4. El eneatipo uno, la ira. (Lecturas Día 4)

Los unos son el eneatipo del eneagrama más exigente y perfeccionista. Son personas de apariencia educada y correcta.

Si ves que antepones el deber al placer y que, cada cierto tiempo, te ves inundado por una energía iracunda desmedida ¡puede ser que tú también seas uno de ellos!

Si también te suena el querer tener siempre razón y ser un poquito prepotente y testarudo, quizás este post sea especialmente útil para ti.

Eso sí, si hay que poner a alguien al mando de una causa justa, este es sin duda un eneatipo perfecto para ello.

La soberbia rígida

Perfeccionistas, perfeccionadores y perfeccionados.

1 Características generales

1.1 RASTOS PRINCIPALES DE CARACTER

Son gente que se deja llevar por su idea de justicia, que no necesariamente tiene porque coincidir con la del resto del mundo. Siempre quieren que todo se haga bien, pero a su manera; no suelen estar muy pendientes de las necesidades del otro y resultan personas muy poco empáticas y quizás un tanto “hieráticas”.

La soberbia no les deja ver más allá de sus propias ideas; de hecho, podríamos hablar de una SOBERBIA MORAL. Esta actitud nos puede recordar al orgullo del 2; pero, en este caso hay mucha más rigidez en el convencimiento de estar del lado de la VERDAD.

Se enamoran de su propia necesidad de control. Su pasión es la ira aunque, como vamos a ver, no siempre la expresan hacia fuera. De hecho, en el subtipo uno conservación hay que rascar mucho hasta que aparece.

En palabras de Claudio Naranjo en Carácter y neurosis (la biblia del eneagrama): «gran parte de esta personalidad puede entenderse como una formación reactiva contra la ira: una negación de la destructividad mediante una actitud deliberadamente bienintencionada. La definición de Osear Ichazo de la ira como «oposición a la realidad» tiene el mérito de fijarse en una cuestión más básica que el sentimiento o expresión de la emoción. Más aún, puede ser útil señalar desde el principio que la etiqueta «tipo iracundo» es escasamente evocadora de las características psicológicas típicas del tipo de personalidad en cuestión, que es crítico y exigente, más que conscientemente odioso o grosero» 

Óscar Ichazo hablaba de los iracundos como una personalidad que se opone a la realidad; llamó a este eneatipo «el ego-resent». De hecho, normalmente la rabia-ira y el resentimiento suelen ir bastante de la mano. También, desde el resentimiento aparece una sensación de injusticia: las cosas no se han hecho como se debiera.  Como vemos, más allá de su pasión por la ira, terminan siendo gente exigente y crítica, pero a la vez controlada (no en su subtipo sexual). 

Según el terapeuta y experto en eneagrama Jordi Santamaria: «es el el eneatipo con más amargura, vemos que paga a los demás con su propia moneda. El eneatipo que se quiere hacer más grande, el que más aspira, minúsculo como se ignora, es especialista en engrandecerse desde su propia parcialidad. Su severidad juzga, sentencia y somete, de forma hipócrita, velada por la corrección, incluso por la amabilidad. Es un talibán con ojos de bueno, a lo Bin Laden. Está preñado de frustración. Se tiene que creer Dios para no estallar en su profundo complejo de inferioridad.»

Así vemos que, como suele ser habitual, lo de dime de que presumes y te diré de que careces, cobra sentido. El iracundo, en el fondo, se siente poca cosa y muchas veces cae presa de lo que él critica. Quizás se muestre al mundo como estandarte de la comida sana y ecológica y, a escondidas puntualmente, se enchufa una grasienta hamburguesa.  La realidad es que en su fuero interno suele convivir con más de una contradicción.

Fantástica actuación de nuestros queridos Pantomina Full. En este caso, vemos un E1 sexual en acción.

