0.2 Las INFANCIAS de los eneatipos (Lectura) _ Formación Eneagrama AVANZADO

Recordamos que estamos entrando, de a poquito en la formación, y nos interesa mucho que este tema esté bien controlado.

En nuestro blog, habéis podido leer trocitos de este texto; pero, no el texto completo. Así que os animamos a tomaros un tiempo y no quedaros sólo con las infancias de vuestro eneatipo o con los que estéis en duda. Estudiar e integrar con claridad, cada tipo de ego en función de su niñez.

La infancia en el eneatipo 2

La infancia de las doses, normalmente, viene tocada por el privilegio. Han sido las elegidas de papá y ocuparon el puesto de mamá. Por ello, su relación con la madre ha podido ser tempestuosa y hasta que no se sana esta herida infantil, también pueden tener problemas con las mujeres. Es como si entrasen rápidamente en una competitividad insana en la que sólo ellas pueden ganar.

En caso de hablar de una niña, en la que el privilegio o el capricho ha estado muy presente, seguramente tendrá mucho boletos de desembocar en un carácter E2 subtipo conservación (la princesita). 

En muchas mujeres E2 podemos oír cosas como que para ellas: «mi papá era el hombre más guapo del mundo». En muchos casos el complejo de Electra anda revoloteando en el ambiente (ver aquí).

Lo importante en la infancia del E2 es que, de alguna forma, se haya sentido el ser la persona preferida. Esta elección normalmente se hace por el progenitor del sexo opuesto; pero no necesariamente. Quizás papá o mamá no estuvieron, pero hubo alguien del sistema familiar que hacía sentir especial a esta niña o niños. Desde ahí, aparece el sentimiento de estar por encima, de sentirse escogid@.

En palabras del psiquiatra Paolo Bajocchi: «El dos social establece una relación ambivalente con sus padres, mostrándose por momentos como una figura de autoridad y, por otros, buscando obtener todo el poder para destacar. Esto se manifiesta en su deseo de «sentarse a la derecha del padre». En situaciones de crisis psicóticas, el dos social puede desarrollar delirios maníacos, creyendo ser la reencarnación de Jesucristo; lo cual, se relaciona con la estructura maníaca caracterizada por la pseudo-generosidad, idealización del cariño y un sentimiento de superioridad. La transformación terapéutica comienza al colocarse en el lugar adecuado en relación a los padres; es decir, reconocerse como hijo y ser contenido por la autoridad paterna. Esto implica una revisión de su actitud hacia la autoridad y un proceso de aceptación de su rol como hijo en lugar de buscar constantemente ser superior a ella.»

Tuvieron muy presente la idea de dar y recibir. Una idea siempre distorsionada de esta relación. 

Curiosamente, también pudieron tener mucha represión e incluso castración de ciertos instintos.

No tuvieron espacio para mostrar su vulnerabilidad y sus momentos difíciles. El sufrimiento sólo podía ser de los demás.

Por otro lado, muchas veces las infancia de las doses no ha sido tan brillante como pudiera parecer y han podido recibir abusos por parte de algún familiar.

También es cierto que no siempre están tan arriba y el eneatipo dos también puede resonar con muchas de las cosas que les suceden a las cuatros.

Desde muy temprana edad podemos ver con facilidad la diferencia entre la niña (normalmente hay más chicas doses) que se muestra extremadamente infantil aunque ya tenga 12 años y seduce desde esta inocencia, comprando billetes para acabar en el dos conservación.

Mientras tanto otras niñas tienen una energía más potente y están mucho más maduras para su edad, pero son igualmente encantadoras y se sienten con derecho a ser elegidas y apuntan hacia el dos sexual-social.

La infancia en el eneatipo 3

Suelen pertenecer a familias acomodadas en las que los progenitores también tienen tendencia al logro. Suelen ser papás y mamás muy ocupadas y enfocadas en lo profesional.

Muchas veces, los niños treses pasaron por mucha indiferencia respecto a lo que realmente necesitaban. 

