipo 2

La infancia de las doses, normalmente, viene tocada por el privilegio (sobre todo en aquellas niñas que terminan siendo E2 subtipo conservación). Han sido las elegidas de papá y ocuparon el puesto de mamá. Por ello, su relación con la madre ha podido ser tempestuosa y hasta que no se sana esta herida infantil, también pueden tener problemas con las mujeres. Es como si entrasen rápidamente en una competitividad insana en la que sólo ellas pueden ganar.

Sin embargo, en muchas mujeres E2 podemos oír cosas como que para ellas: «mi papá era el hombre más guapo del mundo». En muchos casos el complejo de Electra anda revoloteando en el ambiente (ver aquí).

En caso de hablar de una niña, en la que el privilegio o el capricho ha estado muy presente, seguramente tendrá mucho boletos de desembocar en un carácter E2 subtipo conservación que como solía decir Claudio Naranjo: «tiende a cuatrear bastante».  Lo importante en la infancia del E2 es que, de alguna forma, se haya sentido el ser la persona preferida. Esta elección normalmente se hace por el progenitor del sexo opuesto; pero no necesariamente. Quizás papá o mamá no estuvieron, pero hubo alguien del sistema familiar que hacía sentir especial a esta niña o niños. Desde ahí, aparece el sentimiento de estar por encima, de sentirse escogid@.

En palabras del psiquiatra Paolo Bajocchi: «El dos social establece una relación ambivalente con sus padres, mostrándose por momentos como una figura de autoridad y, por otros, buscando obtener todo el poder para destacar. Esto se manifiesta en su deseo de «sentarse a la derecha del padre». En situaciones de crisis psicóticas, el dos social puede desarrollar delirios maníacos, creyendo ser la reencarnación de Jesucristo; lo cual, se relaciona con la estructura maníaca caracterizada por la pseudo-generosidad, idealización del cariño y un sentimiento de superioridad. La transformación terapéutica comienza al colocarse en el lugar adecuado en relación a los padres; es decir, reconocerse como hijo y ser contenido por la autoridad paterna. Esto implica una revisión de su actitud hacia la autoridad y un proceso de aceptación de su rol como hijo en lugar de buscar constantemente ser superior a ella.»

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La infancia en el eneatipo 3

Suelen pertenecer a familias acomodadas en las que los progenitores también tienen tendencia al logro. Suelen ser papás y mamás muy ocupadas y enfocadas en lo profesional.

Muchas veces, los niños treses pasaron por mucha indiferencia respecto a lo que realmente necesitaban. 

Fueron muy exigidos, pero no desde la norma (como el uno), sino desde la obtención de logros. Muchas veces, comenzaron a ganar competiciones y conseguir grandes metas, con un nivel de eficacia increíble. Todo ello les hizo crecer muy rápido. A veces, simplemente fue un constante sometimiento a los deseos de perfección de papá y mamá. Una renuncia a la parte más instintiva. L@s niñ@s treses se autocastran el deseo y su parte más «salvaje» para ser niños y niñas buen@s. Buen@s y además l@s mejores.

En palabras de Claudio Naranjo: «No es raro que una persona del tipo III provenga de una familia en la cual había alguna enfermedad o algún tipo de caos, una situación en la cual un gran problema (como, por ejemplo, alcoholismo del padre) interfiriera en la atención que los padres habrían debido prestar al hijo e indujera a éste a cuidar de sí mismo.
A menudo hay también recuerdos de situaciones que daban a entender al niño que no era seguro decir la verdad o mostrar sus sentimientos y deseos.
«Un recuerdo de infancia que tengo y que me acaba de venir a la mente para confirmar y afirmar la falsedad es éste: teníamos manzanos, y siempre que comíamos manzanas verdes nos entraba diarrea. Mi madre nos había prohibido comer las manzanas verdes. Salió para
colgar ropa y encontró manzanas con señales de mordiscos. Entonces, nos prometió a todos: «Si decís la verdad, no seréis castigados. ¿Quién comió la manzana verde?» Bueno, yo había dado un mordisco, al igual que mi hermana, así que lo admití. Yo me llevé una zurra y mi
hermana un penique del azucarero. Yo estaba muy confundida y pensé para mí: «Bien, ¿para qué decir la verdad? Así aprendes a ser mentirosa».
El característico autocontrol del tipo III puede entenderse no sólo como un modo de supervivencia y de manipulación de la imagen: con frecuencia, hay detrás una historia de severa disciplina».

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La infancia en el eneatipo 4

El eneatipo cuatro conoce el dolor y el sufrimiento desde bien pequeño. Muchas veces, pudieron ser niños no deseados o que vinieron de rebote al mundo. Siempre hubo un hermano que tuvo más atención que ellos y eso, evidentemente, les hizo entrar en comparación. Por ello, es raro que sean hijos solos. En ocasiones, fueron criados por un pariente cercano o una abuela que hizo de mamá. El niño cuatro aprendió que los demás tenían algo bueno que él no tenía. Así que, imaginó que ese algo que ellos sí tenían debía ser algo malo, muy malo. Por ello, la envidia se desarrolla desde muy temprana edad y también  aparece la rabia. Si el niño va encaminada hacia el cuarto sexual, la rabia será puesta en juego con facilidad, pero si tiende a sus compañeros de subtipos, se la tragará de lleno. Desde muy pequeños se sienten incomprendidos. Tienden a exagerar sus necesidades; por lo cual, a veces, pueden parecer una especie de mendigos de amor. Tienen tendencia al victimismo.

