El tema de cómo nos relacionamos con nuestro enfado dice mucho de nosotros. Hay personas que son de mecha fácil y otras que evitan este tipo de emociones a toda costa.
Muchas veces confundimos enfado, ira y rabia. No es tan sencillo saber la emoción que estamos sintiendo y el peaje que pagamos, bien por no expresarla o bien por expresarla sin filtro.
Cuando algo nos fastidia nos lleva a lugares que conviene reconocer. Además, cada eneatipo vive de una manera particular cada una de estas intensas emociones y está bien ser consciente de los patrones habituales de comportamiento.
Así que, si te apetece profundizar en el tema, estás en el lugar adecuado.
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Antes de entrar en harina, sería bueno recordar que las falsas creencias que cada uno tiene sobre este tema, son decisivas a la hora de ver cómo gestionamos la emoción.
Hay personas que, como si fuera un mantra interno, tienen introyectado que enfadarse es algo malo. De hecho, todos sus movimientos y gestos son suaves. Pareciera que van como levitando por el mundo y cuando hay una situación de conflicto tienden a huir.
Sin embargo, la realidad es que, el enfado se caracteriza por una sensación de frustración o disgusto ante una situación o circunstancia. Sólo es una emoción negativa en caso de querer negarla o controlarla en exceso (vetando su expresión).
La capacidad o no de mostrar el dolor que nos produjo el disgusto dice mucho del momento vital que podemos estar viviendo.
Hay gente que reprime mucho y otros que pierden las formas a la mínima.
Otros pareciera que tienen la mecha muy corta y a la mínima se permiten mostrar su enfado, a veces, con una contundencia exagerada.
También hay quien hoy está en una polaridad y en el pasado estuvo en otra. Como en casi todo en la vida, acercarnos al equilibrio suele ser la cosecha del trabajo sobre sí.
Enfado, ira y rabia tienen que ver con la injusticia, cuando sentimos que algo no es justo nos lleva a este tipo de emociones. Otra cosa es que las reprimamos (o no).
Por otro lado, mucha veces nos estamos enfadando mucho por algo que, objetivamente, sabemos que no es para tanto. ¿Qué nos ocurre en estos momentos? Lo que pasa es que es la gota que colma el vaso. Como se suele decir, en ocasiones pagan justos por pecadores; es decir, quizás hemos tenido un día de asco en el trabajo y no hemos podido expresar nuestro enfado. Al llegar a casa, nuestra pareja o nuestro hijo hace algo que no nos gusta y le cae la del pulpo.
Esto es más habitual de lo que nos gustaría y conviene por lo menos ser conscientes de que es así, para por lo menos pedir perdón a tiempo.
Cuando subimos una marcha al enfado, nos encontramos con la ira y los habituales ataques de ira. Nuevamente, en ocasiones, es necesaria y nos ayuda a poner los límites adecuados. El problema es cuando se cronifica o no sabemos las técnicas básicas de comunicación.
Finalmente, cuando la ira sube otra marcha, nos encontramos con la rabia e incluso el odio. Cuando estamos aquí es importante no dejarnos llevar por estas emociones tan intensas, pues podemos causar estragos en nuestro entorno más inmediato.
Con ello vemos que, un primer nivel de enojo sería el enfado. En un segundo nivel estaría la ira. Y un tercer nivel nos encontramos con la rabia.
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Podríamos afirmar que sentir enfado puede ser más beneficioso que perjudicial pues nos ayuda a poner límites. Es más, podemos incluso mostrar enfado con asertividad y cariño y que el otro así lo reciba. No es fácil pero es posible.
Si el enfado va a más, sentir la ira, nuevamente, no es algo negativo. Es tan solo una emoción que causará más estragos si no se expresa que si se expresa. Nuevamente, el truco está en cómo la expresamos. Para empezar la podemos trabajar con nosotros mismos. Podemos ver como la hormona de la noradrenalina se va apoderando de nosotros; pero, al mismo tiempo, comenzamos a respirar conscientemente. Tan solo esto, hará que nos vayamos calmando. No negamos la emoción pero no nos dejamos llevar por el secuestro amigdalino.
Si vemos que el ataque de ira va a ser devastador, a no ser que nos sirva para defendernos de una gran agresión violenta, será más práctico desaparecer por un rato de la escena. Los cabreos excesivos bajan nuestros niveles de serotonina al mínimo.
Muchas veces, retirarnos a respirar y escribir lo que vamos a decir nos da la oportunidad de bajar un punto la intensidad de la emoción y luego ver si, realmente, queremos expresar todo tal cual o comienzan los habituales y necesarios matices.
Balancear la emoción, intelecto y acción siempre es buena idea y, en estos casos mucho más.
