3.3 TRANSFORMACIÓN Y CAMBIO (Lectura)

El proceso de transformación es un tema muy serio y del que no se habla lo suficiente.  Si alguien está enseñando eneagrama y la herramienta no le ha servido para su propio proceso de transformación, quien lo enseña está tocando tan sólo la superficie de esta poderosa herramienta.

Está claro que el eneagrama no es la única herramienta para catapultar esta transformación; pero, podríamos decir que el eneagrama es a la terapia como el dzogchen es la meditación. Es decir, son vías rápidas y directas para llegar a lo más preciado que tenemos: nosotros mismos.

Si quieres saber más sobre este poderoso tema, esta lectura te va a gustar.

La idea de eneagrama como camino de transformación pasa por la desidentificación del personaje; es decir, tener claro que quien suele liarla es nuestro ego y nosotros somos mucho más que eso. Nuestra esencia, nuestro verdadero yo, suele estar escondida detrás del eneatipo

Sin embargo, consideramos que lo que hacemos, sentimos o pensamos pertenece a nuestro yo más auténtico y no es así. Lo que solemos pensar que somos es justo lo que, en realidad, no somos. 

Se trata, como veremos en el post, de usar el eneagrama como herramienta para vivir mejor y vencer la resistencia al cambio. Encontrar la motivación y el impulso que nos llevan a transformarnos. Al igual que la mariposa surge de un gusano, nosotros también podemos renacer al ser auténtico que somos. La mariposa, después de hacer mucho el capullo, se transforma por completo. De hecho, no hay ni rastro del  ADN de la oruga en el en el nuevo ser. Quién se envuelve en la crisálida es uno y quien sale es otro. Así, la mariposa, que en griego significa alma, es el símbolo de la metamorfosis en la mayoría de culturas milenarias.

1 La autorrealización como espejismo.

Entender el eneagrama como una herramienta de cambio no es algo tan intuitivo como podría parecer. Normalmente, se usa para que la persona se identifique con un eneatipo; con lo cual, poco recorrido de transformación puede tener. Sin embargo, la palabra trans-forma-ción, etimológicamente nos indica la necesidad de ir más allá de la forma. Y de esto, precisamente, va el eneagrama. 

Necesitamos radiografiar la forma del ego, para, desde ahí, poder trascender. No podemos mejorar o cambiar lo que no conocemos con exactitud.

Esto no es sencillo ni rápido

Muchas veces vamos por la vida totalmente enamorados de nuestro personaje.

Por ejemplo, un ocho, se siente tan auténtico que es incapaz de ver el peaje que paga por ello. No le preocupa arrasar por donde pasa y no ver al otro; ser él mismo, es lo importante.

Un cinco puede pensar que opta conscientemente por su soledad; puede sentir que es el camino para conectar con su esencia, en vez de reconocer en su aislamiento la incapacidad de vincularse con el otro.

Necesitamos bastantes horas de vuelo para dejar de gustarnos tanto y entender que estas aparentes cualidades, tienen su trampa.

La personalidad no es algo medible o que podamos explicarla de forma totalmente objetiva. Es un estado de la psique que tiene que ver con la identidad de cada uno de nosotros. 

Además, depende de nuestro estado de consciencia y de la propia consciencia que le pongamos en el momento de querer identificarla. Es como si fuera mucho más escurridiza de lo esperado. La personalidad no es algo fijo e inmutable. 

Bien sabemos que,  en su esencia, quedó constituida cuando cumplimos aproximadamente los 9 años de edad; pero, a partir de ahí, son muchas las experiencias vividas como para pensar que no evoluciona. 

De hecho, este cambio o evolución no es incompatible con el concepto básico del eneagrama de que todos y cada uno de nosotros somos siempre un mismo eneatipo

En el trabajo con el eneagrama, intentamos buscar nuestros patrones básicos de pensamiento, sentimiento y acción y, desde ahí, nos identificamos con uno de los nueve eneatipos para darnos cuenta de nuestros mecanismos automáticos.

De hecho, si hilamos fino en el lenguaje, jamás deberíamos decir que somos un seis o un tres. Eso es exactamente lo que no somos. Es la personalidad con la que se identifica nuestro yo menos real; es decir, nuestro ego. Ego que no deja de ser una parte de nosotros, pero que es la parte sobrante de la esencia. Por ello, conviene ser capaces de desidentificarse de esta parte egoica y conectar con nuestro yo real que es equivalente al ser. 

El objetivo del proceso de transformación no es liberarse del ego, es dejar de ser esclavo del mismo. Si el objetivo fuera la liberación sería algo demasiado ambicioso para el común de los mortales y, por tanto, la frustración estaría asegurada.