Fueron muy exigidos, pero no desde la norma (como el uno), sino desde la obtención de logros. Muchas veces, comenzaron a ganar competiciones y conseguir grandes metas, con un nivel de eficacia increíble. Todo ello les hizo crecer muy rápido. A veces, simplemente fue un constante sometimiento a los deseos de perfección de papá y mamá. Una renuncia a la parte más instintiva. L@s niñ@s treses se autocastran el deseo y su parte más «salvaje» para ser niños y niñas buen@s. Buen@s y además l@s mejores.

También, pudieron tener el problema de refuerzo positivo; es decir, hubo un reconocimiento, pero que sólo llegaba si satisfacía las necesidades (o deseos) de sus progenitores. Así que, el reconocimiento más real que sí recibió, por ejemplo, alguno de sus hermanos, es ahora una obsesión para ellos. 

En palabras de Claudio Naranjo: «No es raro que una persona del tipo III provenga de una familia en la cual había alguna enfermedad o algún tipo de caos, una situación en la cual un gran problema (como, por ejemplo, alcoholismo del padre) interfiriera en la atención que los padres habrían debido prestar al hijo e indujera a éste a cuidar de sí mismo.
A menudo hay también recuerdos de situaciones que daban a entender al niño que no era seguro decir la verdad o mostrar sus sentimientos y deseos.
«Un recuerdo de infancia que tengo y que me acaba de venir a la mente para confirmar y afirmar la falsedad es éste: teníamos manzanos, y siempre que comíamos manzanas verdes nos entraba diarrea. Mi madre nos había prohibido comer las manzanas verdes. Salió para
colgar ropa y encontró manzanas con señales de mordiscos. Entonces, nos prometió a todos: «Si decís la verdad, no seréis castigados. ¿Quién comió la manzana verde?» Bueno, yo había dado un mordisco, al igual que mi hermana, así que lo admití. Yo me llevé una zurra y mi
hermana un penique del azucarero. Yo estaba muy confundida y pensé para mí: «Bien, ¿para qué decir la verdad? Así aprendes a ser mentirosa».
El característico autocontrol del tipo III puede entenderse no sólo como un modo de supervivencia y de manipulación de la imagen: con frecuencia, hay detrás una historia de severa disciplina».

Los niños treses pueden haber sido hermanos mayores superresponsables y los que ya desde pequeñitos apuntaban maneras de tres social, también han podido ser bastante fanfarrones.

En cualquier caso, no fueron vistos en su esencia y tuvieron que conformarse con ser niños buenos que NO dieran guerra. Desde ahí, por lo menos no eran reprobados. En general, no tuvieron contención y apoyo emocional. Las chicas se sintieron abandonadas por mamá y los chicos por papá.  Normalmente, el progenitor del mismo sexo era quien más les exigió. Así, a pesar de todo, se sintió identificado con él y con el tiempo no es extraño ver réplicas de niños treses muy parecidas a lo que fueron sus papás y mamás. Este dolor que produce la exigencia extrema, se lleva hasta muy avanzada edad y la reconciliación, a través del inevitable perdón a los progenitores, muchas veces se hace esperar. Si no llega, se traduce en mayor dificultad en las relaciones de pareja.

Todo ello hace en su conjunto una infancia un tanto triste, en la que quizás no pasaron cosas terribles, pero tampoco hubo la vitalidad y alegría que serían deseables. De alguna forma, aunque no tanto como veremos en los cuatros, en el fondo se sintieron ninguneados respecto a sus emociones o sentimientos más auténticos. 

Las doses fueron elegidas por papá, los doses por papá, los cuatros fueron “despreciados” por sus progenitores, pero, los treses simplemente, resultaron invisibles si no alcanzaban los logros esperados y, por ello, ya de grandes, hacen todo lo posible por brillar de alguna forma. Todo esfuerzo será poco, y todo reconocimiento posterior también.

Desde bien pequeños pueden ser presas de la identificación; es decir, ser copia casi literal de papá o de mamá.

Su herida primigenia es la traición a través de la no valoración de su esencia.