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2.2 TRIADA RAZÓN

La infancia en el eneatipo 5

Suelen haber vivido algún acontecimiento impactante o bien durante el embarazo de su mamá o bien en los primeros meses de su nacimiento. Desde ahí se origina la herida del rechazo y muchas veces también del abandono. Incluso, pudieron vivir partos muy complicados que les hicieron encarnar en su cuerpo esta situación de tanto estrés. En general, son niños que suelen cuadrar con el carácter esquizoide la bionergética. Aunque no hay una relación directa con el autismo, la dificultad en las destrezas sociales del niño cinco son muy similares. Les cuesta responder a una sonrisa con otra, no son buenos pillando chistes (tienen un humor particular) o dobles sentidos. No demuestra demasiada preocupación (empatía) por los demás o si la tienen les cuesta expresarla.

El temperamento (previo al carácter) con el que vienen al mundo puede cuadrar sobre todo con el flemático y también, en cierta medida, con el melancólico (más sobre el tema por aquí).

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La infancia en el eneatipo 6

Su herida de infancia tiene que ver con la injusticia, pero también con una falta de confianza en sí mismos.

Les faltó una guía clara para desarrollarse en toda su esencia y no tuvieron figuras paternas demasiado cariñosas. 

Como los niños unos, crecieron con progenitores (por lo menos uno de ellos) demasiado severos y estrictos.

Fueron niños muy obedientes, que no daban guerra y, en general, buenos estudiantes. 

Seguramente, han conocido el castigo demasiado a menudo. No son valorados tanto por sus logros, sino por su forma de comportarse.

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La infancia en el eneatipo 7

Estos golosos del eneagrama recuerdan la infancia como un periodo de felicidad en el que todo fue abundancia; aunque, en realidad, pudieran pasar más de una privación. 

Son capaces de pintar de color de rosa cualquier acontecimiento desagradable del pasado.

Normalmente, tuvieron una relación muy estrecha con el progenitor de distinto sexo. Algo parecido al eneatipo dos, pero quizás sin tanta intensidad.  Y decimos una relación “estrecha”, no decimos “muy buena”. Tuvieron atención y cariño; pero, seguramente, también tuvieron una mamá o un papá un tanto asfixiante.

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2.3 TRIADA ACCIÓN

La infancia en el eneatipo 8

Algunos autores, hablan de ellos como los “niños supervivientes”.

Suelen haber tenido una infancia bastante ajetreada y polémica. Son niños que han podido tener progenitores violentos -quizás sólo uno de ellos- y haber crecido en una familia desestructurada. Así, han podido recibir maltrato físico de manera habitual, y han tenido que soportar muchas veces papás enfermos o, por ejemplo, alcohólicos. Conforme fueron creciendo, el adolescente ocho también ha podido plantar cara al padre y, en ocasiones, tener situaciones límite.

Muchas veces, se han hecho mayores antes de tiempo. Incluso han podido saltarse la adolescencia para pasar de niño a adulto en un abrir y cerrar de ojos.

En palabras del eneagramista Antonio Barbato: «El niño E8 crecerá en su propia imagen de duro, generando callos en su parte emocional, que lo llevarán a percibir solamente estímulos caracterizados por una particular fuerza. 

Frente al rechazo ambiental intentará defenderse, afrontando por medio de la rabia y mediante actitudes desafiantes los requerimientos que se le hacen. Es fácil comprender entonces, que la desinhibición y la dureza son el resultado de esta dinámica.»

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La infancia en el eneatipo 9

Pueden haber crecido en una familia numerosa donde la atención de sus progenitores no se centraba demasiado en ellos.

Además, cuando lo hacía, muchas veces, era para obligarles a comer más. También fueron muy ordenados por su papá y mamá para que no dieran guerra. Es como si siempre hubieran sido pisoteados suavemente. Tan suave que ellos ni lo veían. No sufrieron episodios dramáticos como sus vecinos ochos; todo estaba en una aparente calma. Pero en su infancia, el niño nueve siempre quedaba por debajo, el último, sin el aliento necesario.

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La infancia en el eneatipo 1

En su infancia fueron niñ@s buen@s, que, normalmente, no hacían mucho ruido. En general, fueron muy criticados y, en muchos casos, fuertemente castigados. Por ello, son demasiado autodisciplinados. Incluso los eneatipo uno jóvenes, en palabras de Claudio Naranjo, «es como si tuvieran mentalidad de viejo«.

Crecieron demasiado pronto y necesitaron de las reglas demasiado rápido. Más adelante, crearán sus propias normas que estarán por encima de las de la propia sociedad.

En el primer libro sobre eneagrama de Claudio Naranjo, Carácter y neurosis, podemos leer un testimonio común a varios UNOS: «asumimos responsabilidades muy tempranas. No es que nos las dieran, pero nosotros las asumimos. Muy temprano en la infancia, desde los tres años, recordaban algunos, y la mayoría antes de los nueve años, cosa que, por supuesto, continuó luego a lo largo de la adolescencia y la vida adulta. A menudo se trataba de estar allí, cuidando de los niños, quiero decir ocupando el lugar de quien se ocupa de que los niños coman, o se vistan o vayan a donde tienen que ir. Algo así como asumir un poco, o mucho, el papel de la madre».

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El texto de este post son tan solo unas pinceladas de cada concepto.

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3 Los estilos de crianza en función de los enatipos.

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En lo más profundo de cada uno de nosotros, por muy graves que sean las heridas, los hijos seguimos siendo leales a nuestros padres e inevitablemente los tomamos como modelos y los interiorizamos.
De algún modo conectamos con una fuerza que nos hace ser como ellos.
Por eso, cuando somos capaces de amarlos, honrarlos, dignificarlos y respetarlos, podemos hacer lo mismo con nosotros mismos y ser libres.» Joan Garriga

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