De hecho, cuando se echa a andar en este proceso de cambio, normalmente se emprende como una especie de guerra santa contra el ego. 

Claudio solía decir que aunque no fuera exactamente así, en un punto del camino conviene ponerse las pinturas de guerra para que el personaje se de cuenta que esto va en serio.

El ego pasa a ser el enemigo y, desde ahí, la lucha es encarnizada. En nuestra opinión, no está mal que sea así; pero, con el tiempo, uno se da cuenta que esa lucha no puede estar siempre en primer plano. Toca aceptar, de alguna forma, que ese ego también es parte de nosotros y que conviene tener una relación con él menos dramática. 

Es decir, si estamos esperando a estar en nuestra esencia absoluta (lo cual también podría tener peligros), estamos apañados. Más vale dar pasos para cambiar, pero querernos mucho con lo que hay. Tratarnos bonito y, sobre todo, hablarnos bien. También, por supuesto, reírnos (con cariño) de nosotros y nuestras miserias.

La palabra clave es aceptación y su contraria, la peligrosa resignación. 

Esta máscara del ego es una compensación de un desequilibrio inicial que dimos por bueno en la infancia. Es como el agua para los peces. El pez no ve que existe el agua, pero lo que ve antes que cualquier otra cosa es agua. 

Siguiendo este símil, en nuestro caso toca dar un paso atrás para ver el ego (que sería el agua para el pez). Si al darlo no corre el aire entre nuestra esencia y el personaje, significa que hay que volver a darlo. 

Pero para conseguirlo, nuevamente hemos de partir de la idea de que hemos de separarnos de nuestra forma y esto requiere un proceso. Y este proceso de transformación es igual de fácil o difícil para cada uno de los eneatipos; todos distan la misma distancia del centro. Por eso, el trabajo que deberá hacer un eneatipo uno no es tan diferente del de un eneatipo siete.

Desde ahí, podremos ser útiles al mundo. 

Es más, este es un punto clave, ver cómo podemos fluir con lo que hacemos, estorbar poco y que lo que hagamos sirva a alguien para dar un pasito importante en su vida. 

Para esto es importante evitar el concepto naif de alejar de nosotros a la gente tóxica y juntarnos sólo con los chicos chupi guais como nosotros. 

No, no; se trata de estar en el mundo con lo que viene y si alguien cercano nuestro está en el fango, qué mejor que mantenernos cerca para apoyarle y ayudarle a salir de ahí. 

Esto no tiene nada que ver con contagiarnos de su pesimismo, ni nada parecido. 

Se trata de estar en nuestro centro y, así, poder estar al servicio y quitarnos de en medio. Para esto hace falta cansarnos de nosotros mismos. Cuando estamos en este punto, es un buen momento para hacer las cosas diferentes.

Porque si con todo este camino de transformación no somos capaces de ayudar a otras personas, nada habrá valido la pena.

Aquí la pregunta que tocaría hacernos, a estas alturas del partido, es ¿Estamos sirviendo y siendo útiles al mundo con nuestro quehacer diario y aprovechando el potencial que, realmente, tenemos?

Eso sí, si la vida nos lo ha puesto más complicado -hay infancias que son demoledoras-, nuestro punto de partida será diferente; pero, en ningún caso la transformación se produce de manera súbita y placentera. Es como si todos fuéramos labradores y unos recibieron una tierra llena de piedras y otros un terreno limpio de ellas. 

Los primeros tendrán que emplearse más a fondo para obtener frutos. Pero, muchas veces, precisamente por esta constancia innata les hace conseguir que el campo siempre dé frutos. 

Los segundos se pueden relajar con más facilidad, y desde esa falsa confianza, el campo no da nada, a pesar de que, en principio, lo tenían más sencillo.

Por ello, siempre toda remangarse y tomarnos muy en serio esto de la transformación personal. Es inevitable pasar por una etapa dolorosa que requiere de mucha presencia, constancia y una cierta fe. Fe en que lo que vendrá será más auténtico que lo que tenemos. No es una fe ciega; es una fe que se sustenta en el proceso de transformación de otras muchas personas. 

Encontrarnos con nuestra parte más amorosa, no es un camino de rosas y quien así lo transmita, nos podrá hacer sospechar muy mucho de su propia transformación. Hay mucha gente que afirma que ya está casi en la cúspide la iluminación y quizás no sea más que un espejismo de la misma. 

En general, después de mucha consciencia sobre lo que realmente somos, lo que conseguimos es dar pequeños pasos, tomar mucha más claridad sobre nuestras miserias y, en el mejor de los casos, somos capaces de compartirlas. 