En función del subtipo podemos distinguir fácilmente el niño que con 9 o 10 años sólo sueña con ser el capitán del equipo de futbol, el que lleva el 10 en la camiseta o el que si no saca un 10 entra en llanto y ya tiene un caminito directo al 3 social. También, podemos ver al niño superpendiente de agradar y con una imagen muy concreta que apunta al 3 sexual. Y, finalmente, el niño que también quiere su reconocimiento, pero, sin sacar pecho. Niños que hacen mucho y bien para recibir su palmadita en la espalda y apuntan maneras de 3 conservación

La infancia en el eneatipo 4

El eneatipo cuatro conoce el dolor y el sufrimiento desde bien pequeño. Muchas veces, pudieron ser niños no deseados o que vinieron de rebote al mundo. Siempre hubo un hermano que tuvo más atención que ellos y eso, evidentemente, les hizo entrar en comparación. Por ello, es raro que sean hijos solos. En ocasiones, fueron criados por un pariente cercano o una abuela que hizo de mamá. El niño cuatro aprendió que los demás tenían algo bueno que él no tenía. Así que, imaginó que ese algo que ellos sí tenían debía ser algo malo, muy malo. Por ello, la envidia se desarrolla desde muy temprana edad y también  aparece la rabia. Si el niño va encaminada hacia el cuarto sexual, la rabia será puesta en juego con facilidad, pero si tiende a sus compañeros de subtipos, se la tragará de lleno. Desde muy pequeños se sienten incomprendidos. Tienden a exagerar sus necesidades; por lo cual, a veces, pueden parecer una especie de mendigos de amor. Tienen tendencia al victimismo.

En muchas ocasiones pasó algo fuerte en su primer año de vida. Quizás una separación brusca con la madre, quizás algún acontecimiento fatal de alguna pérdida (de mamá o de papá).  O quizás tan “sólo” fue el hecho de que al poco de nacer ella mamá se volvió a quedar embarazada y la atención se volteó para su nuev@ hermanit@. Desde ahí, el niño cuatro incorporó el abandono (también rechazo) en su cuerpo.

En esto se diferencian del eneatipo tres, que tampoco fue visto en su esencia, pero sí que fue reconocido en los logros. Con todo ello, cuando la niña cuatro no capta la atención es cuando, de una forma u otra, está en el sufrimiento. 

A su vez, la infancia de las doses y las cuatros es muy distinta, porque, muchas veces, ese hermano que sí recibió la atención suele ser un eneatipo dos.

También, suele coincidir con un temperamento (previo a la formación del carácter) más flemático o melancólico en los subtipos conservación y social, y un temperamento colérico en el subtipo sexual.

En el niño que apunta maneras al 4 sexual, veremos un espíritu más competitivo e incluso, por momentos, más orgulloso. También, al niño vergonzoso y especial que tiene boletos para acabar en el 4 social. Y, finalmente, al niño sensible y emocional que, con un marcado espíritu estoico y masoquista, no muestra su dolor con facilidad.

Son personas que siendo muy creativas y, a veces trabajadoras, no fueron reconocidas en sus virtudes y esto creó un sentimiento que tiene que ver con ser insuficiente. En la infancia han tenido un lado artístico muy desarrollado. Esta faceta puede estar relacionada con la danza, la música o la expresión plástica.

Pueden ser un tanto pesimistas y  excéntricas desde pequeñitas.

Tienden a la profundidad emocional.

En fin, que pueden ser niños que se han sentido muy diferentes: los “niños raros” de la clase y, a la vez, han sido hiper-creativos y delicados desde el principio, con una empatía gigante. Muchas veces, son niños muy solitarios y se pueden identificar con la historia del patito feo. Esto que, de partida, les genera mucho dolor, tiene la parte positiva que, como en el final del cuento, si el niño cuatro termina encontrando su lugar, puede brillar desde su esencia como él solo.

La infancia en el eneatipo 5

Suelen haber vivido algún acontecimiento impactante o bien durante el embarazo de su mamá o bien en los primeros meses de su nacimiento. Desde ahí se origina la herida del rechazo y muchas veces también del abandono. Incluso, pudieron vivir partos muy complicados que les hicieron encarnar en su cuerpo esta situación de tanto estrés. En general, son niños que suelen cuadrar con el carácter esquizoide la bionergética. Aunque no hay una relación directa con el autismo, la dificultad en las destrezas sociales del niño cinco son muy similares. Les cuesta responder a una sonrisa con otra, no son buenos pillando chistes (tienen un humor particular) o dobles sentidos. No demuestra demasiada preocupación (empatía) por los demás o si la tienen les cuesta expresarla.