Desde esta crítica tan potente, el iracundo vive presea del control y del deber. Según el terapeuta experto en eneagrama Fernando Erdmann:

«(…) Los “unos” evolucionados pueden ser héroes morales con excelente capacidad crítica. Los “unos” fueron niños buenos, aprendieron a portarse bien, a ser responsables y a hacer lo correcto. Aprendieron a controlarse con severidad. Trabajadores rectos independientes y perfectos; perfeccionismo. Están en contra de las cosas como están. Ellos creen que luchan por mejorar algo. Parecen personas muy justas y de gran moralidad. Muy poca aceptación del otro. Intentan acomodar a su pareja a sus expectativas. Son amas de casa «perfectas y pulcras». Puritanos: son más papistas que el Papa. Tienen voz firme y pronunciado mentón. Corrigen lo que está mal, se fijan en la mancha, no en el traje. Se dedican a causas benéficas, exigentes y estrictos. Exigen respeto. Piden JUSTICIA. Miedo a dejarse llevar, a la pasión. Aristócratas ordenados y limpios. La palabra es CONTROL. Es una no aceptación de la naturaleza. Es realista, con convicciones fuertes, prejuicioso y rígido. El deber está por encima del placer. Interés por los reglamentos, por las normas. Tienen la compulsión de decir «cómo debería de hacerse». Echan mano de la razón, abogacía innata.»

Son obsesivos – compulsivos. A su vez, Claudio Naranjo en un principio hablaba de ellos como un carácter de «bondad intencional«. Para nuestros protagonistas siempre hay una verdad por la que luchar. Aunque, evidentemente, es su verdad, ellos tienen que sensación de que es la verdad absoluta; así que, no les mueve una necesidad egoista de imponer su punto de vista, sino una necesidad de bien común. Una perfecta verdad que incluye un nivel de auto-exigencia brutal que les sitúa en la antítesis de la auto-indulgencia del siete. Con todo ello, más allá de su buena voluntad, terminan resultando gente bastante altiva y que desde una mirada externa pudieran parecer un tanto soberbios.

Esta crítica típica del eneatipo uno, con tintes de mejorar el mundo, termina justificando estos sentimientos de ira (expresados o no). El uno es una especie de reprochador moral. Desde ahí, intenta imponer al mundo su visión perfecta y recta. Se olvidan del «yo quiero» y solo piensan en función del «yo debo«. El «yo deseo» ni se lo plantean. Esto lo pueden aplicar en primera persona o en relación al otro u otros.

Esta ira puede ir de la mano de la rabia (o no). La rabia, en principio, tiene que ver con una actitud agresiva -incluso violenta- de respuesta  a un  ataque y la ira es algo más interno. Un estado de irascibilidad constante. 

Siguiendo con el maestro chileno: » “En cuanto a la conducta verbal, es más característico del tipo iracundo ser controlado en la expresión de la ira en cualquiera de sus formas explícitas: estamos en presencia de un tipo civilizado, de buen comportamiento, no de un tipo espontáneo. Por lo que se refiere a la acción, los individuos del eneatipo I expresan ira, aunque lo hacen sobre todo inconscientemente, no sólo para sí mismos, sino para los otros, pues lo hacen de una forma que es típicamente racionalizada. De hecho, gran parte de esta personalidad puede entenderse como una formación reactiva contra la ira: una negación de la destructividad mediante una actitud deliberadamente bienintencionada. (…) la ira está presente en forma de irritación, reproche y odio, que permanecen generalmente inexpresados, porque la destructividad percibida entra en conflicto con la virtuosa autoimagen característica de este eneatipo.»

Así, no siempre contactan con la emoción de la rabia, pero sí tienen muy presente la energía de la ira. Es una forma de estar en el mundo de desde la acción – reacción. Todo tiene solución y ellos saben la respuesta clara y meridiana. Su sentimiento de superioridad no les facilita fluir con la vida. Les cuesta aceptar lo que viene tal cual es. En vez de ello, lo dan todo para transformar la realidad según sus propios parámetros. Para los unos todo es blanco o negro, o esta bien o está mal, o estás conmigo o estás contra mí. Los grises como que no los ven. «La paz es un campo mental presupone que todos aquellos que pertenecen a él sean reconocidos como pertenecientes en igualdad. Esto se logra recién cuando los denominados buenos han podido descubrir lo malo y peligroso de su conciencia tranquila, si bien con una sensación de culpa y de una mala conciencia. Recién entonces pueden conceder un lugar de pares dentro de este campo a lo rechazado, en especial a otra persona rechazada». Bert Hillinger

Ven el error en el mundo y esto les pone de muy mal café. También, les molesta mucho que este mundo no vea lo mal que lo hace. Hay un exceso de apego al bien y al mal. Así, su orden va por delante de todo y de todos. Son muy perfeccionistas y exigentes, tanto con ellos mismos, como con el resto del mundo. Su fijación por la perfección les puede llevar a un excesivo apego por la norma y la ética. Principalmente, su norma y su ética que considera, sin ninguna duda, un código de conducta correcto y absoluto. Además, más allá que lo manifiesten o no, les surgirá un gran enojo con quienes no ven el mundo como ellos.