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Eneatipos como el E9 tienden a reprimir el enfado y no ponen los límites que debieran. Van por la vida en modo “masoquista on” y soportan mucho más de lo que les conviene. Por ello, cuando, finalmente, se deciden a poner límites y mostrar su enfado, les suele salir fuera de control, con lo cual el resultado no es el deseado.
De hecho, este descontrol les retorna a la falsa idea de que es mejor seguir aguantando pues si no es así, la vida es demasiado complicada.
Otros tipos de ego como los E8 (según la versión “naranjiana” del eneagrama) no dudarán en mostrar su enfado con contundencia.
Son la otra cara de la moneda del E9. Mientras unos aguantan demasiado otros no aguantan nada.
Estamos hablando de rabia pura y dura y la rabia es la forma más extrema de enojo, caracterizada por una explosión emocional intensa y descontrolada.
Generalmente, lo harán de manera muy brusca. A su vez, es un eneatipo muy conectado con la venganza. Y obviamente la “vendeta” no es algo que se genera desde la alegría sino desde la rabia.
En palabras del Dr Naranjo: “La característica antisocial del eneatipo VIII, como la propia rebeldía (en la que se apoya), puede considerarse como una reacción de enfado ante el mundo y, por lo tanto, como una manifestación de castigo vengativo. Lo mismo se puede decir de la dominación, la insensibilidad y el cinismo, junto con sus derivados. La intención castigadora puede tomarse como la fijación del carácter sádico o explotador y podemos considerar que Horney y Fromm se adelantaron a su época al poner de relieve estas últimas características que he mencionado.”
Recordamos que nuestros lujuriosos son los yonkis de la intensidad por excelencia y estamos hablando de !emociones especialmente intensas!!
Pero ¿quiénes son nuestros reyes de la Ira? Sin duda alguna los E1. ¿Significa esto que son personas que van liándola sin parar? Nada más lejos de la realidad. Nuestros perfeccionistas sienten que la sangre les hierve, pero, normalmente, se contienen. Para ellos hacer lo correcto es más importante que expresar su propia emoción. Y saben que sus ataques de ira son demasiado demoledores como para darles rienda suelta sin ton ni son.
En el subtipo iracundo social suele haber mucha frustración pues el mundo no responde a su ideal de perfección y, desde esa rígida posición, se termina sintiendo fuera de lugar (acumulando el inevitable enfado y cansancio físico).
Eso sí, no podemos olvidar que quien sí resulta más vehemente en la expresión de la ira es el E1 subtipo sexual -que sí que las suele ser demasiado contundente-.
Serían nuestros gruñones del eneagrama.
En el caso del E1 conservación podemos ver con claridad la represión de estas emociones. Este subtipo, considerado por Naranjo como el contra-eneatipo, esconde la Ira con especial habilidad. No es que no la sientan, pues el enfado interno está presente; pero, su necesidad de hacer lo que está bien (correcto), no les deja ir por el mundo de manera demasiado beligerante. Así, por un lado, resultan un personaje que puede conectar mejor con el otro -desde el cuidado y la atención- y, a la vez, les puede faltar cierta determinación para salir al mundo. Su afán de perfecionamiento interno, les lleva a una preocupación excesiva por todo lo que tenga que ver con la conservación y la seguridad. Es importante que pongan el foco ahí, para ir un poco más ligeros por la vida.
Lluís Serra, discípulo de Naranjo, hablando de la transformación del E1 comenta:
«(…) La satisfacción de alcanzar este nuevo promontorio, tras el proceso purgativo, aumenta la visión de los propios errores, de las propias imperfecciones, que ahora son conocidas y conscientes. Se trabaja el efecto, pero la raíz causal es profunda. Pese a todo, el tic iracundo, como un piloto automático, es la reacción primera. Se quisiera haber progresado para dejar de sentir el enfado; pero, la transformación no lo anula sino que muestra maneras constructivas de vivirlo. Se aprende a convivir con la ira.«
En cualquier caso, más allá de los subtipos, el eneatipo uno, desde la visión de la bioenergética, es claramente rígido obsesivo y, sobre todo, está enganchado a la búsqueda de justicia.
A su justicia; con lo cual, cuando algo no cumple sus patrones de justicia, le explota la cabeza.
Si vemos la palabra ira como IR-A, vemos que marca una dirección y hace que nos pongamos en movimiento.
Lo importante es que el E1 sea consciente de lo que siente y que no tenga miedo de su propia agresividad (que no violencia). De hecho, sin este impulso agresivo el bebé no sale al mundo. Sentirnos agresivos no es nada malo y nos permite estar en la tan ansiada empatía y ecuanimidad.
Podemos ver cómo el E2, normalmente subtipo social y sexual, tiene una flecha al E8 potente que le hace pasar de cero a cien en niveles de enfado.
