Hoy nos extendemos un poquito más de lo habitual con una reflexión que esperamos sea de vuestro agrado.
La visión del hombre sobre sí mismo ha ido cambiando a lo largo de la historia. El punto clave para entender cómo el ser humano es capaz de comprender hoy el mundo se comenzó a fraguar en el siglo XVI, con la aparición de las teorías de Nicolás Copérnico. Con sus reflexiones demostraba que la tierra ya no era el centro del mundo y que sólo era un planeta más que giraba en torno al sol dentro de un universo homogéneo y en continua expansión hacia el infinito. Esta revolución científica llevó al hombre a cambiar radicalmente el concepto que tenia de él mismo. De repente, se ponía en tela de juicio la idea universal de que el hombre era el centro del universo. Gracias a Copérnico el ser humano es capaz de romper las barreras del pensamiento y planearse nuevas maneras de entenderse a sí mismo a través de la comprensión de una nueva cosmovisión.
Después de este gran hito en la historia de la humanidad tendrían que pasar cuatro siglos para que Sigmund Freud volviese a zarandear los cimientos del conocimiento del ser humano descubriendo un hecho realmente asombroso: La aparición del inconsciente. De este modo, el hombre ya no es que no sea el centro del universo, sino que ¡ni siquiera es el centro de sí mismo! Dentro de cada uno de nosotros hay una parte casi inaccesible que nos gobierna desde la sombra. El 90% de lo que hacemos no lo maquinamos desde el consciente. Acceder a esta parte misteriosa se convirtió en el gran reto de la humanidad. Y precisamente fue el mismo descubridor del inconsciente quien inventó los mecanismos para llegar hasta él. Freud propuso el psicoanálisis y la interpretación de los sueños como arma de conocimiento para llegar a ese “yo” oculto que se encontraba dentro de nosotros.
Pocos años más tarde, su discípulo Carl Gustav Jung mostraría cómo además del consciente y el inconsciente, dentro de cada persona habita una suerte de memoria que él vendría a denominar memoria colectiva y que se heredaba de generación en generación -de igual forma que se hereda la información genética-.
De esta forma, gracias a Psicología el hombre era más consciente de sí mismo, y podía llegar a entender cosas que desde el yo consciente resultaban inexplicables; pero, aún quedaba de explicar la importancia del “otro” dentro del funcionamiento humano.
Así, con la aparición de Jacques Lacan, se terminó de aclarar este concepto de “el otro”. Lacan propuso una teoría que evolucionaba desde conceptos freudianos hasta llegar a matizar la idea de identidad. Ésta se producía siempre a través del “otro” y nunca se podía constituir desde uno mismo. Para aclararlo ponía el ejemplo de cómo el niño cuando aún es bebé entiende el mundo a través de los retazos que se muestran a sus ojos. El pequeño con su mirada sólo es capaz de captar trozos de realidad, con lo cual la idea que va teniendo de sí mismo es de pequeños fragmentos que va identificando en los “otros”. Y sólo cuando cumple su primer año y ve su imagen completa en el espejo es capaz de reconocerse y entender del todo lo que suponía aquellos fragmentos. Así es como a través del “otro” (de la figura en el espejo) el niño coge conciencia de su “yo” (de sí mismo); es decir, de su identidad. A partir de este punto y con la aparición del leguaje, es cuando el niño se concienciará de quién realmente es -desidentificándose de la madre- y a través de “los otros” irá poco a poco armando lo que será su personalidad.
También Martin Buber aportó su granito de arena a la hora de comprender que las relaciones con el otro han de ser de tú a tú y evitar la tendencia a cosificar “al otro”.
A su vez, Martín Heidegger propondría un nuevo paso para el ser humano y lo hace a través del lenguaje. Estudia la palabra alemana “bauen”, que viene a significar; construir, habitar y cuidar. De esta forma, en cuanto se construye, se debe hacer pensando que verdaderamente esta construcción deberá ser refugio y cobijo del ser humano. Y si construye -con esta filosofía-, a la vez que construye estará ya habitando y para terminar de constituirnos como personas sólo nos faltará cuidar. ¿Pero a quién a o qué?
Parece evidente que a quién se debe cuidar es a esos “otros” que Lacan decía que ayudaban a constituir nuestra propia identidad, a ese “yo” que Freud descubrió que tenía un misterioso compañero de viaje y no estaba tan sólo como pensaba. En realidad, sobre todo a quien se debe cuidar, es a quien permite que todo lo humano exista y no es otra cosa que el propio planeta tierra. Cuidar la naturaleza, debe de ser algo imprescindible para que el ser se pude llamar ser humano.
Por último, y por no alargar esta pequeña reflexión más de la cuenta, traemos a primer plano la figura de Fritz Perls, padre de la Gestalt, quien sentaría las bases de una nueva forma de vivir basada en la responsabilidad y una presencia constante en el aquí y ahora. De hecho, nada muy diferente de lo que en oriente se llevaba practicando siglos, pero que a los occidentales tanto nos cuesta. Siempre queremos estar fantaseando en el futuro o atados a lo que nos pasó. Nos cuesta vivir el presente con lo que toca.
En este sentido, tenemos la suerte de que Claudio Naranjo recoge las ideas principales de Perls y las enriquece con otras herramientas como el eneagrama o la meditación. Desde ahí, propone una forma de estar en el mundo basada en la transparencia y la autenticidad.
En fin, la verdad es que es curioso ver como este ser humano, ha necesitado de tantos siglos para llegar a descubrir que no era el centro de mundo. Más tarde se dio cuenta que ni siquiera el centro de sí mismo y que además parte de su identidad se le venía dada a través de la herencia de la memoria colectiva. Y si por si no fuera suficiente, al final se ha dado cuenta que necesitaba del “otro” para constituirse finalmente como persona; es decir, que ya no se vale de sí mismo, sino que irremediablemente ¡necesita de los demás!
De esta forma, la felicidad pasa irremediablemente por la idea olvidarse del narcisismo y concienciarse de la idea de cuidar del “otro”.
Autores del post: Agnieszka Stepien y Lorenzo Barnó (Haiki)
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*Haiki está formado por Agnieszka Stepien y Lorenzo Barnó (también en Stepienybarno). Ambos desde el 2009, y de manera muy intensa, están al frente de diversos proyectos digitales. Su presencia en la red se sustenta en tres pilares: la arquitectura, la Identidad Digital y nuestra actividad más personal en este blog de Haiki.
*Tanto Agnieszka Stepien como Lorenzo Barnó, han realizado el proceso SAT de Claudio Naranjo y, actualmente, están realizando la formación en terapia Gestalt. A su vez, tienen segundo nivel de Reiki y son practicantes de artes marciales como Taekwondo, Kung-fu o Tai chi.
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