Estamos en la vida de una forma más transparente y auténtica; pero, en general, nuestro personaje nos sigue acompañando. Eso sí, aunque sea por momentos, seremos capaces de bajarle el volumen y ser mucho más nosotros mismos. 

Pero, aun así, cuando llega un momento complicado a nuestra vida, es más que probable que nuestra neurosis se dispare. 

Ahí, con suerte, nos pillaremos con más rapidez que hace años; pero, será casi imposible que el ego desaparezca por completo. De hecho, lo normal será que nos acompañe hasta el final de nuestros días.

Siguiendo esta idea, rescatamos las palabras de Claudio Naranjo:

“El autoconocimiento no es un fenómeno puramente cognitivo. El autoconocimiento pasa por un proceso que es como un descenso a los infiernos, que duele; para reconocer cómo es uno, tiene que reconocer que uno no es ese personaje ideal que cree ser cotidianamente, ese personaje que uno le muestra a los otros… Cómo es uno de verdad, se va descubriendo poco a poco. Pero el viaje por el autoconocimiento pasa por encontrarse con la sombra… que es lo asqueroso, lo pecaminoso, lo prohibido… lo demoníaco. Y quien no se encuentra con el diablo dentro de uno mismo, todavía está muy a medio camino en el viaje interior, no ha viajado en serio, se ha quedado muy superficialmente.”  

2 La transformación no entiende de atajos.

El conocimiento profundo del eneagrama nos lleva a tomar consciencia de que el ego que todos tenemos es más grande de lo que podríamos imaginar. 

Reconocer nuestra pequeñez es importante para aspirar a que nuestra grandeza vaya asomando la cabeza. El camino de la transformación no es lineal. A veces, se producen grandes avances y otras veces llegan etapas de quietud. Incluso pueden llegar momentos de verdadero retroceso. Quién crea que por vencer una batalla ya está cerca de la victoria está bien equivocado. Sin embargo, el tener radiografiado a nuestro ego de la manera más precisa posible, es la mejor semilla para garantizar este despertar. 

Los caminos que nos llevan a tomar más presencia y que nuestra consciencia sea mayor son innumerables y casi nunca funciona una sola herramienta por separado. Por mucho que nosotros hablemos del eneagrama, en casi todos los procesos esta herramienta a buen seguro que irá acompañada por otras como el movimiento, lo terapéutico, el yoga o la meditación. 

Muchas veces, acceder a las lecturas adecuadas, escuchar cierta música o una simple peli, nos pueden ayudar mucho a hacer algunos clicks inesperados.

Cada uno ha de encontrar su propio camino y todos son válidos si se transitan con honestidad.

En cualquier caso, ser conscientes de nuestras neuras y  creencias limitantes o falsas creencias es un gran paso para, posteriormente, intentar compensarlas y que vayan perdiendo fuerza. En la descripción que hacemos de cada eneatipo vemos con claridad que hay creencias que se repiten con mucha asiduidad en cada personalidad.  

En este sentido Jeff Foster apunta:

“(…) no hay finales verdaderos, sólo transformaciones, nuevos comienzos que nacen desde los escombros. Hay viejos sueños que mueren, está todo lo falso que se va desmoronando, y esto puede resultar demasiado doloroso, ¡por supuesto, por supuesto! La destrucción, las rupturas, las interrupciones, los choques, las pérdidas… a menudo se perciben como enemigos; sin embargo, siempre contienen la semilla de lo nuevo, y, a veces, sólo se requiere de cierto tiempo para lograr una recuperación. Esta devastación por la que estás pasando, la crucifixión de tus sueños, es una oportunidad para soltar CADA IDEA que habías tenido acerca de cómo ‘se supone’ que tu vida debería ser, todos esos preciados sueños fueron falsos, aunque hermosos y útiles al mismo tiempo.(…)  Dentro del mundo del buscador todo es posible. Dentro del mundo del buscador hay un millón de caminos, procesos, prácticas y objetivos espirituales diferentes. Un millón de cosas que hacer y un millón de cosas que ofrecer. Dentro del mundo del buscador buscas la iluminación, buscas la liberación y buscas cualquier tipo de transformación energética. Dentro del mundo del buscador puedes ir a reuniones y escuchar hablar de eventos futuros que pueden ocurrirte o no. Ése es un mundo lleno de creencias, un mundo lleno de conceptos de segunda mano transmitidos por personas bienintencionadas que creen a pies juntillas lo que dicen”. 