El temperamento (previo al carácter) con el que vienen al mundo puede cuadrar sobre todo con el flemático y también, en cierta medida, con el melancólico (más sobre el tema por aquí).

Hay un miedo atroz a exponerse y tienen la piel muy fina. Son como una frágil vasija que se puede romper en cualquier momento. Suelen ser niños que dieron poca guerra. Normalmente, muy “buenos” y brillantes estudiantes. Desde el principio, vieron el conocimiento como su tabla de salvación. Suelen cuadrar bastante bien con el típico perfil de niño empollón.

En palabras de la periodista Tania Losada, autora del blog mamá novata:

«Los pequeños pertenecientes a este eneatipo 5 tienen una personalidad tranquila, tímida o incluso introvertida. Les gusta estar solos, por lo que tienden a desarrollar aficiones tales como la lectura o la investigación científica. Les suelen gustar las actividades en solitario, los juegos de experimentación y los juguetes STEM. Tienen opiniones claras sobre la mayoría de las cosas, ya que son muy reflexivos, pero escuchan y respetan las opiniones de los demás. Son calmados, respetuosos y curiosos. Les interesa saber cómo funcionan las cosas y las cuestiones científicas y filosóficas.»

Esta curiosidad, a diferencia del niño siete, está muy enfocada en un sólo tema. No tienen tendencia a la multitarea.

No interactúan mucho con el grupo y son más de tener pocos, pero buenos, amigos. El grupo les abrumaba y no les interesa ser el centro de atención. Mucho menos les gusta que les interroguen para saber cómo se sienten. Son muy reservados.

Mientras la mayoría de los niños muestran interés por deportes competitivos o jugar a fútbol, el niño cinco pasará, en muchas ocasiones, del tema e irá tranquilamente a su bola. No tienen demasiado problema con ser satélites del grupo y no estar demasiado integrados. De hecho, es lo que buscan en gran medida.

Cuando otros niños se sientes incómodos en el silencio, ellos miden mucho sus palabras. Tienen un mundo interno muy rico. Si se sienten en confianza, de uno a uno, se pueden abrir un poquito. Tienen tendencia a ser un tanto frikis.

La infancia del cinco puede ser recordada con temor. Allá aprendieron que el único lugar seguro en el mundo era su propia mente.

Tuvieron dificultad para recibir el cariño de su papá y mamá.

Con ellos toca ir con calma, sin que te perciban como alguien invasivo. Suele ser buen plan, mostrar interés por sus aficiones para facilitar el contacto. Tampoco conviene exigirles que sean demasiado locuaces a la hora de mostrar sus sentimientos. Si algo aflora de su mundo emocional ya será todo un éxito.

Aunque tienen que aprender a «defenderse» por sí mismos, conviene estar atentos por si necesitan algún tipo de ayuda en este sentido.

Es importante ayudarles con la comunicación asertiva y la gestión de emociones. Eso sí, para ello, los adultos también tienen que estar puestos en el tema y, por desgracia, no es lo más habitual. Necesitan mucho respeto, cariño y ausencia de juicio.

La infancia en el eneatipo 6

Su herida de infancia tiene que ver con la injusticia, pero también con una falta de confianza en sí mismos.

Les faltó una guía clara para desarrollarse en toda su esencia y no tuvieron figuras paternas demasiado cariñosas. 

Como los niños unos, crecieron con progenitores (por lo menos uno de ellos) demasiado severos y estrictos.

Fueron niños muy obedientes, que no daban guerra y, en general, buenos estudiantes. 

Seguramente, han conocido el castigo demasiado a menudo. No son valorados tanto por sus logros, sino por su forma de comportarse.

Cuando el niño seis no se comporta como el progenitor quiere, recibe la represalia y así, poco a poco, va aprendiendo que es “mejor” actuar cómo se espera de él, en vez de como él siente. 

El juego castigo/premio ha estado a la orden del día en su infancia

Todo esto no deja de ser una manipulación muy peligrosa.

Recuerda un tanto a la infancia de algunos treses, pero sin la pasión de estos por lograr resultados. 