Siguiendo con Naranjo: «Si bien la ira consciente y manifiesta no es siempre una de las características más sobresalientes de esta personalidad, los rasgos más comunes de este eneatipo pueden entenderse como derivados de la ira, expresiones de ira inconsciente o equivalentes a la ira. Uno de éstos es el crítica, que no sólo se manifiesta en un explícito achacar culpas, sino que a veces crea una atmósfera sutil que produce en los otros un sentimiento de desasosiego o culpa. La crítica puede describirse como una ira intelectual más o menos inconsciente de su motivo.»

Desde esta ira reprimida, son personas bien intensas y aunque no son de la triada de la emoción, pueden conectar con emociones potentes (sobre todo en el subtipo sexual).

Los unos creen que su integridad debiera ser la integridad de todos. Tienen tendencia al rencor y a resentimiento.

“He pasado demasiados años en guerra conmigo mismo / El doctor me ha dicho que no es bueno para mi salud / La búsqueda de la perfección podrá estar muy bien / Pero pasársela buscando el cielo termina convirtiéndose en un infierno.” Sting

Como mecanismo de defensa estrella usan la actitud reactiva. Con ello, sienten un impulso que conforme les viene lo rechazan. Al negarlo, curiosamente, de una forma u otra, terminan desarrollando un impulso opuesto al inicial. Si por ejemplo, alguien tiene una pareja que es muy demandante y controladora (por ejemplo, eneatipo cuatro), en un primer impulso le viene el rechazo y la necesidad de poner límites. Pero, como «esto no está bien», no se lo permite y desarrolla el impulso opuesto: se pone a su servicio y dedica su vida a complacerla. Así, se juntan el hambre con las aparentes ganas de comer y las neurosis se hacen cada vez más fuertes. 

También usa como mecanismo de defensa la insatisfacción. Es muy raro que un uno vea todo bien; lo normal será que vea un pequeño detalle que no es de su agrado y esto le impida disfrutar de la situación. Desde aquí, contactan con facilidad con la frustración.

Fueron niños grandes que no tuvieron tiempo de contactar con sus instintividad, inocencia y emoción. Ahora, de adultos, les cuesta la vida contactar con su parte más tierna. Algunos pueden haber llegado a cometer actos muy crueles y violentos, pensando que era lo que se debía hacer. El “debo de”, al igual que algunos seises, lo tienen muy presente.

Siguiendo esta idea, apunta el experto en eneagrama, Gonzalo Morán,

«(…) Al igual que los Cruzados Cristianos de la Edad Media que sentían tener la obligación moral de salvar la «Tierra Santa»de la amenaza de los Herejes, los Uno tienen la creencia muy arraigada de que el mundo es un lugar imperfecto que esta como esta porque la gente no hace lo que debería hacer, y esta en ellos tomar cartas en el asunto, ocuparse y arreglarlo…

Así tengan que inmolar en la Hoguera a quien se les cruce por el camino.» (post completo)

Respecto al amor admirativo del que siempre habla Claudio Naranjo, suelen andar un poco liados. Su excesiva altanería les lleva a no ver al otro.

Su idea loca es que “si no son perfectos nadie les amará”.

Como bien apunta en su propio muro de facebook, Jordi Santamaría:

“(…) En el eneatipo Uno no aceptamos la realidad, dispensados en que somos o estamos encargados de una realidad mejor, cosa que parece justificarlo todo. Somos predicadores, por falsa empatía.

No vemos nuestro narcisismo de elegidos, nuestra necesidad de superioridad. El fin justifica los medios como en el eneatipo 8 y el resto, versión blanqueada.

Arrancarse la pretensión de perfección duele.

Nos cuesta ver al niño o niña heridos, bajo nuestra armadura.

Tanta exigencia y autoexigencia para aceptarnos a nosotros mismos, escondiendo el dolor y la propia vergüenza de no llegar a ser queridos.”

¡Adivina qué vecino pertenece al eneatipo uno!

Esto implica renunciar a lo que ellos consideran como emociones negativas o inferiores (tristeza, vulnerabilidad o la lamentación). Con todo ello, tampoco aceptan de buen grado las críticas sobre su persona.