De partida, nuestros orgullosos se mostrarán muy suaves y seductores; pero, si no consiguen lo que quieren conectarán con una furia inesperada.
Sin embargo, el subtipo E2 conservación, es menos expresivo y rehuye el conflicto.
Los E3, normalmente, tienen mucho enfado reprimido pues andan demasiado ocupados buscado el reconocimiento como para mostrarlo. Palmadita en la espalda que a veces llega (y tranquiliza al ego) y a veces no y entonces contacta con la incomodidad.
El problema de los vanidosos es que suelen andar bastante desconectados de su cuerpo y no se dan el tiempo de saber cómo están realmente. Lograr o hacer suele ser más importante que radiografiar su parte más honesta.
Los E4 no suelen mostrar el enfado, salvo el E4 subtipo sexual que lo muestra a lo bestia. Es capaz de conectar con una rabia salvaje y sacar la catana a pasear. No por casualidad, le llaman el 4 odio o el cortacabezas del eneagrama.
Más allá de este “curioso” subtipo, la envidia nos pone por debajo y esto, si nos contamos verdad, inevitablemente nos ha de conectar con niveles más o menos altos de enfado.
En la triada mental, el enfado suele estar más contenido.
Los E5 ya vienen medio enfados con el mundo y a la mínima se sentirán invadidos, por lo tanto su muro emocional les protege de ser heridos.
Siguiendo con Claudio Naranjo: “La caricatura del aislamiento en el punto V es apropiada para una actitud que podría considerarse como el estilo interpersonal que surge de la retención y a su vez la mantiene. Corresponde a la personalidad esquizoide del DSM-III. Se trata de individuos que no sólo tienen pocas relaciones, sino que, en su soledad, ni siquiera llegan a sentirse solos; individuos que procuran minimizar sus necesidades, tímidos y con mucha dificultad para expresar su rabia.”
Los E6, normalmente, estarán contenidos, salvo el 6 sexual o contrafóbico que, en un momento dado, se nos viene arriba y se puede poner incluso violento. Al mostrar esta furia, en algunos casos, estos E6 sexuales pueden ser confundidos con el E8.
En cualquier caso, nuestros miedosos viven en la angustia vital de la duda. Desde ahí, necesitan cierto enfado para ponerse más CORAjosos.
Los E7 tenderán a evitar estas emociones y sobre todo, aquello que huela a conflicto.
El E7 social, nuestros santos del eneagrama, no se dejan tocar por estas emociones tan mundanas.
Los E7 sexuales están tan metidos en ser Peter pan que desde los mundos de yupi, no hay lugar para el enfado.
Los E7 conservación, ya es otra cosa. Son más “tierra” y pueden entrar en el conflicto con más facilidad. De hecho, si se dejan descontrolar por la ira, pueden resultar muy dañiños.
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Así que, como vemos, por un lado, hay una serie de ideas sobre el tema que nos sirven para reflexionar más allá del tipo de ego.
El enfado nos indica que algo no está bien y nos impulsa a tomar medidas para resolver problemas y conflictos.
Es importante que podamos sensar el cuerpo para ver cómo estamos, realmente, con esta emoción. Muchas veces, el ritmo cardíaco ya nos dará muchas pistas. La respiración también nos delatará.
Por ejemplo, entender que incluso enfadarnos constructivamente con nosotros mismos nos ayuda a crecer, es importante. Si no tenemos un ligero enfado con lo que vemos de nosotros, seguramente, no nos moverá al cambio. Eso sí, con un minuto de enojo es suficiente para darnos cuenta de que hay que mover el culo. A partir de ahí, ya comenzamos a conectar con la culpa y se puede complicar el tema.
Por otro lado, como hemos ido radiografiando, cada personaje del eneagrama vive este triunvirato de enfado, ira y rabia, de manera muy particular.
Por último, apuntar que lo más habitual es que tod@s tengamos enfado acumulado desde tiempos inmemoriales y que buscar la forma de expresarlo en un entorno de seguridad casi siempre es muy buena idea.
En este trabajo es decisivo el FOCO que pongamos en la voz (ver aquí). En cualquiera de los casos, la comunicación efectiva será determinante.
De hecho, este enfado, en muchos casos, es tan fuerte que cuando sale lo hace como ira o rabia. Estar preparado para ello y que alguien nos acompañe en el proceso será determinante para que sigamos en el necesario trabajo sobre sí.
Con todo ello vemos que, como siempre, las emociones no son malas ni buenas, tan sólo depende de cómo las vivimos. Mientras a unos eneatipos les sienta fatal dejarse llevar por tanto enfado (expresado o no) a otros les cuesta la vida poner un mínimo de enfado para, por ejemplo, poner límites.
Si te ha gustado la reflexión, nos encantará saber cómo lo ves tú.