Con todo ello, conviene recordar que este camino de transformación, sea a través del eneagrama o no, casi siempre es lento. Es cierto que, el eneagrama tiene un plus de explosividad y, al igual que  por ejemplo, las constelaciones familiares, pueden trazar una línea muy directa con algo muy esencial para nosotros. Aun así,  es tan sólo un camino más directo, pero no un atajo. El carácter se ha construido con el paso de muchos años y las corazas físicas e inmateriales no se desvanecen de la noche a la mañana. Necesitan su tiempo y, por ello, siempre hablamos de que todo esto es un proceso.

3 Los caminos de transformación

Para que una persona sufra una transformación personal, evidentemente, no hace falta que conozca el eneagrama. La vida misma, muchas veces, es la mejor maestra; pero, el problema es que suele enseñar de una manera más bien brusca -por ejemplo con una enfermedad complicada-. Es así, cuando nos pasa algo dramático, es la hora de volvemos a replantear todo. Si este momento tiene que ver con haber visto la muerte cara a cara, habremos tenido  el mejor de los maestros. Como suele decir Alex Rovira: “aprendemos por compulsión o por reflexión”. 

Con la vía del eneagrama vamos por el segundo camino; es decir, antes de que la propia vida nos ponga un reto demasiado complicado, nos paramos a entendernos y comprendernos. No sólo desde la mente, sino a un nivel más vital.

Para ello, hay decenas de herramientas, como las constelaciones, el movimiento expresivo, movimiento auténtico, terapia gestalt… Todas ellas son muy válidas y, en general, un excelente complemento al propio eneagrama.

Pero, si nos centramos en el propio eneagrama vemos que hay tres movimientos claves para esta transformación. Podemos hablar de tres vías de llegar a nuestra verdadera esencia y, en consecuencia, conectar con la parte más sana de cada eneatipo.

1 Aprovechar la relación de los eneatipos.

Por un lado, conviene extraer lo mejor de cada eneatipo que se relaciona con el tuyo propio. 

Imagen eneagrama

Es decir, si un siete aprende a estar, aunque sea un rato, en la cueva como hacen los cincos, tendrá un perfecto antídoto a su gula incansable. 

Si, a su vez,  mira al uno  e integra un poco de dirección y disciplina, le vendrá genial para bajar de sus maravillosos mundos de yupi.

2 La meditación como camino directo de todos los eneatipos.

Seamos la personalidad que seamos, hay un camino de crecimiento que es común a todos los eneatipos: la meditación. Si meditamos un rato cada día, nos ayudará a estar más centrados y encontraremos con más claridad el camino a seguir. Pero si vamos un paso más allá, y meditamos de manera constante y profunda llegaremos -o podremos llegar- a un lugar de pertenencia con otra dimensión. Desde ahí, se puede acceder a un estado de consciencia que nos hace trascender el ego -sea cual sea-.  En ese momento, no importa lo que pensamos, lo hacemos o sentimos. Sólo con ser es suficiente. Y entonces, se entiende que da igual que eneatipo seamos; que, en última instancia, somos parte de un todo. De hecho, la nada y el todo, en esa dimensión, son una misma cosa. Se llega a saborear, como decía nuestro admirado Claudio Naranjo, “una nada con sabor a todo”.

Es un estado de plenitud y de presencia absoluta que, realmente, es muy complicado mantener en el día a día; pero que, sí que pueden llegar ecos de él a nuestra forma habitual de estar en el mundo.

Desde aquí llegamos al concepto oriental de wu wei, que no es otra cosa que un no hacer nada. En realidad, hablamos de no hacer nada con demasiado esfuerzo, se trata de ponernos en la vida desde el fluir y, para ello, toca darle descanso al personaje, quitarnos de en medio, apostar por nuestra fuerza interior y creer en nosotros mismos. Pero que sea un creer desde la confianza en la verdad, no desde el ingenuo y peligrosísimo “Yo puedo con todo, porque yo lo valgo”. Estamos hablando de tomar el control de la nave y hacer que nuestras ideas locas pierdan fuerza.

3 La virtud del eneatipo.

Volviendo al eneagrama en sí mismo, y saliéndonos de la relación de cada eneatipo con otros, sería bueno concretar qué le hace bien a cada eneatipo para llegar a entender las virtudes de cada uno de ellos. 

Como vamos viendo, esto es diferente que lo que hace bien cada eneatipo. Es decir, no es lo mismo lo que hace bien que lo que le hace bien.

Partimos de la idea general de que, el camino de plenitud pasa por ir en la dirección contraria de lo que hemos hecho casi siempre. Esto es una simplificación un tanto burda; pero como idea de partida puede funcionar. 

De esta forma, podemos ser más conscientes de este proceso de transformación del que venimos hablando y poder entender mejor las virtudes del eneagrama.

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