Por el contrario, si se encuentran bien, y no se dejan llevar por la IRA tan fácilmente, se pueden convertir en auténticos referentes éticos para quienes les rodean. También es cierto que muchas veces no muestran en público sus enfados; con lo cual, terminan «tragándose» la ira y, muchas veces, acaban somatizando esta emoción. En este sentido, suelen ser más críticos que agresivos o violentos -el ocho sí que puede ser realmente violento-.

Sanos, pueden ser metódicos, eficientes, organizados y los mejores buscadores de la tan necesaria verdad; una especie de héroes morales.

Pueden confundir el sincericidio con la sinceridad: es como si su juez interno estuviera de guardia las 24 horas del día.

Aunque es un eneatipo de la triada de la acción, en algunos casos, pueden parecer más racionales que los propios mentales.

Muchas veces la corrección del uno se puede confundir con otros eneatipos como el propio enatipo tres. La rigidez es común en ambos caracteres y tanto los unos como los treses necesitan que todo esté controlado. Además, a ambos les une la dificultad de conectar con el placer. Necesitan una buena dosis de bajar al cuerpo y conectar con el deseo. A su vez, aunque los treses piensan que su obsesión por la perfección es insuperable, en el eneatipo uno tenemos el único que es capaz de superarles.

En cualquier caso, lo que diferencia claramente al tres del uno, es que el tres no conecta tan rápido con la rabia. El eneatipo uno ha sentido muchas veces cómo le hervía la sangre  en su vida. Esta en contacto constante con esta frustración de no poder expresar esta ira, porque se supone que él es un niño bueno.  Sin embargo, el tres no conecta tanto con esta emoción y su represión viene más por el hecho de una necesidad de reconocimiento que por ser un niño bueno en sí mismo.

En este sentido, nos acordamos de las palabras de, Claudio Naranjo:

«El eneatipo uno es un carácter bien intencionado y excesivamente virtuoso que surge como una defensa frente a la ira y la destructividad. Sería erróneo, sin embargo, concebirlo como un carácter violento, pues, por el contrario, presenta un estilo interpersonal supercontrolado y supercivilizado. Resulta llamativo, además, en este estilo su tendencia a estar en desacuerdo, tanto con respecto a los otros como frente a la experiencia general. Si toda forma de carácter puede ser considerada como una interferencia con el instinto, la orientación anti-instintiva de este estilo «puritano» resulta de lo más sorprendente. Un adjetivo apropiado para este carácter (que le es aplicable más allá de la banda explícitamente enferma del espectro de la salud mental) es el de perfeccionista, pues a pesar de que quienes representan otros estilos caracterológicos pueden tacharse adecuadamente a sí mismos de «perfeccionistas», es aquí donde la orientación al perfeccionismo sobresale de modo indudable. Ello implica una obsesión por mejorar las cosas, que se traduce en empeorar la propia vida y las de los demás, y un concepto cerrado de la perfección que se basa en comparar todo suceso o experiencia con un código preestablecido de valores, modelos, ideas, gustos, normas, etc. El perfeccionismo no sólo ilustra el hecho de que lo mejor es enemigo de lo bueno (y que la búsqueda de lo óptimo es enemiga de lo mejor), sino que podemos decir que, en el orden cognitivo, implica una tendencia al desequilibrio en las lealtades que se deben al placer y al deber, a la seriedad y a la frivolidad, al trabajo y al juego, a la deliberación madura y a la espontaneidad infantil.»

Estas ganas de hacer todo correcto, renunciando al placer y focalizándose en el deber, también nos pueden recordar al eneatipo tres. La diferencia es que al tres le importa, y mucho, lo que el resto piense y su corrección depende, en gran parte, de una mirada externa. Mientras al uno le importa poco lo que los demás piensen y su corrección depende de una represión interna. También, es cierto que esta autoridad propia, ajena a la mirada del otro, le puede llevar por caminos muy prósperos. Un buen ejemplo de ello es el padre de las Constelaciones Familiares, Bert Hellinger. Allá por finales de los noventa, después de una vida de lo más variopinta, se dio cuenta que había dado con una forma de «hacer terapia» totalmente diferente. La innovación, y más en estos terrenos, va a ir de la mano de otra gente que va a criticar lo que uno ofrece. Es casi inevitable. En este a caso, Hellinger estaba seguro que lo que el proponía era importante y bueno para el mundo. Desde ahí, se mantuvo imperturbable a cualquier juicio externo y su energía interna le llevó a compartir esta poderosa herramienta con el mundo.  Es decir, el uno, por una buena causa , puede navegar contra viento y marea en favor de un mundo mejor.