Simplificando mucho la vanidad crece de las ganas de recompensa, mientras que detrás del miedo hay una reprobación. Esta reprobación NO tiene que ser explicita por papá o mamá. Puede ser algo que el niño perciba más allá de las palabras. Incluso puede ser algo que esté en el «aire del sistema familiar». En cualquier caso, este miedo puede paralizar y hay una sensación de no ser suficiente. 

El niño con tendencia a convertirse en E6 huirá de tomar demasiado protagonismo y cuando le toque hacerlo puede llevarlo con cierta ansiedad. 

Tuvieron una infancia un tanto gris, en la que la duda ya operaba a sus anchas. Además, pudieron contactar desde bien pequeños con el sentimiento de inseguridad.

Los niños que son extremadamente obedientes y que, normalmente, han sido los más castigados o amenazados con el castigo, suelen acabar en el seis subtipo social.

Mientras que los niños que son más ambivalentes con la autoridad, apuntan maneras al seis sexual.

Los que son más «osito de peluche», pero igualmente extremadamente segurolas, suelen acabar en el seis conservación.

Recordamos que el E6 se convierte en un especialista en vender una seguridad que en realidad NO posee. Hay excepciones en las que sí se ve el miedo; pero, muchas veces, este miedo está sepultado por un halo que le da la seguridad de haberse preparado mucho para relacionarse con el grupo.

A diferencia del E5 que no quiere salir mundo, los E6, en general, sí que quieren relacionarse más allá del miedo que puedan sentir.

La infancia en el eneatipo 7

Estos golosos del eneagrama recuerdan la infancia como un periodo de felicidad en el que todo fue abundancia; aunque, en realidad, pudieran pasar más de una privación. 

Son capaces de pintar de color de rosa cualquier acontecimiento desagradable del pasado.

Normalmente, tuvieron una relación muy estrecha con el progenitor de distinto sexo. Algo parecido al eneatipo dos, pero quizás sin tanta intensidad.  Y decimos una relación “estrecha”, no decimos “muy buena”. Tuvieron atención y cariño; pero, seguramente, también tuvieron una mamá o un papá un tanto asfixiante.

Como en la mayoría de los casos, el amor que recibieron disfrazado de amor incondicional, no era tan puro como parecía. 

En cualquier caso, este patrón no es tan claro como en otros eneatipos. Hay veces que el eneatipo 7 no fue elegido ni por mamá ni por papá. En el caso de los sietes, vamos detectando que quizás en función del subtipo la infancia también puedo variar. Seguramente, los sociales y sexuales estuvieron más cuidados, incluso sobreprotegidos, y los conservación tuvieron menos mirada de papá y mamá.

En palabras del terapeuta Albert Rams: «(…) Los siete conservación parecemos tener, entonces, un yo constituido como una especie de yo-tú interesadamente erotizado por la madre, en el caso de los hombres, y por el padre en el de las mujeres. En el primer caso, el padre no ocupa la función paterna por estar sometido a la madre, por exceso de autoritarismo o por ser percibido como débil; así que no hay buena ley. La norma, los límites, no son fiables. En el caso de las mujeres, parece haber un padre-no padre, un padre que no aclara suficientemente que su mujer es la madre y no la hija (que suele ser la niña de papá). El paraíso, el falso paraíso, parece que se trunca, que se rompe (separación, abandono, trauma…), y nos quedamos con la idea de que aquello era mentira… Luego todo es mentira… Ergo puedo hacer lo que me dé la gana porque no hay ley. todo vale.»*

Aun con todo, normalmente, no hubo grandes sobresaltos en su infancia y, si los hubo, el niño siete los borró de sus recuerdos.

Fueron niños muy creativos y pudieron ser también hiperactivos.

Hay niños que son sietes, pero que no son tan «traviesos» y seductores y que toma el papel de niños buenos. Desde ahí, apuntan maneras al subito siete social. Mientras que los niños que, siendo ya de niños muy manipuladores, tienen tendencia a trampear, compran mucho boletos para acabar en el siete conservación. Los más «eternamente niños» suelen ir a por el siete sexual.

La infancia en el eneatipo 8

Algunos autores, hablan de ellos como los “niños supervivientes”.

