Aprender a marcar límites es uno de los pasos más importantes en el camino del crecimiento personal. Y los límites que maneja por ejemplo un E9 no tienen nada que ver con los del E8.
Las llamadas “líneas rojas” no son muros de rechazo ni actos de egoísmo, sino expresiones de respeto hacia uno mismo y hacia los demás. El problema es que muchas veces damos por hecho que las conocemos; pero, la realidad es nuestro ego nos tiene bien engañad@s!!
Tener claras estas líneas rojas nos ayuda a reconocer qué nos nutre y qué nos desgasta, diferenciando entre amor y obligación, entrega y sacrificio. Aunque incomoda y despierta miedos antiguos —al rechazo, al abandono, a no ser queridos—, poner límites claros y amorosos nos devuelve dignidad y autenticidad. Solo quien se respeta de verdad puede abrirse a vínculos más libres, claros y amorosos.
…
1. El sentido de las líneas rojas
Uno de los pilares del crecimiento interior es reconocer nuestros propios límites, lo que llamamos “líneas rojas”. No se trata de egoísmo, sino de responsabilidad hacia uno mismo y hacia los demás. Es un modo de decir: “Aquí me cuido, aquí me reconozco”.
Y en el mismo momento que por ejemplo un E2 toma conciencia de que para calmar su necesidad egoica de convertirse en salvador, es capaz de parar con ello, aunque solo sea un poco, vamos bien. Su propia línea roja será vetarse a sí mismo a estar siempre en este papel. Y esto que sirva para este tipo de neurosis NO tiene ningún sentido para un E4 o un E5.
Así, más allá del tipo de ego, muchas veces nos dejamos arrastrar por mandatos familiares o viejas lealtades que nos llevan a someternos y olvidarnos de lo que necesitamos. Aprender a poner límites es empezar a dejar de traicionarnos.
Si por ejemplo un E9 está habituado a decir siempre Sí a todo lo que le proponen, por ahí irá también su línea roja. Decir un NO de vez en cuando, será todo un éxito.
2. Límites como camino de autenticidad
Decir “no” puede ser una forma de apertura sincera, porque el respeto propio es condición para cualquier vínculo real. A veces el límite nace del miedo; pero, también, puede ser la expresión de nuestra verdad más íntima.
Poner un límite no implica siempre alejarse, sino redefinir la forma de estar.
Conviene distinguir entre relación y vinculo. En la primera, puede haber una distancia necesaria. Si suponemos un E1 sexual bien neurótico que es tu gran amigo del alma, pero ya el trato diario se hace insoportable, puede tener sentido alejarse. Sin embargo, que la relación cambie por un tiempo, no implica que lo haga el vínculo. A esa persona se puede seguir amando igual (o más), desde una necesaria cierta distancia.
Saber qué nos nutre y qué nos desgasta no es fácil: solemos confundir amor con obligación.
Por ejemplo, un E5 tiene especial sensibilidad para detectar invasiones y proteger su espacio, pero esta «cualidad», se puede convertir en su perdición. Si sus líneas rojas se levantan demasiado rápido y de manera siempre contundente, su neurosis de aislamiento se irá retroalimentando.
El límite no debe volverse un muro. Puede ser una frontera permeable que da claridad a la relación. Con el tiempo, madura y se ajusta según nuestra conciencia.
3. Atravesar la incomodidad y crecer
Marcar límites incomoda: despierta miedo al rechazo o a dejar de ser amados. Remueve heridas de la infancia, donde aprendimos que había que ser “buenos” para merecer cariño. Aun así, atravesar esa incomodidad nos devuelve dignidad.
Además cuando los ponemos pasan cosas. Y estas cosas no siempre son las que, en realidad, deseamos. De hecho, a veces, ni siquiera los límites nos salen de manera «correcta». Cuando un E9 que nunca ha puesto límites, de pone en la tarea, es muy habitual que le salgan de manera demasiado explosiva. Esto es normal y más vale arriesgarse a ello que quedarse en lo de siempre.
Incluso, algunos E7, sobre todo los sociales, suelen ser mucho más complacientes que lo que parecen. Un E7 social, que tiende a mantener su imagen de niño bueno, puede tener mucha dificultad para decir NO. Además, a diferencia del E9, con una frustración casi inmediata que le lleva a arrepentirse de haber sido, nuevamente, tan «blandito».
En general, nuestro niño interior necesita protección, no para encerrarse, sino para salir al mundo sin máscaras. Cuidarnos no nos endurece: nos hace más tiernos. Porque solo quien se respeta puede respetar, y solo quien se honra puede honrar a otro.
Así, poco a poco, vamos afinando nuestras líneas rojas. No como prohibiciones, sino como señales de autenticidad. No como límites a la vida, sino como caminos hacia una vida más despierta.
Si quieres trabajar este tema en profundidad echa un ojo nuestra formación de Eneagrama y amor:
Formación de EneagrAMA en el AMOR
Autores: Agnieszka y Lorenzo (Haiki)
…
También te gustará:
TUS LINEAS ROJAS de Tomás Navarro
.
.
.
.