«He pasado demasiados años en guerra conmigo. Mi doctor me ha dicho que no es bueno para mi salud. La búsqueda de la perfección podrá estar muy bien. Pero pasarse la vida, buscando el cielo, termina convirtiéndose en un infierno» Sting

El eneatipo uno en el trabajo:

Tienen tendencia al control, la rigidez y a sentirse superiores. Necesitan que el mundo les vea como personas sensatas.

En el entorno laboral no son demasiado flexibles, lo cual les suele llevar a exigir al otro demasiado. Luego verán si se lo comunican o no, pero su ira aparece aunque, por su excesiva corrección, no se permitan mostrarla. Ellos lo pasan mal porque ven que los otros no hacen las cosas bien. El bien de ellos es el muy bien de cualquier otro eneatipo.

Si su compi de trabajo es un siete, pueden pasarlo fatal si dependen de él para avanzar en su tarea diaria. Exagerando un poco, lo que para un siete está terminado para un uno justo está empezado. Los sietes son muy buenos sacando bastante tarea adelante -hasta que colapsan-, pero no son buenos terminando las cosas y mucho menos dejándolas como al uno le gusta. El nivel de auto-exigencia de cada uno es muy distinto.

Los unos, como bien sabemos, tienen una ética muy clara que muchas veces puede chocar en un entorno laboral, con las ganas de triunfar de, por ejemplo, el eneatipo tres social. Si van a ser compañeros de viaje, puede que la corrección y rectitud del uno sea incompatible con la excesiva flexibilidad moral del tres social.

En este sentido, rescatamos las palabras de Eduardo Yentzen:

«Este valor, la rectitud, es su virtud. Rectitud es ir recto por la vida. Es hacer lo co-rrecto. Ir co- o sea en paralelo a lo recto. Para seguir el camino recto este tiene que estar construido y fijado (al mandamiento, a la norma, al ‘programa’). Para no desviarme, no tentarme, no ser cambiante, inconsecuente, voluble, influenciable, débil, incapaz de llegar a ningún lado… debo mantenerme ‘pegado al camino’ . Para hacerlo me esfuerzo, aprieto los dientes, no renuncio, cumplo, obedezco, me disciplino; me rigidizo me hago inflexible, intolerante. Soy el único dispuesto a este esfuerzo, el único que cumplo con el camino recto.

De mi corrección sigue el acto de corregir: co-rregir- regir (reinar, mandar) desde mi condición de soberano cumplidor de la norma. Al otro lo corrijo: critico y sermoneo, le ilumino sobre cómo se hacen las cosas.»

Por eso es tan importante que el uno baje cuanto antes el volumen de su rectitud, corrección y exigencia. Si no lo hace se quedará solo pues produce demasiada tensión en él mismo y en su entorno inmediato.

Aun con todo, necesitamos unos, unos que no estén muy neuróticos y, desde su hacer silencioso en el que no caben las florituras, ayuden  a otra gente a tener una vida mejor. Un buen uno, quizás siempre será un jefe demasiado exigente, pero, a la vez, será capaz de defender a sus trabajadores a muerte. Y si le consigue poner un poco de empatía al tema, podrá ser una maravillosa autoridad. Es decir, su poderosa autoridad interna se pone al servicio en una autoridad exterior.

El eneatipo uno en el amor:

Los unos, en general, son gente que les cuesta bajar a la emoción y mostrarse en pareja desde la parte más tierna y delicada. Incluso si son chicas es muy probable que se animen a llevar el rol más masculino dentro de la pareja.

Como ell@s saben lo que hay que hacer, no se preocupan de consultar a su pareja posibles planes. Se los traen ya organizados para que el otro tan sólo tenga que sumarse a su «maravillosa idea». Si se le cuestiona estos planes, el eneatipo uno ya comienza a sentirse atacado. En la convivencia del día a día, es una persona que genera mucha tensión porque cada cosa ha de estar en su sitio. El sitio que, por lo que sea, él ha decidido. Todo esto, más allá del cansancio que le produce a él mismo, agota a quién intenta convivir con él.