Suelen haber tenido una infancia bastante ajetreada y polémica. Son niños que han podido tener progenitores violentos -quizás sólo uno de ellos- y haber crecido en una familia desestructurada. Así, han podido recibir maltrato físico de manera habitual, y han tenido que soportar muchas veces papás enfermos o, por ejemplo, alcohólicos. Conforme fueron creciendo, el adolescente ocho también ha podido plantar cara al padre y, en ocasiones, tener situaciones límite.

Muchas veces, se han hecho mayores antes de tiempo. Incluso han podido saltarse la adolescencia para pasar de niño a adulto en un abrir y cerrar de ojos.

En palabras del eneagramista Antonio Barbato: «El niño E8 crecerá en su propia imagen de duro, generando callos en su parte emocional, que lo llevarán a percibir solamente estímulos caracterizados por una particular fuerza. 

Frente al rechazo ambiental intentará defenderse, afrontando por medio de la rabia y mediante actitudes desafiantes los requerimientos que se le hacen. Es fácil comprender entonces, que la desinhibición y la dureza son el resultado de esta dinámica.»

Han podido estar en reformatorios o haber sido apartados del resto desde muy pequeños.

Con todo ello, en algún momento, han sentido que se hacía una injusticia muy grande con ellos.

Se les hizo entender desde muy pequeñitos que ellos eran malos; así que, decidieron quedarse con el papel.

Ojo con la descripción de este eneatipo. Quizás pienses que eres un 8 y no te cuadra demasiado esta infancia. Si es así, te animamos a leer el eneatipo 2. Muchas personas, están mal ubicadas creyéndose 8 y son eneatipo 2.

La infancia en el eneatipo 9

Pueden haber crecido en una familia numerosa donde la atención de sus progenitores no se centraba demasiado en ellos.

Además, cuando lo hacía, muchas veces, era para obligarles a comer más. También fueron muy ordenados por su papá y mamá para que no dieran guerra. Es como si siempre hubieran sido pisoteados suavemente. Tan suave que ellos ni lo veían. No sufrieron episodios dramáticos como sus vecinos ochos; todo estaba en una aparente calma. Pero en su infancia, el niño nueve siempre quedaba por debajo, el último, sin el aliento necesario.

En palabras de Lise Bourbeau:  «Cuando la herida de humillación se activa, te colocas la máscara de masoquista, que te hace olvidar tus necesidades para no pensar sino en las de los demás y transformarte en una buena persona, generosa, siempre dispuesta a prestar sus servicios incluso más allá de tus límites. También, te las ingenias para cargar sobre tu espalda las responsabilidades y compromisos de quienes parecen tener dificultades para realizar lo que deben aun antes de que te lo pidan. Haces todo lo posible por ser útil, sobre todo para no sentirte humillado ni rebajado. Asimismo, te las arreglas para no ser libre, a pesar de que esto sea muy importante para ti. Cada vez que tus actos o tu manera de proceder están motivados por el temor a sentir vergüenza o humillación, indica que llevas puesta tu máscara de masoquista».  Esta mascara masoquista es neurálgica del eneatipo nueve; pero, también se puede observar en nuestros sufridos y sufridores cuatros.

El niño nueve no reclama, ellos colaboran para que todo vaya bien. Se hicieron invisibles desde bien pequeños.

Estamos, nuevamente,  ante otro carácter que se hizo mayor antes de tiempo y no conectó en su totalidad con el disfrute de ser niño. 

Desde ahí, contactan con el masoquismo y con la herida de la infancia de la humillación.

En cualquier caso, ellos, en la actualidad, recuerdan una infancia estupenda y no echan nada en falta. 

Su tendencia a la idealización no les deja ver que sus papás también se pudieron equivocar y que ellos lo pasaron mal por eso.

La infancia en el eneatipo 1

En su infancia fueron niñ@s buen@s, que, normalmente, no hacían mucho ruido. En general, fueron muy criticados y, en muchos casos, fuertemente castigados. Por ello, son demasiado autodisciplinados. Incluso los eneatipo uno jóvenes, en palabras de Claudio Naranjo, «es como si tuvieran mentalidad de viejo«.