Son personas fieles que no les va una relación sin compromiso. De hecho, suelen ir a tope en pareja; pero, les cuesta salir de la monotonía. En un momento dado, les puede venir muy bien darse algún permiso y no ser tan correctos. Quizás tengan ganas y deseo de «devorar» a su pareja, pero se contienen las ganas por miedo a no hacer lo que moralmente se supone que toca. Es como si vivieran un poco castrados. A veces, tienen que revisar sus códigos morales para poder contactar con claridad con su parte animal y ponerla en juego.  Normalmente, en la cama son bastante directivos y les gusta que las cosas se hagan como a ell@s les gusta. De esta forma, con tanto control, las cosas suelen ir más o menos bien, pero se pierden la posibilidad de que surja la magia, la sorpresa.

El eneatipo uno en el amor pone en marcha su mecanismo de defensa de la insatisfacción. Puede estar en medio de una relación preciosa y siempre habrá algo que sienta mejorable. En vez de centrarse en lo que sí está disfrutando, se obsesiona con lo que ve mejorable.  Estas posibles mejoras pueden ser por su parte o por la del otro. Lo importante para su parte egoica es buscar una supuesta perfección. Con todo ello, genera mucha exigencia en el otro y en él mismo. Así que, lo de que las cosas vayan razonablemente bien no es suficiente para nuestro iracundos perfeccionistas. Aspiran al 10. Un 10 rígido y aséptico que, por otro lado, nunca llega. Y lo que sí llega, lógicamente, es frustración.

Por lo tanto, necesitan mirar un poco a los sietes y contagiarse de su espontaneidad. El uno necesita ejercitarse en disfrutar de lo pequeño. Poner el foco en pequeñas satisfacciones. Respirar mucho para relajarse y no estar en tensión constante en pareja. Hablar de lo que sí le gusta y escuchar mucho a la otra parte. Si se relaja y asume que tiene una parte instintiva maravillosa, el uno puede dar mucho juego en el amor y sexo. Otra cosa es el miedo que él mismo le genera esta parte más salvaje; pero, esto es otro tema.

También, les sienta de miedo echar un ojo a los cuatros y contactar con su parte más emocional y delicada. Desde ahí, podrán salir que su «perfección sexual/amorosa» y entrar en nuevos terrenos que, seguramente, les darán más de una alegría.

Con todo ello, el eneatipo uno irá dando pasitos hacia una relación sexo-afectiva mucho más libre, sana y relajada.

La emoción en el eneatipo 1

Su gran sentido de la integridad va de la mano de la pasión de la Ira. El hervidero interno en que viven es el detonante de su necesidad de esforzarse por hacer lo correcto, por hacer siempre lo que consideran que es mejor. Es como si una ira inconsciente les guiase en sus actos más importantes. A su vez, esta ira, explícita o no, se retroalimenta de su propia frustración. Por ello, en un principio les cuesta entender que su perfeccionismo es algo que raya lo patológico. Hay una rigidez extrema que les lleva al amor por el orden y acatar las reglas. Reglas que, por otro lado, obedecen sólo si consideran justas. Por ahí, también hay una tendencia a encarnar roles paternales o maternales con sus seres queridos. Aun así, les cuesta expresar su emoción y la tapan con palabrería moralista.

En palabras de Dr Naranjo, en su libro Carácter y neurosis: «(…)  Del mismo modo que es difícil separar crítica, exigencia y dominación, el hipercontrol, la autocrítica y la disciplina -tres actitudes hacia uno mismo que constituyen, por así decirlo, la cara oculta del perfeccionismo- están íntimamente relacionados como facetas de una misma disposición subyacente. El perfeccionismo puede ser resaltado, junto con la ira, como un factor dinámico que impregna todo el carácter y como su estrategia de raíz.  Lo que la dominación -una transformación de la ira- es a los otros, el autocontrol es al perfeccionismo de uno. El sobrecontrol de la propia conducta va unido a una rigidez característica, una sensación de desasosiego, una falta de espontaneidad, con la consecuente dificultad para desenvolverse en situaciones no estructuradas y en las que se requiera improvisación. El control excesivo de la propia personalidad se extiende, más allá de la conducta externa, al funcionamiento psicológico en general, de tal modo que el pensamiento se ciñe excesivamente a las reglas, es decir, se vuelve lógico y metódico, con pérdida de la creatividad y lagunas en la intuición».