Crecieron demasiado pronto y necesitaron de las reglas demasiado rápido. Más adelante, crearán sus propias normas que estarán por encima de las de la propia sociedad.

En el primer libro sobre eneagrama de Claudio Naranjo, Carácter y neurosis, podemos leer un testimonio común a varios UNOS: «asumimos responsabilidades muy tempranas. No es que nos las dieran, pero nosotros las asumimos. Muy temprano en la infancia, desde los tres años, recordaban algunos, y la mayoría antes de los nueve años, cosa que, por supuesto, continuó luego a lo largo de la adolescencia y la vida adulta. A menudo se trataba de estar allí, cuidando de los niños, quiero decir ocupando el lugar de quien se ocupa de que los niños coman, o se vistan o vayan a donde tienen que ir. Algo así como asumir un poco, o mucho, el papel de la madre».

Así, desde muy pequeños tienden a esforzarse mucho  por alcanzar los comportamientos que de él se esperan. Su infancia es muy apolinea y poco dionisiaca. Por eso, ya de grandes le conviene contactar tanto con la parte placentera de la vida.

Este «padrear» o «madrear» tan temprano, les hace estar muy convencidos de su propia conciencia. En palabras del propio Claudio Naranjo: «Tienden a inhibir las manifestaciones de su rabia a través del mecanismo de la formación reactiva. Resulta fácil rastrear en el perfeccionista la motivación de esforzarse hasta una temprana experiencia de insatisfacción afectiva, a partir de la cual intentar ser mejor representa una esperanza de alcanzar mayor aprobación o intimidad por parte de alguno de los padres. Más tarde en la vida, sin embargo, ese esforzarse conlleva también una implicación competitiva, como si dijera a su padre o a su madre: Voy a ser mejor que tú y a elevarme por encima de tu capacidad de evaluarme.

 Observo que el eneatipo I es algo más frecuente en las mujeres. Y entre ellas tengo observado que la figura parental por cuyo amor se pelea más la niña y a la que percibe como fría es con mayor frecuencia la del padre. No obstante, aparte la atmósfera de escasez de muestras amorosas, hay también en el esfuerzo perfeccionista un elemento de modelaje, una adopción que el sujeto hace de la personalidad perfeccionista y esforzada de uno u otro de los padres. A menudo, en la familia del perfeccionista, hay un padre o una madre perfeccionistas, y cuando no, hay por lo general un padre super-cumplidor con la obligación, perteneciente al eneatipo VI (subtipo que tiene mucho en común con el perfeccionista exigente). La situación general es de exigencias excesivas unidas a un escaso reconocimiento, de modo que el niño se vio obligado a esforzarse más y más en una atmósfera de frustración continua. El niño aprende a convertirse en un pequeño acusador de sí mismo«.

Con todo ello, tenemos un auto-sacrificio de los instintos del niño, en favor de poder decir a sus progenitores: «soy bueno y sé lo que tengo que hacer; haré lo correcto.» Desde ahí, el niño busca un reconocimiento, pero no un reconocimiento cariñoso. Necesita la aprobación a su corrección moral; si no la encuentra, será el mismo quién irá viendo en qué tiene que mejorar (sobre todo los que terminarán en subtipo conservación)  y, desde ahí, se habitúa a ese resentimiento del que hablaba Naranjo.

Y los niños que ya apuntan más hacia el subtipo sexual comenzarán a mostrar su ira y los que se encaminen al subtipo social, tenderán a decir a los demás lo que deben o no deben hacer.

La herida de la infancia suele ser la injusticia y eso les lleva, en muchos casos, a una soledad extrema.

Son niñ@s que tienen tendencia a perfección y sufren si sus notas no son las mejores. Por aquí, se puede parecer a la infancia del eneatipo tres. Necesitaron sentirse más libres. Pronto aparecieron los límites en lo instintivo. La castración fue clara y aprendieron a hacer «lo correcto».

Muchas veces, tuvieron ataques de rabia. El niño uno sí siente la ira de manera habitual y la sangré le hierve cuando no se hace lo que él piensa que está bien. Esto pasa menos en otras infancias.

El sentido de justicia se va consolidando desde muy pequeñitos.

 

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