Este exceso de control bloquea su mundo emocional, salvo en el subtipo conservación que sí es capaz de mostrarse más cariñoso y empático. Montan una imagen virtuosa de sí mismos, aunque en el fondo no se ven tan puros y pulcros y, de hecho, hay una fuerte autocrítica en su día a día; podríamos decir que, viven en un continuo proceso de autodenigración que desde fuera no se percibe. Desde aquí, como la pescadilla que se muerde la cola, su búsqueda de mérito y moral, les vuelve a llevar a la frustración y, nuevamente, a la ira.

Respecto a la ira, como veremos con detenimiento cuando entremos en los subtipos, hay dos subtipos que NO la expresan y otro que sí.

El subtipo social, que por momentos parece un cinco, es muy frío. El subtipo conservación no se atreve a expresar la rabia por no dañar al otro. Y el subtipo sexual la expresa, normalmente, con demasiada vehemencia.

Testimonio del eneatipo uno.

«Fui un niño que sufrí mucho en la infancia. Me recuerdo con mucho enfado. Me hervía la sangre cuando no me daban lo que yo quería. Era el mayor de tres hermanos y me alié con mi padre para hacer de segundo papá. Tanto él como mi mamá eran bastante estrictos. Mi padre se ponía como modelo moral y siempre decía lo que estaba bien y lo que no. Más adelante, mi madre se enteraría que durante años le fue infiel y llevó una doble vida. Era el dueño de una pequeña constructora y no le veíamos mucho. Mi madre, como digo, también era estricta; pero, estaba más presente y, sobre todo, nos abrazaba mucho. En el colegio sacaba muy buenas notas y me convertí en el delegado de clase habitual. Todos los años necesitaba serlo. Así me sentía útil. Tuve varios enfrentamientos con profesores. Incluso a uno estuve a punto de llevarlo a juicio por insultarme. Para mí, la justicia era un pilar fundamental casi desde que tengo uso de razón.  En la adolescencia no me atrevía a acercarme a las chicas. Toda mi seguridad se me venía abajo y lo pasaba fatal. Aun así, con la ayuda del alcohol, comencé a hacer mis primeros acercamientos, pero lo vivía con mucha ansiedad y miedo al rechazo. El año previo a ir a la Universidad, comencé a sacar peores notas y lo pasé muy mal. Mi padre me reñía mucho y la frase que, aun hoy, resuena en mi cabeza es: «si no está perfecto, mejor no hacer nada». Y en esto ponía todo mi empeño. 

Los años de Universidad fueron complejos. Comencé a estudiar Arquitectura con muchas ganas, pero, en las asignaturas más creativas tenía serios problemas. Era como si no me dejase contactar con esa parte de mí mismo. Sin embargo, en las asignaturas técnicas sacaba siempre sobresaliente. Había un contraste enorme. Al terminar la carrera, que me costó Dios y ayuda, tuve que ir a terapia pues el estrés me estaba matando. Fueron 7 años en los que no hice otra cosa que estudiar. Salí poco con los amigos y no tuve tiempo de chicas. También, tuve problemas con la pornografía y me gustaba ver vídeos «muy extraños».  Mi aparente calma habitual, también, contrastaba con ataques de ira increíbles. Como si fuera un volcán. Normalmente, sólo me los permitía en casa con mis padres; pero, de vez en cuando, también la liaba en al Universidad. 

En cualquier caso, entrar en terapia puso un poco de luz a lo que me pasaba y di pasos de gigante en poco tiempo. Encontré un trabajo sencillo en un estudio de arquitectura y me acomodé. No tenía dificultad con las tareas y aprendí a hacer las cosas tan sólo bien. Mi jefe tenía el lema contrario a mi padre y siempre decía aquello de lo perfecto es enemigo de lo bueno. Curiosamente, un trabajo aparentemente sin interés !!me hacía mucho bien!! Comencé a practicar Aikido y llegué a clases de Río Abierto. Las primeras sesiones fueron horribles. En el baile contactaba con una vergüenza extrema. Me sentía como un bloque de hormigón. Aun así, a insistencia de mi terapeuta, permanecí allá. En el segundo año me fui soltando mucho más y contacté con una fiera interna que rugía por salir. Le fui dando su espacio y también, por fin, me atreví a mostrarme, desde mi instinto, con las chicas. Fue un antes y un después. Creo que es un camino que tengo que recorrer sin prisa, pero con paso firme. Aun hoy, hacer lo correcto tiene un peso excesivo en mi vida, pero voy permitiendo alguna travesura. También soy capaz de mostrarme, en un entorno de seguridad, desde mi parte más tierna. Y todavía hoy tengo delirios de salvar al mundo, pero tengo claro que !tengo que comenzar por mí mismo!! Luego ya iremos a por metas más ambiciosas».

Cristiano L.I.

1.2 El eneatipo uno en la Bionergética:

Su tendencia neurótica va hacia lo obsesivo compulsivo. Si nos trasladamos a los caracteres de bioenergética, suelen coincidir con los rígidos obsesivos. Muchas veces, tienen una fisionomía muy rígida y es como si tuvieran cuerpos excesivamente tensados.

Normalmente el carácter rígido es relativamente ancho de cadera y esa medida se traslada a los hombros. Sin embargo, en muchos unos vemos físicos igualmente rígidos, pero, mucho más estrechos de lo habitual.

Respecto a este carácter, rígido obsesivo compulsivo,  de W Reich, padre de la bionergética, comenta:

«Aunque no esté presente el sentido neurótico-compulsivo del orden, es típico del carácter compulsivo una pedante estimación del orden.

Tanto en lo grande como en lo pequeño, vive su vida de acuerdo con unas pautas preconcebidas e irrevocables. (…) Su predisposición en contra de los afectos viene dada por su extrema inaccesibilidad a ellos. Por lo general, tanto en sus muestras de amor como de odio, se comporta de modo ecuánime y tibio. En algunos casos, esto llega a convertirse en bloqueo afectivo total.» (extracto de carácter y neurosis de Claudio Naranjo.

En cualquier caso, la relación del carácter rígido obsesivo no es matemática con el eneatipo uno. Es habitual, pero no es directa. 

Más sobre los caracteres de la bioenergética por aquí.

1.2 El eneatipo uno en la infancia:

En su infancia fueron niños buenos, que, normalmente, no hacían mucho ruido. En general, fueron muy criticados y, en muchos casos, fuertemente castigados. Por ello, son demasiado autodisciplinados. Incluso los unos jóvenes, en palabras de Claudio Naranjo, «es como si tuvieran mentalidad de viejo«.

Crecieron demasiado rápido y necesitaron de las reglas demasiado rápido. Más adelante, crearán sus propias normas que estarán por encima de las de la propia sociedad.

La herida de la infancia suele ser la injusticia y eso les lleva, en muchos casos, a una soledad extrema.

Pasión (tendencia emocional): La ira  (no siempre expresada).
Fijación (pauta fija de pensamiento):  La perfección (corrección).
Mecanismo de defensa: Actitud reactiva.

2 Los subtipos del uno

Próximamente

3 ¿Cuál es el camino de sanación del uno?

El eneatipo uno se relaciona con el eneatipo cuatro y con el siete, por lo quele interesa pillar lo mejor de ellos y evitar sus sombras.

Cuando no se le va de las manos el rigor, la disciplina y la precisión, pueden jugar a su favor e inspirar a otros eneatipos más ligeros como por ejemplo el siete. Si ponen demasiada energía en estas cualidades, terminan siendo su propia cárcel.

Es decir, un 1 que deja de lado las preocupaciones constantes y entra en la alegría de vivir puede conectar mejor con su verdadera esencia. De hecho, normalmente al contrario que los 7, piensa que nada es suficientemente bueno. Por ello, relajarse un poco con la exigencia es clave para que se pueda relacionar con el mundo. En general, le conviene hablar menos y escuchar más.

A su vez, otro antídoto perfecto para su neurosis es dar espacio al otro desde la empatía y la humildad; así, tendrá muchos cupones para ser más feliz.

Con todo ello, el uno deberá buscar la serenidad y la aceptación de que las cosas están bien como están y no tienen que ser necesariamente como ellos piensan que tienen que ser.

El refranero de los unos:

Dios retarda la justicia, pero no la olvida.

Si dices las verdades, pierdes las amistades.

La práctica perfecciona.

A buen juez, mejor pastor.

Con la vara que midas, serás medido.

La virtud es la razón perfeccionada.

Alabar lo bueno y vituperar lo malo, justicia es lo que hago.

La justicia cojea pero llega.

De un hombre iracundo se ríe todo el mundo.

Las lenguas de los criticones son como las patas de las moscas; aterrizan sobre cualquier cosa que encuentran.

Orden y medida, pasarás bien la vida.

Con orden y tiempo todo se hace bien hecho.

(Post completo, aquí)

El eneatipo 1 según Claudio Naranjo

Texto redactado por   Haiki

Agnieszka Stepien y Lorenzo Barnó

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